3

Se elevó atravesando las aguas heladas preguntándose si llegaría o no a la superficie. Se decían muchas tonterías acerca de la gente que se hunde tres veces y luego se ahoga. Él se había hundido y había flotado durante días semanas meses ¿quién podría decirlo? Pero no se había ahogado. Cada vez que llegaba a la superficie se desvanecía en la realidad y cada vez que se hundía se desvanecía en la nada. Lentos y prolongados desmayos mientras luchaba por el aire y la vida. Peleaba duramente y lo sabía. Un hombre no puede luchar siempre. Si se ahoga o se asfixia tiene que ser listo y ahorrar fuerzas para la definitiva y última lucha a muerte.

Se quedaba tendido de espaldas porque no era un estúpido. Si te colocas de espaldas puedes flotar.

Cuando era muchacho solía hacerlo. Sabía hacerlo. Sus últimas fuerzas se agotaban en la lucha cuando todo lo que tenía que hacer era flotar. Qué tonto.

Manipulaban su cuerpo. Le llevó un rato darse cuenta porque no les oía. Entonces recordó que estaba sordo. Era curioso estar allí tendido con gente en la habitación que te toca te observa te cura y sin embargo permanece fuera de tu audición. Los vendajes le envolvían la cabeza y tampoco podía verles. Sólo sabía que allí fuera en la oscuridad más allá de la onda auditiva le manipulaban y trataban de ayudarle.

Le estaban quitando parte de las vendas. Sintió el frescor el súbito secarse del sudor en su costado izquierdo. Estaban manipulando en su brazo. Sintió el pinchazo de un pequeño instrumento afilado que le raspaba en alguna parte y arrancaba trozos de su piel. No dio un salto. Sencillamente se quedó quieto porque tenía que ahorrar fuerzas. Trató de explicarse por qué le pinchaban. Después de cada pinchazo sentía un pequeño tirón en la carne de la parte superior de su brazo y una desagradable punzada de calor como una fricción. Los pequeños tirones proseguían con breves sacudidas cada una era seguida de un ardor. Le dolía. Deseaba que pararan ya. Le picaba. Quería que le rascaran.

Se congeló completamente quedó duro y rígido como un gato muerto. Había algo extraño en esos pinchazos y tirones y ese calor como de fricción. Podía sentir las cosas que hacían en su brazo pero no podía sentir su brazo en absoluto. Era como si la sensación se produjera dentro de su brazo. Como si sintiera a través del extremo de su brazo. Lo más próximo que pudo imaginar en el extremo de su brazo era su mano. Pero el dorso de su mano el extremo de su brazo estaba arriba arriba a la altura de su hombro.

Oh Cristo le habían cortado su brazo izquierdo.

Se lo habían cortado por el hombro. Ahora podía advertirlo con claridad.

Oh Dios mío ¿por qué le habían hecho eso?

No podían hacerlo hijos de puta no podían hacerle eso. Hacía falta tener un papel firmado o algo así. Lo exigía la ley. No se le puede cortar el brazo a un hombre sin preguntarle sin pedir permiso porque el brazo de un hombre es suyo y lo necesita. Oh Jesús tengo que trabajar con ese brazo ¿por qué me lo han cortado? ¿Por qué me han cortado el brazo? Respondan. ¿Por qué me han cortado el brazo? ¿Por qué por qué por qué?

Volvió a hundirse en el agua y luchó y luchó y luego salió con el ombligo dando saltos y la garganta ardiendo. Y mientras estuvo bajo el agua luchando con un solo brazo por regresar habló consigo mismo diciéndose que aquello no le podía haber ocurrido a él. Sin embargo le había ocurrido.

De modo que me han cortado el brazo. ¿Cómo trabajaré ahora? No piensan en ello. Piensan nada más en hacer lo que les parece. Sólo se trata de otro tío con un agujero en el brazo. Cortémoslo. ¿Qué os parece muchachos? Por supuesto. Cortadle el brazo al muchacho. Para arreglarle el brazo a un tío hace falta mucho trabajo y mucho dinero. Esta es una guerra y la guerra es el infierno así que al infierno con el brazo. Venid muchachos. Observad. ¿Bonito verdad? El tío está en la cama y no puede decir nada mala suerte. De todas maneras esta es una guerra hedionda así que cortemos ese maldito brazo y terminemos de una vez.

