La desastrada muerte de Pedro de Alvarado
Estando Pedro de Alvarado muy pacífico y muy próspero en su gobernación de Cuauhtemallán y de Chiapa, la cual hubo de Francisco de Montejo por la de Honduras, procuró licencia del emperador para ir a descubrir y poblar en el Quito del Perú, a fama de sus riquezas, donde no hubiese otros españoles; así que armó el año de 1535 unas cinco naves, en las cuales, y en otras dos que tomó en Nicaragua, llevó quinientos españoles y muchos caballos. Desembarcó en Puerto Viejo, fue al Quito; pasó en el camino grandísimo frío, sed y hambre. Puso en cuidado y aun en miedo a Francisco Pizarro y a Diego de Almagro. Vendióles los navíos y artillería en cien mil castellanos, según muy largo se dijo en las cosas del Perú, y volvióse rico [300] y ufano a Cuauhtemallán. Hizo después diez o doce navíos, una galera y otras fustas de remo, con aquel dinero, para ir a la Especiería o descubrir por la punta de Ballenas, que otros llaman California. Entraron fray Marcos de Niza y otros frailes franciscanos por tierra de Culhuacán año de 38. Anduvieron trescientas leguas hacia poniente, más allá de lo que ya tenían descubierto los españoles de Jalisco, y volvieron con grandes nuevas de aquellas tierras, encareciendo la riqueza y bondad de Sibola y otras ciudades. Por relación de aquellos frailes, quisieron ir o enviar allá, con armada de mar y tierra, don Antonio Mendoza, virrey de la Nueva España, y don Fernando Cortés, marqués del Valle, capitán general de la misma Nueva España y descubridor de la costa del sur; mas no se concertaron, antes riñeron sobre ello, y Cortés se vino a España y el virrey envió a Pedro de Alvarado, que tenía los navíos arriba dichos, para concertarse con él. Fue Alvarado con su armada al puerto, creo, de Navidad, y de allí a México por tierra. Concertóse con el virrey para ir a Sibola, sin respecto del perjuicio e ingratitud que usaba contra Cortés, a quien debía cuanto era. A la vuelta de México fuése por Jalisco para remediar y reducir algunos pueblos de aquel reino, que andaban alzados y a las puñadas con los españoles. Llegó a Ezatlán, donde estaba Diego López de Zúñiga haciendo guerra a los rebeldes; fuése con él a un peñol donde estaban fuertes muchos indios. Combatieron los nuestros el peñol, y rebatiéronlos aquellos indios de tal manera que mataron treinta y les hicieron huir; y como estaban en alto y agro, cayeron muchos caballos la cuesta abajo. Pedro de Alvarado se apeó para mejor desviarse de un caballo que venía rodando derecho al suyo, y púsose en parte que le pareció estar seguro; mas como el caballo venía tumbando de muy alto, traía mucha furia y presteza. Dio un gran golpe en una peña, y resurtió adonde Pedro de Alvarado estaba, y llevóle tras sí la cuesta abajo, día de San Juan del año 41, y desde a pocos días murió en Ezatlán, trescientas leguas de Cuauhtemallán, con buen sentido y juicio de cristiano. Preguntado qué le dolía, respondía siempre que el alma. Era hombre suelto, alegre y muy hablador; vicio de mentirosos. Tenía poca fe con sus amigos; y así le notaron de ingrato y aun de cruel con indios. Pasó muy mozo a las Indias; y porque llevaba un sayo y capa que le dio en Badajoz un su tío, del hábito de Santiago, le llamaban muchos el Comendador; y así, cuando vino a España procuró y hubo el hábito de aquella orden, porque de veras se lo llamasen. Estuvo en Cuba; fue con Juan de Grijalva, y después con Fernando Cortés, a la Nueva España, en cuya conquista y guerras tuvo los cargos que la historia mexicana cuenta. Fue mejor soldado que gobernador. Casó por dispensación con dos hermanas, habiendo conocido la primera, que fueron doña Francisca y doña Beatriz de la Cueva, y de ninguna tuvo hijos. Dejó por ellas a Cecilia Vázquez, honradísima mujer, para ganar, como ganó, el favor de Francisco de los Cobos, secretario privado del emperador. Pocas veces suceden bien tales casamientos. No quedó hacienda ni memoria de él, sino ésta y una hija que hubo en una india, la cual casó con don Francisco de la Cueva. [301]