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La presencia de Mara

Domingo, 20 de mayo, por la tarde

(Bede)

En el intenso silencio de la sobremesa, cuando el aire está inmóvil y el polvillo empaña los rayos de luz que penetran por las persianas entrecerradas, es posible «sentir» los cuerpos que lo atraviesan sin ser vistos y la respiración, leve y afanosa, de los infelices. Entre los hijos de Anna, Mara era la más atormentada. Hubiera querido confortarla, pero, conmigo, ella jamás bajaba la guardia que protegía su infelicidad.

Mara, tú estabas celosa de mí y no lograbas comprender el motivo. Habría deseado conocerte mejor. Ahora te veo, Mara. Buscar, buscar, buscar. La villa se te ha abierto como una ostra, lenta y misteriosa.

Hubiera querido ayudarte en tu búsqueda. Siempre pensé que tú y yo habríamos podido entendernos. Hay algo de Anna en ti, lo sabes.

Qué provisionales somos, Mara.