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Fin de año. La nieve pulula en el aire húmedas nubes de nieve se ciernen sobre Shale City. Todo quietud y luces incandescentes en el interior de las casas tibias. Ni confites ni botellas de champagne ni gritos ni un solo ruido. El sosiego del año nuevo para gente común que trabajaba y era amable y sólo deseaba paz. Feliz año nuevo. Su padre besa a su madre diciéndole feliz año querida hemos tenido suerte los niños son sanos te quiero feliz año confío en que el nuevo transcurra tan bien como el que pasó.

Vísperas de año nuevo en la panadería los tíos exclaman ¡maldito sea! me alegro de que termine el que viene no podrá ser peor feliz año nuevo diablos salgamos a la niebla y cojamos una borrachera. Salir de la panadería en vísperas de año nuevo mientras los cubos quedan tirados por cualquier parte y los hornos vacíos y las cintas transportadoras detenidas y las empaquetadoras paralizadas y las cortadoras inmóviles y nada más que la cuadrilla que abandonaba un sitio extraño y silencioso en tanto sus voces repercutían huecas en la maquinaria muerta. Los tíos de la panadería salían a celebrar el año nuevo.

Los propietarios de los bares servían bebidas gratis por encima del mostrador exclamando feliz año nuevo tú muchacho has sido un buen cliente toma regalo de la casa que lo disfrutes feliz año y al diablo con los prohibicionistas aunque algún día esos cabrones nos darán un disgusto. Las muchachas de los bodegones y las muchachas de los hoteles y una multitud de tíos que salían de pequeños y sucios departamentos y música y baile y humo y alguien con un ukelele y venga otra copa y el sentimiento de soledad que todo el mundo lleva dentro la gente que te empuja y largo de aquí y una muchacha que se desmaya en el bar y una pelea y feliz año nuevo.

Oh dios el feliz feliz año nuevo había contado trescientos sesenta y cinco días y ahora era año nuevo.

No parecía haber transcurrido un año. Se había esfumado como una vida. Como cuando miras hacia atrás y piensas en una época tan remota que no puedes recordar con claridad qué ocurría entonces y sin embargo el tiempo se ha ido tan velozmente que todo parece haber comenzado un minuto antes. Seis visitas diarias de la enfermera treinta días un mes y ahora trescientos sesenta y cinco días. Había pasado rápidamente porque estaba ocupado en algo. Había llevado la cuenta del tiempo. Como todo el mundo tenía conjuntos de cifras para recordar controlaba un pequeño mundo que le pertenecía que estaba rezagado respecto del mundo exterior pero que sin embargo ahora estaba más próximo. Tenía un calendario en el que no figuraban el sol y la luna y las estaciones un calendario de treinta días por mes y doce meses por año y cinco días más para compensar la diferencia con la próxima visita de la enfermera que significaría el amanecer del nuevo año.

Había estado muy ocupado y había aprendido mucho. Había aprendido cómo comparar cada dato con todos los demás de modo que no podía perder el dominio del tiempo que había logrado conquistar. Ya podía discernir el día de la noche sin esforzarse por advertir el alba. Sabía exactamente en qué visita la enfermera lo lavaría y le cambiaría la ropa. Cuando se alteraba el horario y la enfermera se saltaba una de las visitas se sentía molesto y defraudado y trataba de imaginar qué estaría haciendo aunque cuando por fin venía volvía a sentir la misma ansiedad.

Hasta podía diferenciar a las enfermeras. La enfermera del día era siempre la misma pero las de la noche cambiaban. La enfermera de día tenía manos suaves y diestras algo duras como las manos de alguien que ha trabajado mucho de modo que supuso que era una mujer madura y la imaginó con el cabello gris. Siempre se acercaba a la cama directamente desde la puerta con cuatro pasos firmes y de esta forma calculó que su cama se encontraba a unos diez pies de la puerta. Debía ser una mujer corpulenta porque sus pasos eran más pesados que los de las enfermeras nocturnas. Casi tan pesados como los del médico que entraba muy de tanto en tanto hurgaba un rato y después se largaba. La enfermera diurna hacía las cosas bruscamente… paf y estaba de costado crash y una sábana se deslizaba junto a su cuerpo flop y se encontraba de espaldas dale que te pego y ya estaba bañado. Esta vieja enfermera diurna conocía su oficio y a él le caía bien. Muy de tanto en tanto venía por la noche en reemplazo de la enfermera nocturna. Él siempre se estremecía y se meneaba para comunicarle que se alegraba de verla y ella le daba pequeñas palmadas en el estómago y pasaba su mano por el fino cabello de su cráneo para decirle gracias ¿cómo está?

