La tasa que de los tributos hizo Gasca
Asentó Gasca en Los Reyes Audiencia real, y presidió como presidente a todas las causas y negocios de gobernación. Eran oidores los licenciados Andrés de Cianca, Pedro Maldonado Santillán y el doctor Melchior Bravo de Saravia, natural de Soria, caballero de ciencia y conciencia, que tenía la segunda silla y audiencia. Procuró Gasca la conversión de los indios que aún no eran bautizados, y que continuasen la predicación y doctrina cristiana los obispos, frailes y clérigos porque con las guerras habían aflojado. Vedó, so grandísimas penas, que no cargasen indios contra su voluntad ni los tuviesen por esclavos, que así lo mandaban el papa y el emperador; mas por la gran falta de bestias de carga, proveyó en muchas partes que se cargasen como lo hacían en tiempo de idolatría, sirviendo a sus incas y señores, que fue un pecho personal, por el cual les quitaron la tercia parte del tributo. Empero mandóse que no los sacasen de su natural, porque no se destemplasen y muriesen, sino que los criados en los llanos, tierra caliente, sirviesen allí, y los serranos, hechos al frío, no bajasen al llano, y que los remudasen a tiempos, por que no llevasen siempre unos la carga. También dejó muchos que llaman matimaes y que son como esclavos, según y de la manera que Guainacapa los tenía, y mandó a los demás ir a sus tierras; pero muchos de ellos no quisieron sino estarse con sus amos, diciendo que se hallaban bien con ellos, y aprendían cristiandad con oír misa y sermones, y ganaban dineros con vender, comprar y servir. Dicen que faltan los medios de lo conquistado en el Perú por cargarlos mucho y a menudo; que los encomenderos no lo podían ni osaban contradecir a los soldados, que sin piedad ninguna los llevaban, o mataban si no iban; y aun en presencia de Gasca, durante la guerra y camino, lo hacían. Escogió Gasca muchas personas de bien que visitasen la tierra. Dióles ciertas instrucciones; encargóles la conciencia y tomóles juramento en manos del sacerdote, que les dijo una [274] misa del Espíritu Santo, que harían bien y fielmente su oficio. Aquellos visitadores anduvieron todos los pueblos del Perú que sujetos están al emperador, unos por un cabo y otros por otro. Tomaron juramento a los encomenderos o sus personeros, aunque fuesen del rey, que declarasen cuántos indios, sin viejos y niños, había en sus lugares y repartimientos, y que y cuánto pechaban. Echábanlos fuera de su tierra, y examinaban los caciques e indios sobre las vejaciones y demasías que sus dueños les hacían, y sobre qué cosas se criaban y cogían en su territorio; qué solían tributar a los incas; dónde llevaban los tributos, ca tributaban a sus incas lagartijas, ranas y tales cosas, si no la tenían; y lo que al presente pagaban, pagar podrían en adelante, dándoles a entender la merced que les hacía el emperador en moderar el tributo y dejarlos casi francos y señores de sus propias haciendas y granjerías, ca muchos indios del llano, que viven sin casas ni población, como entendieron la visita y tasa, huyeron, pensando que cuanto menos personas hallasen los visitadores, menos pechos pondrían, y así quedarían libres en la hacienda como en la persona. Vueltos, pues, que fueron los visitadores, encomendó Gasca la tasación al arzobispo Loaisa y a Tomás San Martín y Domingo de Santo Tomás, frailes dominicos. Los cuales tomando el parecer de los visitadores, y cotejando los dichos de los señores y de los vasallos, tasaron los tributos mucho menos que los mismos indios decían que podrían buenamente pagar. Gasca lo mandó así, y que cada pueblo pagase su pecho en aquello que su tierra producía; si oro, en oro; si plata, en plata; si coca, en coca; si algodón, sal y ganado, en ello mismo, aunque mandó a muchos pagar en oro y plata no teniendo minas, por razón que se diesen al trabajo y trato para haber aquel oro, criando aves, seda, cabras, puercos y ovejas y llevándolo a vender a los pueblos y mercados, juntamente con leña, yerba, grano y tales cosas; y por que se vezasen a ganar jornal trabajando y sirviendo en las casas y haciendas de los españoles y aprendiesen sus costumbres y vida política cristiana, perdiendo la idolatría y borracherías a que con la gran ociosidad mucho se dan. Publicóse, pues, la tasa, y quedaron muy alegres los indios y contentos, que de antes no descansaban ni dormían, pensando en los cogedores; y si dormían, los soñaban. Quedóles puesta pena si dentro de cierto tiempo de cada un año, en veinte días después, no pagasen sus tributos y pechos. Y al encomendero que llevase más de la tasa, el cuatro tanto por la primera vez, y por la segunda, que perdiese la encomienda y repartimiento. [275]