La fogata del campamento estaba instalada frente a una tienda y la tienda bajo un enorme pino. Cuando dormías dentro de la tienda siempre te parecía que afuera estaba lloviendo porque las hojas del pino caían y caían. Su padre estaba sentado frente a él contemplando el fuego. Todos los veranos venían a este sitio a nueve mil pies de altura cubierto de pinos y lagos. Pescaban en los lagos y por la noche cuando dormía el rugido del agua de los torrentes que unían los lagos sonaba en sus oídos.
Venían a ese sitio desde que él tenía siete años. Ahora tenía quince y mañana vendría Bill Harper. Se sentó frente al fuego miró a su padre a través de las llamas y se preguntó cómo se lo diría. Se trataba de algo muy serio. Mañana por primera vez en todos sus viajes juntos quería ir de pesca con alguien que no era su padre. Nunca se le había ocurrido esa idea en anteriores excursiones. Su padre siempre había preferido su compañía a la de otros hombres y él siempre había preferido la de su padre a la de otros muchachos. Pero mañana vendría Bill Harper y quería ir de pesca con él. Sabía que alguna vez ocurriría. Sin embargo también sabía que significaba el fin de algo. Era un fin y un comienzo y no sabía cómo decírselo a su padre.
De modo que lo mencionó como de paso. Dijo mañana viene Bill Harper y he pensado en que tal vez salga con él. Dijo Bill Harper no sabe mucho sobre pesca. Y yo sí de modo que pienso que si no te importa me levantaré temprano por la mañana para encontrarme con Harper e ir de pesca con él. Su padre no respondió. Luego dijo por supuesto Joe. Vete con él. Y más tarde su padre dijo ¿sabes si Bill Harper tiene una caña? Él le contestó que Bill no tenía una caña. Pues bien dijo su padre entonces ¿por qué no llevas mi caña y que Bill use la tuya? De todos modos yo no pensaba ir de pesca mañana. Estoy cansado y creo que voy a descansar todo el día. Así que usa mi caña y que Bill use la tuya.
Fue así de sencillo y sin embargo él sabía que era una gran cosa. La caña de su padre era muy buena. Tal vez el único lujo que se había permitido su padre en toda su vida. Todas las primaveras su padre enviaba la caña a un experto de Colorado Springs. El hombre de Colorado Springs raspaba cuidadosamente el barniz de la caña arreglaba los desperfectos la volvía a barnizar y la devolvía resplandeciente. Todos los años. Era el único tesoro de su padre. Sintió un pequeño nudo en la garganta cuando pensó que en el preciso momento en que él abandonaba a su padre por Bill Harper su padre le ofrecía su caña.
Esa noche se acostaron sobre un lecho de hojas de pino. Habían ahuecado el lecho de hojas de pino a fin de hacer un pequeño vacío para las caderas. Se quedó largo rato despierto pensando en el día siguiente y en su padre que dormía a su lado. Después se durmió. A las seis de la mañana oyó un susurro. Era Bill Harper que le llamaba desde la entrada de la tienda. Se levantó le dio su caña a Bill y él llevó la de su padre. Se marcharon sin despertarle.
Anochecía cuando ocurrió la catástrofe. Iban en un bote a remo pescando con los dos sedales tendidos. Él remaba y Bill Harper iba en popa frente a él con una caña a cada lado del bote. Todo muy calmo y el lago tan apacible como un espejo. Ambos estaban algo somnolientos porque el día había sido maravilloso. De pronto se oyó el agudo chirrido de un pez que tensaba la línea. La caña saltó de la mano de Bill Harper y desapareció en el agua. Los dos manotearon desesperadamente para asirla pero era demasiado tarde. Era la caña de su padre. Durante más de una hora intentaron pescarla ayudándose con la otra caña y los remos del bote con la esperanza de encontrarla pero sabían que era inútil. La maravillosa caña de su padre había desapareció y no la volverían a ver.