Las enfermeras nocturnas no eran regulares. A veces aparecían dos o tres en la misma semana. Casi todas daban más pasos desde la puerta a la cama que la enfermera diurna y esos pasos eran más livianos. Cerraban la puerta con mayor o menor energía y deambulaban más por la habitación. Generalmente tenían las manos muy suaves y algo húmedas de modo que se tropezaban en lugar de deslizarse suavemente por su cuerpo. Sabía que eran jóvenes. Cuando aparecía una nueva enfermera él adivinaba lo primero que haría. Quitaría las mantas y durante uno o dos minutos no haría movimiento alguno y él sabía que le estaba mirando y que seguramente empezaba a sentir náuseas. Una de ellas se volvió y huyó corriendo de la habitación. No regresó. Así fue como se quedó sin orinal y mojó la cama pero la perdonó. Otra lloró. Sintió sus lágrimas sobre el pecho a través de la camisa de dormir. Él se emocionó porque de pronto sintió que ella estaba muy cerca y cuando se fue se quedó horas dolorido. La imaginó joven y hermosa.

Todas estas cosas eran interesantes eran importantes y le mantenían muy ocupado. Había construido un nuevo universo lo había organizado a su gusto y vivía en él. Y era la víspera de año nuevo aunque en el exterior bien podría ser el Cuatro de Julio. Designó los días de la semana de lunes a domingo y los meses para poder celebrar las fiestas. Los domingos por la tarde iba a dar un paseo por los bosques de los alrededores de París. Una vez cuando estaba con licencia en primavera había caminado por allí de modo que ahora todos los domingos eran primavera y él paseaba por los bosques de uniforme sacando pecho moviendo vigorosamente las piernas y agitando los brazos. En julio cuando picaban las truchas subió a Grand Mesa y conversó con su padre. Tenían mucho que hablar habían aprendido tanto desde que se habían visto por última vez. Es mucho mejor que preocuparse dijo su padre. Si te preocupas demasiado no gozas de la vida. La muerte es mejor lo único que quisiera saber es cómo está tu madre.

Todas las noches en verano y todas las semanas en invierno iba a dormir con Kareen y le susurraba dios te bendiga Kareen mi amor dios te bendiga. No sé qué haría si no estuvieses a mi lado todas las noches. Los demás se han ido y estoy solo si no fuese por ti Kareen. Dormían con el brazo de ella alrededor de él o el de él alrededor de ella y siempre se daban la vuelta juntos. Se abrazaban muy intensamente y él la besaba en sueños toda la noche.

Un año. Qué tiempo tan largo era un año. Cuando él le dijo adiós en la estación del ferrocarril hace sólo un minuto Kareen tenía diecinueve años. Él estuvo cuatro meses en el campo de adiestramiento y once meses en Francia así que eran más de veinte. También todo ese tiempo perdido para siempre que probablemente sumaría un año más. Y ahora otro. Y después vendrían otros y otros. Kareen debía tener veintidós. Por lo menos. Tres años. Seguiría así mientras viviese. Dentro de diez años Kareen tendría arrugas. Más tarde su pelo se pondría gris y sería una vieja una vieja vieja y la joven que estaba en la estación no habría existido nunca.

Sabía que no era cierto. Kareen no envejecería nunca. Aún tenía diecinueve años. Tendría diecinueve siempre. Su pelo seguiría siendo castaño y sus ojos claros y su piel fresca como la lluvia. Él no permitiría que una sola arruga le marcara el rostro. Eso era algo que ningún otro podría hacer por ella. La conservaría a salvo a salvo del tiempo en el mundo que él había construido donde el tiempo se movía según disposiciones y cada domingo era primavera. Pero ¿dónde estaría ella —la verdadera Kareen— Kareen en el mundo exterior en el tiempo exterior? Mientras él dormía todas las noches con la Kareen de diecinueve años ¿acaso la verdadera Kareen estaba con otro era una mujer y también quizá madre de un niño? Kareen adulta y remota que le había olvidado…

Sintió deseos de estar cerca de ella. No porque pudiera verla no porque deseara que ella le viese. Pero le agradaría sentir que respiraba el mismo aire que ella respiraba que vivía en el mismo país en que ella vivía. Recordó la extraña emoción que le invadía cuando visitaba la casa del viejo Mike la casa de Kareen. El aire parecía endulzarse a medida que se acercaba. Solía decirse aunque sabía que no era cierto que el aire que rodeaba la casa era diferente porque estaba cerca de ella.