Mi brazo. Mi brazo. Me han cortado el brazo. ¿Veis ese muñón? Era mi brazo. Oh claro que tenía un brazo nací con él y era tan normal como vosotros y podía oír y tenía un brazo izquierdo como todo el mundo. Pero esos holgazanes hijos de puta me lo cortaron. ¿Qué os parece?

¿Cómo?

Tampoco puedo oír. No oigo nada. Escribidlo. Ponedlo en un papel. Puedo leer. Pero no puedo oír. Escribidlo en un papel y entregádselo a mi brazo derecho porque no tengo brazo izquierdo.

Mi brazo izquierdo me pregunto qué habrán hecho con él. Cuando le cortas un brazo a un hombre tienes que hacer algo con él. No puedes dejarlo tirado por ahí. ¿Lo envías a los hospitales para que los muchachos puedan hacerlo pedazos y observar cómo funciona el brazo de un hombre? ¿Lo envuelves en un periódico y lo arrojas a la basura? ¿Lo entierras? Al fin y al cabo es parte de un hombre. Una parte muy importante del hombre y debe ser tratada con respeto. ¿Lo llevas y lo entierras y pronuncias una pequeña oración? Deberías hacerlo. Porque se trata de carne humana que murió joven y merece una buena despedida.

Mi anillo.

Tenía un anillo en esa mano. ¿Qué habéis hecho con él? Me lo había regalado Kareen y quiero que me lo devuelvan. Puedo usarlo en la otra mano. Lo necesito porque significa algo importante. Si lo habéis robado apenas me quiten las vendas me ocuparé de vosotros ladrones hijos de puta. Si lo habéis robado sois ladrones de sepulturas porque mi brazo está muerto y le habéis quitado el anillo. Vosotros robáis a los muertos. Eso es lo que hacéis. Antes de que me hunda nuevamente. ¿Dónde está mi anillo el anillo de Kareen? Quiero el anillo. El anillo de Kareen nuestro anillo por favor ¿dónde está? La mano que lo llevaba está muerta y el anillo no se hizo para ceñir carne podrida. Era para llevarlo en mi mano viva porque significaba vida.

—Me lo dio mi madre. Es una verdadera adularia. Puedes usarlo.

—No me cabe.

—El meñique tonto prueba en el meñique.

—Oh.

—¿Lo ves? Te dije que iría bien.

—Gatita.

—Oh Joe tengo tanto miedo. Bésame otra vez.

—No deberíamos haber apagado las luces. Tu padre se enfadará.

—Bésame. Mike no se enfadará. Él entiende.

—Gatita gatita gatita mía.

—No te vayas Joe. No te vayas por favor.

—Cuando te reclutan tienes que ir.

—Te matarán.

—Puede ser. No creo.

—Mataron a muchos que no creían que morirían. No vayas Joe.

—Muchos vuelven.

—Te quiero Joe.

—Gatita.

—No soy una gatita soy un bohunk[3].

—Eres mitad y mitad pero pareces una gatita. Tienes los ojos y el pelo de una gatita.

—Oh Joe.

—No llores Kareen. No llores por favor.

De pronto les cubrió una sombra y ambos alzaron los ojos.

—Basta maldita sea. Basta.

El viejo Mike Birkman. ¿Cómo logró entrar en la casa tan silenciosamente? Estaba allí de pie por encima de ellos en la oscuridad mirándoles con furia.

Se quedaron estirados en el sofá mirándole. Parecía un enano gigante su espalda estaba encorvada por los veintiocho años en las minas de carbón de Wyoming. Veintiocho años en las minas con un carné rojo de la I. W. W. y maldiciendo a todo el mundo. Les miraba con ojos penetrantes y ellos no se movían.

—No permitiré esto en mi casa. ¿Vosotros creéis que esto es el asiento trasero de un auto? Ahora levantaros como dos personas decentes. Vamos. Ponte de pie Kareen.