Encallaron el bote y limpiaron el pescado que habían cogido y luego fueron a la tienda a comprar una cerveza. Bebieron su cerveza y hablaron sobre la caña en voz baja. Después él se separó de Bill Harper.
En el camino de regreso a la tienda bajo los pinos sobre la suave alfombra de hojas y atento al sonido de los torrentes que descendían por la montaña y mirando las estrellas del cielo pensaba en su padre. Su padre y su madre nunca tuvieron mucho dinero pero parecían arreglarse bien. Tenían una casita en la parte posterior de un terreno largo y ancho en los alrededores del pueblo. Frente a la casa había un parque y entre el parque y la acera su padre contaba con un espacio bastante amplio donde había hecho un huerto. La gente de todo el pueblo venía a admirar el huerto de su padre. Su padre se levantaba a las cinco o cinco y media de la mañana para regar el huerto y por la tarde cuando volvía del trabajo estaba ansioso por regresar a él. De algún modo para su padre el huerto era una forma de escapar a las facturas y a las historias triunfantes y al trabajo en la tienda. Era su forma de crear algo. Era su forma de ser un artista.
Al principio tenían lechugas y guisantes y habas y zanahorias y rabanitos. Después su padre le pidió permiso al vecino para usar su terreno vacío como huerto. El hombre se sintió satisfecho con el trato ya que le ahorraba el gasto de quemar la maleza en otoño. Así que en el terreno vacío su padre cultivó maíz y calabazas y melones y sandías y pepinos. Alrededor tenía un gran seto de girasoles. A veces el corazón de los girasoles alcanzaba un pie de diámetro. Las semillas eran buen alimento para las gallinas. En un pequeño cuadrado que tenía sombra la mitad del día su padre plantó fresas perennes así que comían fresas frescas desde la primavera hasta fines del otoño.
Detrás de la casa de Shale City tenían pollos y conejos y él criaba algunos como mascotas. Dos o tres veces por semana comían pollo frito a la hora de la cena y no parecía un lujo. En invierno comían gallina hervida con pudín de frutas y patatas del propio huerto. En la época en que las gallinas ponían muchos huevos y los huevos eran baratos en la tienda su madre cogía algunos y los guardaba en grandes frascos de vidrio. Después en invierno cuando los huevos eran caros y las gallinas no ponían ella no tenía más que ir a la despensa y conseguía huevos gratis. Tenían una vaca y su madre preparaba mantequilla y suero. Ponían la leche en grandes baldes la dejaban en la galería y a la mañana siguiente la leche estaba cubierta de una crema amarilla tan espesa como el cuero. En verano los domingos hacían helado con su propia crema y sus propias frutillas y todo propio menos el hielo.
En el otro extremo del terreno vacío su padre tenía seis colmenas de modo que en otoño recogían miel en abundancia. Su padre iba a las colmenas y extraía los paneles y vigilaba las celdillas y si el panal era débil destruía todas las celdillas de la reina y a veces hasta le recortaba las alas para que no hiciera enjambre y dividiera la colmena.
Apenas la temperatura caía bajo cero su padre iba a alguna granja cercana y compraba carne fresca. Solía haber un cuarto de vaca y a veces medio cerdo colgados en la galería del fondo totalmente congelados y siempre frescos. Cuando querías un filete cogías una sierra y lo aserrabas. El filete además de ser mejor costaba mucho menos que en la carnicería.
En otoño su madre se pasaba semanas preparando dulces. Al final de la temporada la despensa estaba llena. Si bajabas a la despensa además de los grandes frascos de huevos había frascos de todas las clases de fruta imaginables. Había albaricoques en almíbar y mermelada de naranja y dulce de guinda y de grosella y jalea de manzanas. Había huevos duros conservados en zumo de remolacha y pepinillos y cerezas saladas y salsa de chile. Si bajabas en octubre encontrabas tres o cuatro grandes pasteles de fruta negros y húmedos rellenos de toronjas y nueces. Solían estar en el rincón más fresco de la despensa cuidadosamente envueltos en lienzos húmedos para que se conservaran hasta Navidad.
