La muerte de Gonzalo Pizarro por justicia
Envió Gasca luego al Cuzco a Martín de Robles con su compañía que prendiese los huídos y guardase la ciudad de saco y fuego. Cometió la causa de Pizarro y de los otros presos al licenciado Cianca y mariscal Alvarado, los cuales, haciendo su proceso, sentenciaron trece de ellos a muerte por traidores, y ejecutaron la sentencia otro día de la batalla. Sacaron a Gonzalo Pizarro a degollar en una mula ensillada, atadas las manos y cubierto con una capa. Murió como cristiano, sin hablar, con gran autoridad y semblante. Fue llevada su cabeza y puesta en la plaza de Los Reyes sobre un pilar de mármol, rodeado de una red de hierro, y escrito así: «Esta es la cabeza del traidor de Gonzalo Pizarro, que dio batalla campal en el valle de Xaquixaguana contra el estandarte real del emperador, lunes 9 de abril del año de 1548». Así acabó Gonzalo Pizarro, hombre que nunca fue vencido en batalla que diese, y dio muchas, Diego Centeno pagó al verdugo las ropas, que ricas eran, por que no lo desnudase, y lo enterró con ellas en el Cuzco. Ahorcaron y descuartizaron a Francisco de Caravajal, de Ragama; a Juan de Acosta, Francisco Maldonado, Juan Vélez de Guevara, Dionisio de Bobadilla, Gonzalo Morales de Almajano, Juan de la Torre, Pedro de Soria, de Calatañazor; Gonzalo de los Nidos, que le sacaron la lengua por el colodrillo, y otros tres o cuatro. Azotaron y desterraron muchos a las galeras y al Chili. Francisco de Caravajal estuvo duro de confesar. Cuando le leyeron la sentencia que lo mandaban ahorcar, hacer cuartos y poner la cabeza con la de Pizarro, dijo: «Basta matar». Fue Centeno a verle la noche antes que lo matasen, y él hizo que no lo conocía; y como le dijeron quién era, respondió que, como siempre lo había visto por las espaldas, no lo conocía, dando a entender que siempre le huyó. Largo sería de contar sus dichos y hechos crueles; los contados bastan para la declaración de su agudeza, avaricia e inhumanidad. Había ochenta y cuatro años; fue alférez en la batalla de Rávena y soldado del Gran Capitán, y era el más famoso guerrero de cuantos españoles han a Indias pasado, aunque no muy valiente ni diestro, Dicen por encarecimiento: «Tan cruel como Caravajal»; porque de cuatrocientos españoles que Pizarro mató fuera de batallas, después que Blasco Núñez entró en el Perú, él los mató casi todos con unos negros que para eso traía siempre consigo. Murieron casi otros mil sobre las ordenanzas, y más de veinte mil indios llevando cargas y huyendo a los yermos por no llevarlas donde perecían de hambre y sed, Por que no huyesen, ataban muchos de ellos juntos [272] y por los pescuezos, y cortaban la cabeza al que se cansaba o adolecía, por no pararse ni detenerse; cosa que los buenos podían mirar y no castigar.