Kareen se puso en pie. Medía apenas cinco pies y una pulgada. Mike juraba que era porque no había comido lo suficiente cuando era niña pero probablemente no era cierto porque su madre había sido pequeña y Kareen estaba perfectamente formada y era sana y hermosa. Tan hermosa. Mike solía exagerar cuando se excitaba. Kareen miró sin miedo al viejo Mike.

—Él se va por la mañana.

—Lo sé. Lo sé muchacha. Entrad en el dormitorio. Los dos. Quizá no tengáis otra oportunidad. Ve Kareen.

Kareen le miró largamente y luego se dirigió al dormitorio con la cabeza baja como si fuese una niña muy ocupada en sus pensamientos.

—Ve muchacho. Está asustada. Ve y abrázala.

Él echó a andar y entonces sintió la mano de Mike que le aferraba un hombro. Mike le miraba fijamente y sus ojos se vislumbraban pese a la oscuridad.

—Sabes cómo tratarla ¿verdad? No es una prostituta. ¿Sabes?

—Sí.

Él dio media vuelta y entró en el dormitorio.

Sobre un costado de la cómoda había un velador encendido. En un rincón de la habitación más allá del velador estaba Kareen de pie. Se había quitado la blusa y estaba en enaguas. Cuando él entró tenía el torso inclinado hacia las caderas y sus manos intentaban desabrochar la falda. Levantó los ojos y se quedó mirándole sin mover las manos ni nada. Le miró como si lo viese por primera vez y no supiera si él le gustaba o no. Le miró de una forma que a él le dieron ganas de llorar.

Se acercó y la rodeó cuidadosamente con sus brazos. Ella apoyó la frente en su pecho. Luego se volvió hacia la cama. Retiró las mantas y se metió dentro vestida. Seguía mirándole todo el tiempo como si temiese que él pudiera decir algo mordaz o se echara a reír o se marchara. Hizo suaves movimientos bajo las mantas y sus ropas empezaron a caer a un lado de la cama. Cuando todas estuvieron en el suelo junto a la cama le sonrió.

Él comenzó a quitarse la camisa sin apartar los ojos de ella. Ella miró a su alrededor y frunció el ceño.

—Joe ponte de espaldas.

—¿Por qué?

—Quiero salir de la cama.

—¿Por qué?

—Olvidé algo. Date la vuelta.

—No.

—Por favor.

—No. Yo te lo alcanzo.

—No. Quiero buscarlo yo misma. Vuélvete.

—No. Quiero verte.

—No puedes Joe. Alcánzame la bata.

—Eso sí.

—Está en el armario. Es roja.

Fue hacia el armario y cogió la bata. Era una cosita ligera con flores estampadas y realmente no servía para cubrir a nadie. Se la llevó hasta la cama sosteniéndola a cierta distancia.

—Acércala.

—Cógela.

Ella rio después se estiró rápidamente y se la arrebató metiéndola bajo las mantas. Para cogerla tuvo que estirarse tanto que él pudo percibir la curva de su pecho. Ella se reía suavemente mientras luchaba bajo las mantas poniéndose la bata y estirándola hacia abajo como si le hubiera gastado una gran broma. Después retiró las mantas saltó de la cama y corrió con los pies desnudos hacia la sala. Él vio las plantas de sus pies moviéndose rápidamente sobre el piso. Tenían dos arcos. Uno a lo largo del empeine y otro que cruzaba desde el dedo y se elevaba delicadamente desvaneciéndose hacia el talón. Pensó qué bellos pies tiene qué fuertes y hermosos.

Ella volvió con un florero de geranios rojos y lo puso sobre una mesita frente a la ventana.

Abrió la ventana y volvió despacio el rostro hacia él. Estaba apoyada sobre la mesa y al mismo tiempo parecía colgando de ella.

—Si realmente quieres verme.

—Pero si tú no quieres yo no quiero.

Ella se dirigió al armario se puso de espaldas y se quitó la bata. Luego se dio la vuelta mirando insistentemente sus pies. Fue hacia la cama y se deslizó entre las mantas.

Él apagó la luz se quitó la ropa y se metió en la cama a su lado. La rodeó con el brazo descuidadamente como si todo fuera una casualidad. Ella estaba muy quieta. Él movió la pierna. De entre las sábanas surgió una bocanada de aire y él pudo percibir su olor. Piel limpia limpia y olor a jabón y a sábanas. Acercó su pierna a la de ella. Ella se giró hacia él le rodeó el cuello con los brazos y le apretó con fuerza.

