7

—Es verdad que estaba en la Plaza La Bruyère. No vale la pena negarlo, pues el portero nos vio, a pesar de que estaba borracho como una cuba, y no sólo con la botella de coñac que Manuel le compró. También están mis huellas digitales por toda la casa, huellas de polvos o de crema. ¡Qué sé yo!…

»La cosa dura desde hace tres años. Yo iba a su casa dos veces por semana…

»Y este golfo, este miserable vicioso que está ahí en el rincón, debe de saberlo muy bien…

»En cuanto a Manuel, sabía lo que hacía convirtiéndose en mi amante. No me quería a mí realmente, lo que quería era ser el heredero de mi marido…

Estaba desmelenada, hablaba a golpes bruscos.

—Cuando Maurice se ocupó de él, Manuel era sólo un chulillo de última categoría… Lo que estoy segura de que usted no sabe es que el gran jefe era Maurice…

Maigret fumaba a lentas bocanadas evitando interrumpir la marea de palabras. Lina hablaba bajo el impulso de la pasión, o quizá del miedo. De vez en cuando se volvía hacia Manuel y le miraba con odio.

Y sin embargo, unas horas antes, eran amantes y cómplices al mismo tiempo.

Ahora se trataba de ver quién iba a poder cargar toda la responsabilidad sobre el otro.

—Janvier, quítale las esposas…

—¡Al fin! ¡Menos mal! No iba a poder escaparme de aquí, creo yo…

Manuel había perdido la soberbia y se contentaba con hacer ironías.

La Pulga se mantenía inmóvil en su silla, en el rincón más alejado de los hermanos Mori. Seguía con su aire asustado y, aunque Manuel estaba ahora bastante desfondado, continuaba mirándole con terror.

Le había temido durante tanto tiempo, considerándole como una especie de superhombre, que no lograba desembarazarse del miedo.

—Voy a vomitarlo todo… Y ahora mismo… Estábamos en la cama. Llamaron a la puerta…

—¿No esperaban la llamada?

Vaciló un momento.

—No. ¿Por qué iba a pensar que mi marido vendría precisamente aquella noche?

—¿No estaba al corriente de sus relaciones con Mori, él, que sabía todo lo que pasaba en el barrio de Pigalle?…

—¿Por qué iba a esperar tres años, entonces? Si estaba al corriente, es que era un buen actor, pues era celoso como un moro…

—¿Tiene la impresión de que Manuel, por su parte, esperaba esta visita?

Esta vez el silencio fue más largo.

—Francamente, no sé… Se levantó y se puso la bata, que estaba en el respaldo de una silla… Luego agarró la pistola del cajón de la mesita y se la metió en el bolsillo…

—¡Está mintiendo, comisario!… La bata es de seda muy ligera. Un arma se habría notado a través de la tela… Escúcheme… He dicho que sólo iba a hablar en presencia de mi abogado, y es verdad… Le pido sólo que desconfíe de todo lo que le diga esta mujer, y que compruebe…

»Por lo menos en un punto puedo decirle ahora la verdad… Fue ella quien, cuando empezamos a tratarnos con Maurice, se me echó al cuello… Me repetía que Maurice era un anciano, que estaba acabado… Un viejo maniático, decía…

—Al contrario, fue él quien…

Manuel se levantó.

—Quédese sentado…

Para un observador indiferente, la escena debía de resultar casi divertida. Maigret en su sillón, frente a una fila de pipas, estaba tan inexpresivo como una figura de cera del Museo Grevin. Los miraba uno a uno, registrando sus sucesivas reacciones.

La Pulga seguía temblando en su rincón, como si personalmente le amenazara un peligro.

El más joven de los dos hermanos escuchaba sin intervenir.

De momento lo que allí se estaba viendo no era más que una violenta disputa entre amantes, una disputa que sólo tangencialmente rozaba el asunto Marcia.

—El día que quieras, serás su sucesor…

»Eso es lo que decía. Es ambiciosa, insaciable… Empezó muy bajo. Anduvo de trotona por Pigalle antes de empezar a trabajar en Tabarin…

Era lamentable, y el pobre Lapointe, mientras iba tomando notas apresuradamente, procuraba esconder su indignación.

—¿Tenía ella ya la idea de matar a Marcia? —preguntó Maigret con voz tranquila, como si fuera la pregunta más natural del mundo.

—En todo caso, se trata de una idea que se le ocurrió desde los primeros meses…

—¿La disuadió usted?

—No es verdad, señor comisario. Fue él quien se convirtió en mi amante sólo para ponerse un día las zapatillas de mi marido…

—¿Y éste no sospechaba nada?

—Tenía confianza en mí. Además era la primera vez que le engañaba…

—Falso… Se ha acostado hasta con Freddy, el barman… Él será testigo…

La mujer se volvió una vez más, furiosa como si fuera a escupirle en la cara.

—Las cosas serían más fáciles, señora, si usted se estuviera sentada en su silla…

—He visto cómo miró los muebles y los cuadros de la calle Ballu. Estoy convencida de que los va a hacer peritar por expertos. Entonces, fatalmente, van a descubrirlo todo… Pero eso no fue idea de este miserable…

¡Era Manuel quien se había convertido en un miserable!

—La banda de los palacios, como la llamaban, fue idea de mi marido, y fue él quien la organizó… Tenía seis o siete hombres de confianza dispersos por Francia… Los avisaban cuando había dispuesto un golpe, y acudían a la cita que les daban…

»Los hermanos Mori iban también, con su camión y los cajones, para sacar el botín…

—¿Qué era de los muebles y de los objetos de valor una vez Maurice y Manuel los habían ocultado?

—Volvían a provincias, a casa de anticuarios conocidos. ¡A ver si te atreves a decir que todo esto es mentira!

—Es lo único verdad de cuanto ha dicho desde que estamos aquí, comisario… Es imposible negarlo, pues los muebles van a ser reconocidos por los expertos…

—Y era usted quien dirigía las operaciones…

—Allí, en el lugar del golpe, sí… Pero las órdenes venían de Maurice… No corría riesgos… En su restaurante hacía el papel del bribón arrepentido y había magistrados que le daban la mano…

—¿Era un buen negocio?

—Una mina…

—Que usted intentó apropiarse…

—La idea fue suya…

—¿Está seguro?

—Mi palabra contra la suya. Usted decida lo que quiera… Siento haber tirado la pistola al Sena, pues serían sus huellas digitales y no las mías las que usted podría ver allí…

—¿Pero no ve que está mintiendo a sangre fría?

En el momento en que menos se esperaba, Maigret se volvió hacia La Pulga, que se quedó pálido.

—¿A qué hora le telefoneaste?