Tenían todas esas cosas y sin embargo su padre era un fracasado. Su padre era incapaz de hacer dinero. A veces por las noches su padre y su madre conversaban sobre ello. Fulano se había ido a California y había ganado mucho dinero en propiedades. Mengano se había ido y había ganado mucho dinero trabajando en una cadena de zapaterías hasta que llegó a gerente. Todos los que iban a California hacían dinero y tenían éxito. Pero su padre en Shale City era un fracaso.
Si uno se ponía a pensar era difícil entender por qué su padre era un fracaso tan grande. Era un hombre bueno y un hombre honesto. Mantenía a sus hijos unidos y comían buena comida comida excelente comida deliciosa mejor comida que la que comía la gente en las ciudades. Ni siquiera gente rica de las ciudades comía verduras tan frescas y pródigas. Tampoco podían conseguir una carne tan bien curada. Eso no se podía comprar con dinero. Eran cosas que uno mismo debía hacer. Su padre había conseguido hacer hasta la miel que ponían en los pasteles calientes que preparaba su madre. Su padre había logrado producir todas esas cosas en dos terrenos del pueblo y sin embargo su padre era un fracasado.
Vio la tienda que se alzaba ante sus ojos en la ladera de la montaña como una pequeña nube en la oscuridad. Nuevamente volvió a pensar en la caña y entonces supo por qué su padre era un fracaso. No era porque no pudiese mantener a su familia ni proporcionarle ropa comida y placeres. Ahora estaba claro. Su padre no tenía suficiente dinero para comprar otra caña. Aunque la caña fuese el bien más preciado de su padre ahora que había desaparecido no tendría suficiente dinero para comprar otra y por eso era un fracasado.
Cuando llegó a la tienda su padre estaba acostado y dormía. Se quedó un minuto mirándole. Luego salió y colgó los pescados. Volvió a la tienda se desvistió rápidamente y se acostó junto a su padre. Su padre se agitó. Sabía que no convenía esperar hasta mañana. Tenía que decírselo ahora. Cuando comenzó a hablar le temblaba la voz. No era por temor a lo que pudiera decir su padre. Era porque sabía que su padre nunca podría volver a tener una caña como la que había perdido.
Papá dijo perdimos tu caña. Fue un golpe repentino y antes de que lo advirtiéramos la caña estaba en el agua. La buscamos y tratamos de pescarla con los remos pero no la encontramos. Se perdió.
Parecieron pasar como cinco minutos antes de que su padre emitiera un sonido. Después se volvió levemente en la cama. De pronto sintió el brazo de su padre sobre su pecho. Sintió su presencia cálida y consoladora. Y bien dijo su padre. No creo que algo tan menudo como una caña deba perturbar nuestra última excursión juntos ¿verdad?
No había nada más que decir así que se quedó callado. Su padre había presentido desde el principio que esa era la última excursión juntos. A partir de entonces él iría a acampar con los muchachos como Bill Harper y Clen Hogan y todos los demás. Y su padre iría a pescar con hombres. Simplemente había sucedido así. Debía suceder así. Se quedó allí junto a su padre ambos doblados como una navaja que era la mejor forma de dormir con el brazo de su padre rodeándole y él parpadeó para evitar las lágrimas. Él y su padre lo habían perdido todo. A sí mismos y a la caña.
Despertó pensando en su padre y preguntándose dónde estaría la enfermera. Despertó más solitario que nunca. Echaba de menos a Shale City y su vida apacible. Echaba de menos una mirada un aroma un sabor una palabra que le devolvieran a Shale City y a su padre madre y hermanas. Pero estaba tan separado de ellos que aunque estuviesen de pie junto a su cama seguirían lejanos a miles de millas de distancia.