—Oh Joe Joe no quiero que te vayas.

—¿Tú crees que me quiero ir?

—Tengo miedo.

—¿De mí?

—Oh no.

—Gatita mía.

—Es bello estar así ¿verdad?

—Sí.

—¿Alguna vez has estado así con alguien?

—Con nadie a quien amara.

—Me alegro.

—Es la verdad. ¿Y tú?

—No deberías preguntarlo.

—¿Por qué?

—Porque soy una dama.

—Tú eres una gatita.

—Nunca he estado así con nadie.

—Ya lo sé.

—Pero no tenías por qué saberlo en realidad oh Joe quisiera que te escaparas que no te fueras.

—A ver. Pon tu cabeza sobre mi brazo izquierdo. Como un almohadón.

—Bésame.

—Dulce gatita.

—Querido. Oh querido. Oh mi querido querido querido mío.

No durmieron gran cosa. De vez en cuando dormitaban se despertaban y descubrían que estaban separados entonces volvían a acercarse y se apretaban muy fuerte como si se hubieran perdido para siempre y acabaran de encontrarse de nuevo. Mike se pasó la noche desplazándose inquietamente por la casa tosiendo y murmurando.

Cuando llegó la mañana apareció junto a la cama con dos desayunos en una bandeja.

—Aquí tenéis muchachos. Comed.

Allí estaba de pie el tosco viejo Mike bondadoso ceniciento y duro con los ojos dolorosos y enrojecidos. Mike había estado preso demasiadas veces como para no ser bueno. El viejo Mike que odiaba a todo el mundo. Odiaba a Wilson y odiaba a Hughes odiaba a Roosevelt y odiaba a los socialistas porque no hacían más que hablar y tenían horchata en lugar de sangre en las venas. Hasta odiaba un poco a Debs aunque no mucho. Veintiocho años en las minas de carbón le habían convertido en un hombre que sabía odiar. «Y ahora soy un maldito peón de ferrocarril ¿qué os parece esta sucia forma de ganarse la vida?» Mike con su espalda encorvada por el trabajo de las minas les traía el desayuno.

—Aquí tenéis muchachos. Daros prisa y comed. No tenéis mucho tiempo.

Comieron. Mike se fue refunfuñando y no volvió a entrar en la habitación. Cuando terminaron el desayuno se quedaron un rato recostados mirando el cielo raso y digiriendo la comida.

—Roncabas.

—No. Además no tendrías que decirlo. Has sido tú de todos modos.

—Era un bello ronquido. Me ha gustado.

—Eres terrible. Levántate tú primero.

—No. Hazlo tú primero.

—Oh Joe bésame. No te vayas.

—Daros prisa muchachos endemoniados.

—Levántate.

—Tú.

—Cuento hasta tres uno dos tres.

Saltaron de la cama. Hacía frío. Tiritaban y se reían el uno del otro y nunca terminaban de vestirse porque a cada momento se detenían para besarse.

—Daros prisa muchachos del diablo. Vais a perder el tren y entonces a Joe lo fusilarán los norteamericanos no los alemanes. Sería vergonzoso.

Esa mañana partían cuatro trenes cargados de reclutas y había un terrible gentío en la estación. Todos los alrededores de la estación los automóviles y hasta las locomotoras estaban embanderados y la mayor parte de las mujeres y niños llevaban pequeñas banderas que agitaban lánguida y ociosamente. Había tres bandas que parecían tocar al mismo tiempo y muchos oficiales conduciendo a la gente de un lado a otro y el alcalde que pronunciaba un discurso y la gente que lloraba y se extraviaba y se reía y se emborrachaba.

Su madre y sus hermanas estaban allí y Kareen estaba allí y Mike estaba allí murmurando malditos imbéciles y mirando con ojos furiosos a todo el mundo y observando a Kareen con preocupación.

«Y sus vidas si es necesario para que la democracia no sea borrada de la faz de la tierra»[4].

—No tengas miedo Kareen todo va bien.

«Como dijo ese gran patriota Patrick Henry»

Johnny coge tu fusil coge tu fusil coge tu fusil.