Nunca le había preocupado especialmente saber dónde estaba dónde le habían llevado pero al pensar en Kareen echó de menos su casa. Su mente gemía dios espero estar en América deseo estar en casa. Era como si un norteamericano cualquier norteamericano fuese un amigo comparado con un inglés o un francés. Porque él era norteamericano América era su patria allí había nacido y todos los de fuera eran extranjeros. Luego se decía qué te importa nunca podrás ver o hablar o andar no puedes darte cuenta de la diferencia da lo mismo que estés en Turquía o en América. Pero no era cierto. Te gusta pensar que estás en tu casa. Aunque no pudiese hacer otra cosa que yacer en la oscuridad sería mejor que esa oscuridad fuese la de su casa y que la gente que se movía en la oscuridad fuese su gente su gente norteamericana.

Pero era demasiado esperar. En primer lugar una explosión capaz de volarle los brazos y las piernas con seguridad también debía haber arrojado al infierno cualquier identificación. Probablemente cuando sólo tienes espalda estómago y media cabeza te pareces tanto a un francés como a un alemán o a un norteamericano. La única forma en que podrían haber establecido a qué país pertenecía era por el lugar donde le encontraron. Y él tenía la certidumbre de que le habían encontrado entre ingleses. Su regimiento estaba apostado precisamente junto a un regimiento de limeños[7] y cuando salieron de la trinchera los norteamericanos y los limeños iban juntos. Recordó con nitidez que los norteamericanos se desplazaron hacia la izquierda entre los ingleses porque frente a la posición norteamericana había una pequeña loma. Los alemanes que estaban allí habían sido exterminados dos días antes de modo que no tenía sentido que los norteamericanos perdiesen el resuello para subir. Todos se desplazaron hacia la izquierda al saltar la trinchera de modo que se mezclaron con los ingleses. Recordó haber mirado en derredor antes de zambullirse en el refugio e identificar sólo a dos norteamericanos. Todos los demás eran ingleses. Fue sólo un instante un pensamiento fugaz antes de la oscuridad.

De forma que con seguridad se encontraba en algún hospital inglés donde la gente le tenía por ingles y por lo tanto el informe que enviaron a su casa se limitaba a señalar que había desaparecido en acción. Tal vez fuese una ventaja alimentarse a través de un tubo si pensabas en ese fétido café inglés. Carne asada y pudín y bollería insulsa y mal café. Mejor entonces. Lo único era que ya no era más un norteamericano. Era un inglés. Era un limeño. Probablemente un ciudadano inglés. La sola idea le provocó un sentimiento de soledad. Nunca había tenido una aversión particular sobre los Estados Unidos. Nunca había sido muy patriota. Se trataba de algo que se aceptaba sin pensar. Pero ahora le parecía que si realmente estaba en un hospital inglés había perdido algo que nunca podría recuperar. Por primera vez en su vida pensó que sería más agradable o más consolador estar en manos de su propia gente.

Estos ingleses eran unos tíos extraños. Eran más extranjeros que los franceses. Uno se podía entender con un francés pero con un limeño con la nariz permanentemente fruncida era imposible. Cuando te pasabas dos meses junto a ellos empezabas a entender hasta qué punto eran extranjeros. Hacían algunas cosas curiosas. Un pequeño escocés que integraba el regimiento limeño al enterarse de que los alemanes del otro lado de la Tierra de Nadie eran bávaros arrojó su fusil y abandonó la guerra. El pequeño escocés aseguró que los bávaros respondían a las órdenes del príncipe heredero Rupert y que el príncipe heredero era el último Estuardo heredero del trono de Inglaterra y el legítimo rey y que él sería un cabrón si luchaba contra su rey porque así se lo ordenaba un pretendiente al trono de Hanover.

Por una cosa así cualquier ejército te coge y te fusila. Pero los ingleses eran pintorescos. Ese canijo provocó un gran embrollo. Dos o tres oficiales discutieron con él muy amablemente en lugar de fusilarle y como no lograron convencerle con sus argumentos apelaron al coronel. Entonces apareció el coronel y mantuvo una larga conversación con el escocés y todo el mundo estaba muy intrigado y el escocés cada vez se empecinaba más y le desafiaba a fusilarlo aduciendo que el tribunal militar revelaría la verdad o sea que todo era un fraude y que el Rey Jorge tendría que renunciar y ¿qué pensaría Lloyd George al respecto? El coronel se fue y el escocés se quedó sentado en el fondo de la trinchera y en seguida llegó una orden del cuartel general que había decidido trasladarle a retaguardia por seis semanas o hasta que se fueran los bávaros para que no se viera en la obligación de disparar contra las tropas que comandaba su rey. Así de peculiares eran los ingleses y así fue como los norteamericanos y los limeños supieron que enfrentaban a los bávaros. También estaba el caso de Lázaro. Apareció una mañana gris. En ese momento no pasaba nada. De pronto en medio de la niebla surgió aquel alemán alto y corpulento que avanzaba hacia las líneas británicas. Más tarde muchos se preguntaron qué diablos hacía allí solo. Probablemente formaba parte de alguna patrulla y se había perdido o quería desertar o quizás estuviese un poco loco y andaba entre las alambradas de púas y los cráteres de los obuses nada más que por joder. Parecía vagar sin rumbo de un lado a otro y cabeceando. Cuando tropezaba con una alambrada intentaba avanzar a tientas a lo largo de la misma. Por fin se montó con torpeza como un borracho y siguió avanzando y bamboleándose en dirección a los ingleses.

