Religión de Nicaragua
Hay en Nicaragua cinco lenguajes muy diferentes: coribici, que loan mucho; chortega, que es la natural y antigua; y así, están en los que lo hablan los heredamientos y el cacao, que es la moneda y riqueza de la tierra, los cuales son hombres valerosos, aunque crueles y muy sujetos a sus mujeres; lo que no son los otros. Chondal es grosero y serrano; orotiña, que dice mama por lo que nosotros; mexicano, que es principal; y aunque están a trescientas y cincuenta leguas, conforman mucho en lengua, traje y religión; y dicen que habiendo grandes tiempos ha una general seca en Anauac, que llaman Nueva España, se salieron infinitos mexicanos de su tierra y vinieron por aquella mar Austral a poblar a Nicaragua. Sea como fuere, que cierto es que tienen éstos que hablan mexicano por letras las figuras que los de Culúa, y libros de papel y pergamino, un palmo anchos y doce largos, y doblados como fuelles, donde señalan por ambas partes de azul, púrpura [296] y otros colores las cosas memorables que acontecen; y allí están pintadas sus leyes y ritos, que semejan mucho a los mexicanos, como lo puede ver quien cotejare lo de aquí con lo de México. Empero no usan ni tienen esto todos los de Nicaragua, ca los chorotegas tan diferentemente sacrifican a sus ídolos, cuanto hablan, y así hacen los otros. Contemos algunas particularidades que no hay en otras partes. Los sacerdotes se casan todos, sino los que oyen pecados ajenos, los cuales dan penitencia según la culpa, y no revelan la confesión sin castigo. Echan las fiestas, que son deciocho, como los meses, subidos en el gradario y sacrificadero que tienen delante los patios de los dioses; y teniendo en la mano el cuchillo de pedernal con que abren al sacrificado, dicen cuántos hombres han de sacrificar, y si han de ser mujeres o esclavos, presos en batalla o no, para que todo el pueblo sepa cómo tiene que celebrar la fiesta y qué oraciones y ofrendas debe hacer. El sacerdote que administra el oficio da tres vueltas alrededor del cautivo, cantando en tono lloroso, y luego ábrelo por el pecho; rocíale la cara con sangre, sácale el corazón y desmiembra el cuerpo. Da el corazón al perlado, pies y manos al rey, los muslos al que lo prendió, las tripas a los trompetas, y el resto al pueblo para que todos lo coman. Pone la cabeza en ciertos árboles que allí cerca crían para colgarlas. Cada un árbol de aquéllos tiene figurado el nombre de la provincia con quien hacen guerra, para hincar en él las cabezas que toman en ella. Si el que sacrifican es comprado, sepultan sus entrañas con las manos y pies, metidos en una calabaza, y queman el corazón y lo demás, excepto la cabeza, entre aquellos árboles. Muchas veces sacrifican hombres y muchachos del pueblo y propia tierra, por ser comprados, ca lícito es al padre vender los hijos, y cada uno venderse a sí mismo, y por esta causa no comen la carne de los tales. Cuando comen la carne de los sacrificados hacen grandísimos bailes y borracheras con vino y humo. Los sacerdotes y religiosos beben entonces vino de ciruelas. Al tiempo que unta el sacerdote los carrillos y boca del ídolo con la sangre del sacrificado, cantan los otros y ora el pueblo con mucha devoción y lágrimas, y andan después la procesión, aunque no en todas las fiestas. Van los religiosos con unas como sobrepellices de algodón blanco y muchas chías colgando de los hombros hasta los talones, con ciertas bolsas por borlas, en que llevan navajas de azabache, puntas de metal, papeles, carbón molido y ciertas yerbas. Los legos, banderillas con el ídolo que más precian, y taleguillas con polvos y punzones. Los mancebos, arcos y flechas, o dardos y rodelas. El pendón y guía es la imagen del diablo puesta en una lanza, y llévala el más honrado y anciano sacerdote. Van en orden y cantando los religiosos hasta el lugar de la idolatría. Llegados, tienden mantas por el suelo o echan rosas y flores, porque no toque el diablo en tierra. Para el pendón, cesa el canto y anda la oración. Da una palmada el perlado, y sángranse todos; éstos de la lengua, aquéllos de las orejas, los otros del miembro, y finalmente, cada uno de donde más devoción tiene. Toman la sangre en papel o en el dedo y, como en ofrenda, friegan con ella la cara del diablo. Mientras dura esto, escaramuzan y bailan los mozos por honra de [297] la fiesta. Curan las heridas con polvo de yerbas o carbón, que para eso llevan. En algunas de estas procesiones bendicen maíz, y rociado con sangre de sus propias vergüenzas, lo reparten como pan bendito y lo comen.