Capítulo 67

Ahora vivo solo en el apartamento de Stormy, con su ecléctica mezcla de muebles de segunda mano. Las viejas lámparas de pie, con pantallas de seda y flecos de cuentas. Las sillas de estilo Stickley, con sus curiosos reposapiés victorianos. Los grabados de Maxfield Parrish y los floreros de vidrio iridiscente.

Nunca tuvo mucho en esta vida, pero, con las cosas más simples, creó un rincón en el mundo tan bello como el palacio de un rey. Tal vez carezcamos de riquezas, pero la mayor fortuna es la que vive en nuestros corazones.

Aún veo a los muertos y, de cuando en cuando, se me pide que haga algo relacionado con ello. Como antes, la estrategia intervencionista suele conducir a que me vea obligado a lavar una infrecuente cantidad de ropa.

A veces, cuando me despierto por la noche, creo oír su voz, diciendo: «Ponme en antecedentes, mi raro amigo». La busco, y nunca la encuentro. Pero siempre está aquí. De modo que la pongo al día contándole todo lo que me ha ocurrido.

Elvis me acompaña más que antes. Le agrada verme comer. He comprado varios de sus discos; nos sentamos juntos en la sala de estar, bajo la suave luz, y le oímos cantar cuando era joven, estaba vivo y sabía adonde pertenecía.

Stormy creía que estamos en este campo de entrenamiento para aprender, que si no perseveramos a pesar de los obstáculos y de las heridas que nos inflige el mundo no nos ganaremos nuestra próxima vida de grandes aventuras. Con tal de estar con ella, tendré la perseverancia de un bulldog. Pero me parece que este entrenamiento es innecesariamente duro.

Mi nombre es Raro Thomas. Soy cocinero especializado en fritos. Llevo una vida poco corriente, aquí en mi Pico Mundo, mi pequeño mundo. Estoy en paz.