Era una mañana bastante aburrida y los limeños tenían frío y se sentían incómodos y molestos por la guerra de modo que alguno de ellos le disparó un tiro. El pobre tío se quedó clavado como un poste atisbando la niebla como sorprendido de que alguien quisiera matarle. Entonces todo el regimiento inglés comenzó a tirar. Mientras su cuerpo se iba combando su rostro reflejaba una expresión entre dolorida e intrigada. Le dejaron allí con un brazo sobre la alambrada como ni fuese un centinela señalando el camino.

Pasaron varios días sin que nadie le prestase atención hasta que tanto los norteamericanos como los ingleses empezaron a advertir que cuando soplaba el viento el alemán despedía un olor bastante hediondo Pero sólo ocurría cuando el viento soplaba de ese lado así que nadie se preocupó mucho hasta que un día el coronel que había enviado al escocés a retaguardia vino para la inspección. El coronel era un tío extraordinario para las formalidades. El cabo Timlon que provenía de Manchester juraba que el coronel era capaz de fusilar a nueve hombres para preservar la moral del décimo. Como quiera que sea el coronel se desplazaba con el bigote encerado y la nariz grande y huesuda erguida en el viento cuando de pronto husmeó al alemán.

Es un olor muy fuerte le dijo al cabo Timlon. Es un bávaro señor dijo el cabo Timlon siempre huelen mal. El coronel tosió y se sonó la nariz y aseguró muy negativo para la moral de los hombres muy negativo. Esta noche escoja un pelotón y entiérrele cabo. El cabo Timlon comenzó a explicarle que allí hasta por la noche la situación era muy insegura pero el coronel le interrumpió. No olvide cabo dijo guardando el pañuelo en el bolsillo no olvide rezar una plegaria. El cabo Timlon dijo sí señor y luego miró fijamente a sus hombres para ver quién estaba riendo y de ese modo poder elegir a los que iban a acompañarle al entierro.

Así que esa noche el cabo formó un pelotón compuesto por ocho hombres. Cavaron una fosa metieron al bávaro dentro de un empellón y el cabo pronunció una oración como le había dicho el coronel. Luego llenaron la fosa y regresaron. Al día siguiente el aire estaba bastante limpio pero al otro día los alemanes se pusieron un poco nerviosos y empezaron a tirar cañonazos alrededor del regimiento inglés. Ninguno de los limeños resultó herido pero uno de los obuses más grandes cayó sobre el bávaro. Dio un salto en el aire como en cámara lenta y aterrizó en la misma alambrada apuntando con el dedo hacia el regimiento ingles. Como un señuelo. Fue cuando el cabo Timlon empezó a llamarle Lázaro.

Las cosas estuvieron bastante agitadas ese día y toda la noche. Cada vez que los ingleses tenían media hora libre disparaban sobre Lázaro como de paso esperando derribarlo de la alambrada porque sabían que cuanto más cerca del suelo estuviese menos olería y en realidad aquel bávaro empezaba a apestar. Pero siguió colgado del alambre y a la mañana siguiente volvió el coronel. Lo primero que hizo fue husmear el aire. Sintió el penetrante aroma de Lázaro Se volvió hacia el cabo Timlon y dijo cabo Timlon cuando yo era un subalterno una orden era una orden y no una sugerencia interesante. Sí señor dijo el cabo Timlon. Esta noche escoja un pelotón de entierro completo dijo el coronel y entierre el cadáver a seis pies de profundidad. Y para que en el futuro no tome usted las órdenes con tanta ligereza leerá todo el servicio fúnebre de la Iglesia de Inglaterra sobre el cadáver de nuestro enemigo caído. Pero señor dijo el cabo Timlon las cosas como usted puede ver han estado muy pesadas por aquí y…

Esa noche el cabo Timlon formó un pelotón de entierro completo. También llevaron una mortaja para envolver a Lázaro. No fue una tarea muy agradable porque a esa altura Lázaro drenaba pero le envolvieron en la sábana y le enterraron a seis pies de profundidad y todos permanecieron alrededor de la tumba mientras el cabo Timlon leía el servicio fúnebre quizá saltándose algunas preposiciones pero logrando transmitir la idea general de forma bastante adecuada.

