por Víctor Gallego
Pocas obras literarias aparecen envueltas en un misterio tan espeso como Novela con cocaína. Durante más de medio siglo sus páginas han estado rodeadas de hipótesis, enigmas, alusiones, sugerencias y atribuciones.
La historia de la publicación de la novela está llena de lagunas y lugares oscuros, que poco a poco los estudiosos y especialistas se han esforzado por rellenar o esclarecer. Todo empezó a principios de la década de 1930, cuando a la redacción de la revista Cifras, editada por algunos emigrados rusos en París, llegó un paquete procedente de Constantinopla, en cuyo interior se encontraba el manuscrito de Novela con cocaína, firmado por un autor absolutamente desconocido, M. Aguéiev.
Vista la calidad y el interés de la obra, la redacción aprobó su publicación. Fragmentos del libro, que en un principio se tituló Relato con cocaína, aparecieron en La Vida Ilustrada y en la revista Cifras. En 1934 la revista Encuentros dio a la estampa la segunda y última obra conocida del autor, el relato «Un pueblo sarnoso». En 1936 Novela con cocaína se publicó en forma de libro en una editorial parisina. A partir de entonces el nombre de M. Aguéiev desaparece del mundo de las letras, y su persona se evapora, se desvanece como humo sin dejar rastro. ¿Quién es Aguéiev? ¿Dónde está? ¿Qué hace? Durante más de cincuenta años nadie puede dar respuesta cumplida a ninguno de esos interrogantes.
La novela gozó una buena acogida y de su análisis y juicio se ocuparon algunos de los escritores y críticos más renombrados y relevantes de la emigración rusa, como Adamóvich, Merezhkovski o el poeta Jodasiévich (unido sentimentalmente durante algún tiempo a la escritora Nina Berberova).
Adamóvich aportó un par de datos sobre el autor; «Vive en Constantinopla y emplea el nombre de Aguéiev como seudónimo». Merezhkovski le dedicó el comentario quizá más elogioso y entusiasta: «Su lenguaje es excepcional, gráfico. Por un lado, presenta concomitancias con Bunin; por otro, con Sirin [seudónimo empleado en aquella época por Vladímir Nabókov]. En su lenguaje (en sus imágenes) combina la densa materia del estilo de Bunin, entretejida de modelos antiguos, con la novedosa y brillante tela de Sirin. Eso en lo exterior. En lo demás, hay que olvidarse de Bunin, con su densidad, y de Sirin, con el brillo hueco de su seda literaria, y pensar quizá en Dostoievski, aunque en un Dostoievski de los años treinta de nuestro siglo».
En general, la crítica dedicó una atención especial a dos aspectos concretos de la novela: en primer lugar la sinceridad casi cruel con que el autor afronta una temática prácticamente inédita en la literatura rusa, que suele pasar de puntillas por los aspectos más escabrosos de la realidad; en segundo término, la singularidad y la magia de su estilo, alabado por unos como modelo de originalidad y creatividad desenfrenada y atacado por otros por su pretendida vulgaridad, su sentido laxo de la gramática y el empleo de términos poco comunes en obras literarias de cierta ambición. Unos celebraron su atrevimiento y su osadía; otros reprocharon su alejamiento de la tradición literaria rusa; pero nadie se atrevió a negar la incuestionable novedad y frescura de la obra, cualidades que tal vez propiciaron su supervivencia entre tantas obras olvidadas y preteridas de ese período.
A pesar del interés que despertó y de los comentarios elogiosos que mereció, la obra pronto quedó sepultada, a lo que contribuyó quizá la agitación, el desconcierto y el dramatismo ele la situación histórica.
A mediados de la década de 1980, cuando todo parecía indicar que Novela con cocaína había sido devorada definitivamente por el tiempo, un grupo de eslavistas occidentales logró rescatarla del olvido y la volvió a publicar. La aparición de la traducción francesa en 1983 conoció un éxito excepcional y propició otras versiones al inglés y al italiano. Pronto Novela con cocaína alcanzó reconocimiento mundial y un grado de aceptación y aquiescencia que parecía ya definitivo. Poco después la obra aparecía también en la Unión Soviética, con lo que cincuenta años más tarde de su publicación Novela con cocaína llegaba finalmente a Rusia.
Enseguida volvieron a plantearse los mismos interrogantes que habían acompañado la primera aparición de la novela: ¿Quién se ocultaba bajo el misterioso nombre de Aguéiev? ¿Acaso un hombre de carne y hueso, un desconocido genial, o un escritor reconocido y renombrado, que había utilizado ese seudónimo como una eficaz careta? Una circunstancia parecía apuntar en esa última dirección: la extraordinaria maestría literaria de la novela y la destreza del narrador, poco probables, casi desconcertantes, en el caso de un debutante; otro dato, en cambio, parecía descartarla: el testimonio de algunas personas que decían haberlo conocido.
La poetisa Lidia Chervínskaia es la primera en proponer el nombre de Marko Levi como autor de la novela. Según sus palabras, Marko Levi había viajado a Constantinopla a principios de los años treinta y posteriormente había regresado a la Unión Soviética, circunstancia que permitía explicar la ausencia de noticias e informaciones sobre su paradero, y su silencio definitivo. No obstante, en un primer momento, esa sugerencia recibió escasa consideración.