«Como dijo ese gran patriota George Washington»

—Adiós madre adiós Catherine adiós Elizabeth. Enviaré la mitad de mi sueldo y con el seguro de papá será suficiente hasta que vuelva.

Y no volveremos hasta que allá todo haya terminado

«Marcha con vivacidad muchacho que ahora estás en el Ejército.»

Guarda tus preocupaciones en tu vieja mochila y suerte sonríe sonríe

«Como dijo ese gran patriota Abraham Lincoln»

—¿Dónde está mi hijo dónde está mi hijo? ¿No se da cuenta de que es menor de edad? Hace una semana que llegó de Tucson. Le tenían preso por vagancia y he venido hasta aquí para recuperarle. Le permitieron salir de la cárcel si se incorporaba al ejército. No tiene más que dieciséis años pero es grande y fuerte para su edad siempre lo ha sido. Es demasiado joven le digo casi un niño. ¿Dónde está mi pequeño?

Adiós mamá adiós papá adiós mula con tu viejo rebuzno

«Como dijo ese gran patriota Theodore Roosevelt»

América te amo tú eres como una novia para mí

—No te vayas Joe. Huye. Te matarán lo sé. No te volveré a ver.

Oh Kareen ¿por qué tenían que hacer la guerra justamente ahora que nos hemos encontrado? Kareen tenemos cosas más importantes que la guerra. Nosotros Kareen. Tú y yo en una casa. Por la noche volveré a tu lado en mi casa tu casa nuestra casa, Tendremos niños gordos felices y también listos. Eso es más importante que la guerra. Oh Kareen Kareen te miro sólo tienes diecinueve años y ya eres vieja como una anciana. Te miro Kareen y lloro por dentro y sangro.

Nada más que la oración de un bebé en el crepúsculo cuando las luces se van apagando.

«Como dijo ese gran patriota Woodrow Wilson»

Brilla un manto de plata a través de la oscura nube

«Todos al tren. Todos al tren.»

Allí allí allí allí allí

—Adiós hijo. Escribe. Nos arreglaremos.

—Adiós mamá adiós Catherine adiós Elizabeth. No lloréis.

«Porque vosotros sois la gloria de Los Ángeles. Que Dios os bendiga. Que Dios nos otorgue el triunfo.»

«Todos al tren. Todos al tren.»

Vienen los yankis vienen los yankis

«Oremos. Padre nuestro que estás en el cielo»

—No puedo rezar. Kareen no puedo rezar. Kareen no es tiempo de rezar.

«Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo»

Kareen Kareen no quiero irme. Quiero quedarme aquí y estar contigo y trabajar hacer dinero tener hijos y amarte. Pero tengo que ir.

«Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre amén»

—Adiós Mike adiós Kareen te quiero Kareen.

Oh decid si podéis ver

—Adiós mamá adiós Catherine adiós Elizabeth.

Aquello que con tanto orgullo saludábamos

—Tú entre mis brazos para siempre Kareen.

Cuyas anchas franjas y estrellas luminosas

Adiós todos adiós. Adiós hijo padre hermano amante esposo adiós. Adiós adiós madre padre hermano hermana novia esposa adiós y adiós.

En la tierra de los libres y la patria de los valientes.

—Adiós Joe.

—Adiós Kareen.

—Joe querido Joe Joe abrázame más fuerte. Deja tu bolsa y rodéame con ambos brazos y abrázame fuerte. Los dos brazos. Los dos.

Tú en mis brazos Kareen adiós. En mis dos brazos. Kareen en mis brazos. Dos brazos. Brazos brazos brazos brazos. Constantemente entro y salgo del desmayo Kareen y tardo en darme cuenta. Estás entre mis brazos Kareen. Entre mis dos brazos. Los dos brazos. Ambos. Ambos.

No tengo brazos Kareen.

Mis brazos han desaparecido.

Mis dos brazos han desaparecido Kareen los dos.

Desaparecidos.

Kareen Kareen Kareen.

Me han cortado los dos brazos.

Oh Jesús madre adiós Kareen me han cortado los dos brazos.

Oh Jesús madre dios Kareen Kareen Kareen mis brazos.