En mitad del servicio desde el otro lado se levantaron un par de bengalas y en el momento en que el cabo arrojaba el tercer puñado de tierra sobre el rostro de Lázaro alguien apuntó y le metió una bala que le atravesó el culo. El cabo Timlon aulló dios se apiade de tu alma amén esos cabrones me han metido una bala en el culo eso han hecho buscad refugio soldados. Y todos se arrastraron apresuradamente en dirección a las líneas.

El cabo Timlon obtuvo ocho semanas de licencia hospitalaria lo cual fue una suerte para él ya que tres semanas más tarde casi todo el regimiento inglés fue exterminado. Dos días después de que balearan al cabo Timlon Lázaro detuvo otro obús y volvió a la alambrada con la sábana flameando al viento y partes de su cuerpo goteando sobre el terreno. Uno de los ingleses dijo que era previsible porque los bávaros nunca se conservaban muy bien después de la primera semana. El regimiento íntegro abrió fuego sobre el pobre Lázaro y logró desalojarlo de la alambrada. Todavía era posible olerlo pero ya no se le veía así que todos trataron de olvidarle. Y lo hubiesen logrado si no hubiese sido por el nuevo subalterno.

Era casi un niño de sólo dieciocho años con pelo rubio y ondulado ojos azules que parecía un bebé de seis pies ansioso de ganar la guerra por sí solo. Era primo del capitán o algo por el estilo y los oficiales le mimaban puntualmente. Llegó al frente dos días después de que bajaran a Lázaro de la alambrada. Los ingleses estaban tan encariñados con él que trataban de mantenerle a cubierto. De algún modo el muchacho sintió que no le tomaban en serio y que los soldados pensarían que era un cobarde. Rogaba constantemente que le permitieran integrar la patrulla nocturna y como no lo logró una noche se escapó por las suyas. A eso de las tres de la madrugada le echaron de menos. Cuando le encontraron amanecía. Se había extraviado más allá de las primeras líneas de alambradas. Lo encontraron tendido de bruces sobre un charco de vómito. Al tropezar con la alambrada se había caído y había metido su brazo derecho hasta el hombro en el cadáver de Lázaro.

La patrulla que le encontró le llevó al refugio de los oficiales. Balbuceaba lloraba y olía espantosamente. Esa misma noche el capitán le envió de regreso. Dijo que se trataba de un castigo por ensuciar el refugio de los oficiales; y cuando alguien le preguntaba qué había pasado con el muchacho se ponía muy serio. Entonces llegó el cabo Timlon con sus nalgas restauradas y alguien le contó la historia. El cabo preguntó pues bien ¿y cómo anda ahora? Un canijo llamado Johnson que solía informar a todo el regimiento acerca de este tipo de cuestiones dijo: demonios está loco de remate todavía no le han quitado el chaleco de fuerza. ¿Cuándo va a mejorar? preguntó el cabo Timlon. Los médicos dicen que no va a mejorar nunca dijo Johnson. Quedó muy jodido.

Pobre joven rubio inglés que tanto ansiaba ganar la guerra y que se volvió loco de remate antes de entrar en acción. Pobre pequeño limeño gritando y llorando y delirando para siempre tras los barrotes de la ventana de un hospital. Era algo curioso. El joven limeño tenía piernas y brazos y podía hablar y ver y oír. Pero no lo sabía de modo que no le proporcionaba placer alguno. Para él eso no significaba nada. Y en otro hospital inglés había un tío que no estaba loco pero que deseaba estarlo. Él y el joven inglés deberían intercambiar sus mentes. Entonces ambos serían felices.

En alguna parte llorando y sollozando en la oscuridad —ahora era de noche casi la noche de año nuevo— estaba el joven inglés. Y aquí él que también lloraba y sollozaba en la oscuridad. En vísperas de año nuevo. Pobre joven inglés no llores es año nuevo piensa solamente en este año nuevo que se inaugura para los dos. Dondequiera que estés limeño —tal vez en este mismo hospital— dondequiera que estés tenemos muchas cosas en común somos hermanos joven limeño feliz Año Nuevo. Feliz feliz Año Nuevo…