Capítulo 4

En casa

De la casa de los Macauley en Santa Clara Avenue salía música. Bess y la señora Macauley estaban tocando «All the World Will Be Jealous of Me». Tocaban la canción para el soldado Marcus, no importaba dónde estuviera, porque era su canción favorita. Mary Arena entró en el salón procedente de la casa de al lado, se puso al lado de Bess, que estaba sentada al piano, y enseguida empezó a cantar. Cantaba para Marcus, que lo era todo para ella. El pequeño Ulysses escuchaba y miraba. Había algo misterioso en todo aquello y él quería descubrir qué era, aunque estaba medio dormido. Por fin consiguió reunir la energía suficiente para decir:

—¿Dónde está Marcus?

—Marcus está en el ejército —dijo la señora Macauley.

—¿Y cuándo viene a casa?

—Cuando se termine la guerra.

—¿Mañana?

—No, mañana no.

—¿Cuándo?

—No lo sabemos. Estamos esperando.

—¿Y dónde está mi padre? —dijo Ulysses—. Si esperamos, ¿él también vendrá a casa, como Marcus?

—No, no funciona así. No va a venir andando por la calle, subir al porche y entrar en casa tal como hacía.

Aquello fue demasiado para el niño, y como solamente había dos palabras con la que anhelar cosas como la verdad y el consuelo, las pronunció:

—¿Por qué?

—Hace dos años que tu padre murió, Ulysses. Pero mientras estemos vivos, y estemos juntos, y mientras quedemos dos de nosotros y nos acordemos de él, nada en el mundo nos lo podrá arrebatar.

El chico se quedó un momento pensando en aquello y luego se acordó de lo que había presenciado aquel mismo día.

—¿Qué son las ardillas de tierra? —dijo.

Su madre estaba preparada para una pregunta como aquélla. Sabía que el niño tenía ojos, que más allá de los ojos tenía visión y que más allá de la visión tenía corazón y amor y ansia. Ansia de saber.

—Comparten la tierra con nosotros. Están vivas, como nosotros. Son parte de nosotros y parte de todas las cosas vivas.

—¿Y dónde está Homer? —dijo.

—Ayer tu hermano encontró un trabajo para después de la escuela. Llegará a casa a medianoche, cuando ya estés dormido.

Ulysses intentó con todas sus fuerzas quedarse despierto, pero no le fue posible.

La señora Macauley miró primero al niño y luego a su hermana Bess.

—Mételo en la cama —le dijo.

Bess y Mary llevaron al niño a su cuarto. Después de que las chicas se marcharan y ella se quedara sentada a solas, a la señora Macauley le pareció oír un paso y se volvió. Tuvo la impresión de que en la puerta estaba Matthew Macauley, tan real como si fuera Ulysses en lugar de un hombre adulto fallecido tan recientemente y sin embargo hacía tanto tiempo.