En 1985, en el número 144 de la revista El Mensajero del Movimiento Cristiano Ruso, Nikita Struve, eminente eslavista de la Sorbona y editor de las Obras completas del poeta Ósip Mandelstam, formuló una propuesta que causó un gran revuelo y provocó un torrente de comentarios. En ese artículo el profesor Struve atribuía la autoría de Novela con cocaína a Vladímir Nabókov, aduciendo que las evidentes similitudes y concomitancias —estilísticas y estructurales— entre algunas obras del gran narrador y Novela con cocaína no podían deberse a la simple casualidad. Muchos terciaron en la polémica, bien para defender la hipótesis bien para rechazarla, hasta que la viuda del escritor, Vera Nabókova, pareció zanjar la cuestión con una carta airada, concluyente y un tanto arrogante, dirigida a la redacción del Pensamiento Ruso: «Mi marido, el escritor Vladímir Nabókov, no escribió Novela con cocaína, nunca utilizó el seudónimo de Aguéiev, no publicó en la revista Cifras, que le atacó en uno de sus primeros números, nunca estuvo en Moscú, jamás en su vida probó la cocaína (ni ningún otro narcótico) y escribía, a diferencia de Aguéiev, en un estilo petersburgués extraordinario, límpido y correcto».
La cuestión de la atribución siguió abierta hasta que en noviembre de 1991 apareció en el Pensamiento Ruso un artículo de Serguéi Dediulin titulado «Una autoría definitivamente establecida», en el que se ofrecían datos concluyentes y espectaculares sobre el misterioso autor de Novela con cocaína. En ese artículo se informaba de que una investigadora moscovita, Marina Sorokina, había confirmado en los archivos de Moscú una hipótesis de Gabriel Superfin, según la cual el centro escolar descrito en la primera parte de la novela se correspondía con el instituto privado R. Kreimanovski. Al parecer, la exhumación de los archivos había confirmado que entre los alumnos que terminaron el instituto el año 1916 aparecían los nombres de Marko Levi y de casi todos los personajes de la primera parte de la novela.
De ese modo, parecía confirmarse el nombre de Marko Levi como autor de la novela, aunque una certidumbre casi definitiva no se estableció hasta 1994, gracias a un artículo de los mismos investigadores, Marina Sorokina y Gabriel Superfin, publicado en el almanaque histórico Pasado. En ese artículo se detallan los pocos datos que se conocen sobre Marko Levi. A continuación, paso a referir al lector los más relevantes[1].
Marko Lazárievich Levi nació el 27 de julio de 1898 en Moscú, en el seno de una familia de comerciantes. En agosto de 1912 ingresó en el instituto Kreimanovski, donde estudió hasta 1916. Ese mismo año fue bautizado en la parroquia evangélica de Moscú. Durante los años de la NEP, Levi trabajó como traductor para la sociedad Arcos (All Russian Cooperative Society Limited). En 1924 viajó a Alemania y al parecer adquirió un pasaporte paraguayo. En 1930 abandonó Alemania y se trasladó a Turquía, donde se dedicó a la enseñanza de lenguas y se consagró a la actividad literaria. Desde Constantinopla envió a París el manuscrito de Novela con cocaína. En 1942 Levi fue deportado a la Unión Soviética, acaso como consecuencia del intento de atentado contra el embajador alemán en Turquía, que la policía turca atribuyó a varios ciudadanos soviéticos. Tras regresar a la URSS, Levi se estableció en Yereván (Armenia), donde se casó y llevó una vida reglada y familiar, enseñando lengua alemana en la universidad de la ciudad. Murió en agosto de 1973 en Yereván, ciudad en la que fue enterrado.
Parece que la publicación de la novela en una editorial del exilio le ocasionó algunos problemas, como se desprende de un informe del cónsul general de la URSS, en Estambul, presentado ante el Comisariado General de Asuntos Exteriores el 22 de abril de 1939: «Levi ha señalado que su inofensivo libro no contiene una sola palabra en contra de la URSS. A partir de las conversaciones que hemos mantenido, se deduce que Levi ha recapacitado y reconocido la enormidad de su error».
¿A qué error se refiere el cónsul? ¿A la propia redacción de la novela o a su publicación en una revista del exilio? Sea como fuere, el simple envío del manuscrito a París constituye una prueba irrefutable de las escasas esperanzas que albergaba el autor de publicar Novela con cocaína en la URSS.
Al parecer, Marko Levi era aficionado a la música y el cine, fumaba mucho y coleccionaba naipes (hay alguna alusión a los naipes en la obra). Además, viajaba todos los años a Moscú, al menos una vez. ¿Con qué objeto? ¿Acaso para visitar a alguno de sus antiguos camaradas? ¿O tal vez por razones de índole profesional? Nada se sabe.
¿Volvió a escribir? ¿O, lo mismo que Rimbaud, se desentendió de su obra y abandonó definitivamente la literatura?
El velo del misterio ha levantado algunos de sus pliegues, pero aún sigue cubriendo de sombras y de enigmas las extrañas páginas de Novela con cocaína.