IV

Un año después estaba yo en la plaza de toros de San Pablo, y junto a mí una joven llena de perlas y diamantes, y con un riquísimo vestido.

Sus facciones no me eran desconocidas. Un recuerdo vago pasaba por mi mente de haber visto antes fijarse en mí dos ojos negros y expresivos, y aunque al parecer llena de alegría y de vida, percibía yo un fondo de melancolía que anunciaba profundos pesares y remordimientos. Pregunté a un amigo si conocía a la joven que teníamos al lado.

—Como a mis manos —me respondió—, se llama Leonarda, es casada con un tal Federico Tornasol, que fue primero dependiente de la tienda de… y desesperado de su mujer, se marchó a Tejas de teniente del regimiento número…

Salí de los toros diciendo: «He aquí un lindo matrimonio». Entréme a un café, tomé un periódico y leí:

La acción estuvo muy reñida, y aunque las armas mexicanas obtuvieron completo triunfo, murieron ciento cincuenta soldados, el coronel H…, los capitanes R… y el teniente don Federico Tornasol.