CLXXXI

Victoria de Pizarro contra Centeno

Llegado que Juan de Acosta fue a Arequipa, consultó Pizarro lo que hacer debían para guardar las vidas y dineros, ya que la tierra no podían, ca no eran más de cuatrocientos y ochenta y todos los del Perú eran contra ellos. Determinados, pues, de irse a Chili, donde nunca hubiesen ido españoles, o para conquistar nuevas tierras, o para rehacerse contra Gasca, quisieron abrir camino por donde estaba Centeno, que por fuerza tenían de pasar por entre sus contrarios, y también quería Pizarro ponerse a salvo y saber cuántos y cuáles permanecerían con él, y tratar desde allí en concierto con Gasca, según Cepeda le aconsejaba. De Cabaña envió a Francisco de Espinosa con treinta de caballo, por el camino del desaguadero de la laguna de Tiquicaca, que mandase a los indios proveer de comida para que Centeno pensase que iban por allí, y él echó con toda su gente por Orcosuyo, camino más allegado a los Andes. Tomó algunos que andaban desmandados, y un clérigo que venía con respuesta de Centeno para Aldana, y ahorcólos su maestre de campo Caravajal. Tuvo Centeno aviso del intento de Pizarro por criados de Paulo, inca, que andaba con él, y porque el capitán Olea, que se pasó por consejo de algunos mancebos, dejó y cortó la puente del Desaguadero, donde muy fuerte y seguro estaba, y fuese a Pucarán del Collao a esperar y ciar batalla, creyendo tener la victoria en la mano y ganar el prez de matar o vencer a Pizarro. Reparó y ordenó allí su gente como tenía de pelear; y por acercarse al enemigo, que estaba en Guarina, cinco leguas de Pucacán, y por tomar y tener a su parte la agua, se fue a poner su real a medio el camino, en un llano, aunque en lugar fuerte. Y otro día, que fue de las once mil vírgenes, año de 47, repartió mil y doscientos y doce hombres que tenía, de esta manera: hizo dos escuadrones de la caballería, que serían doscientos y sesenta; del mayor, que puso al lado derecho, dio cargo a Luis de Ribera, su maestre de campo, y a Alonso de Mendoza y Hierónimo de Villegas; del otro, a Pedro de los Ríos, de Córdoba; Antonio de Ulloa, de Cáceres, y Diego Álvarez, del Almendral. La infantería estuvo junta, y eran capitanes Juan de Silvera, Diego López de Zúñiga, Rodrigo de Pantoja, Francisco de Retamoso y Juan de Vargas, hermano de Garcilaso de la Vega, que estaba con Pizarro. Centeno, que estaba con dolor de costado y sangrando, a lo que dicen, se puso a mirar la batalla con el obispo del Cuzco, fray Juan Solano, encomendando la hueste y la victoria a Juan de Silvera y a Alonso [263] de Mendoza. Pizarro, que sabía cuán a punto estaban por sus espías, salió de Guarina con cuatrocientos y ochenta españoles. Dio cargo de ochenta de caballo, que solamente tenía, a Cepeda y a Juan de Acosta, aunque Acosta trocó su lugar con Guevara, capitán de Arcabuceros, que estaba cojo. De los peones fueron capitanes, sin Juan de Acosta, Diego Guillén, Juan de la Torre y Hernando Bachicao, que huyó al tiempo de arremeter. Estando para encontrarse, huyeron los más de Pizarro que a caballo estaban. Cepeda y Guevara pusieron entonces obra de veinte arcabuceros entre los caballeros de las primeras hileras, y estuviéronse quedos, y lo mismo hizo su infantería. Alonso de Mendoza y los de su escuadrón corrieron hacia los caballos de Pizarro y fueron desordenados por los veinte arcabuceros y rompidos por Cepeda. El otro escuadrón acometió los peones; mas como los arcabuceros derribaron a Pedro de los Ríos y a otros que iban delante, dejáronlos y fueron a ayudar a sus compañeros, y todos juntos desbarataron la caballería de Pizarro, no dejando casi hombre de ellos sin matar y herir, o que no se rindiesen. Los de Centeno calaron sus picas algo lejos; aguijaron mucho, con la prisa que les daba un clérigo vizcaíno, pensando vencer así más presto. Descargaron de golpe los arcabuces y sin tiempo, sintiendo tirar a los contrarios; así que al tiempo de la afrenta estaban cansados y medio desordenados. Los de Pizarro jugaron a pie quedo sus arcabuces dos o tres veces, aunque Juan de Acosta se adelantara con treinta de ellos por más desordenarlos, y lo derribaron a picazos e hirieron malamente. Fue Juan de la Torre a valerle con setenta arcabuceros, y valióle matando a Juan de Silvera con otros muchos. Llegó por otra parte Diego Guillén, y brevemente mataron cuatrocientos contrarios y desbarataron los demás. Visto que sus caballeros eran vencidos, fue a socorrerlos Juan de la Torre con muchos arcabuceros. Tiró a bulto, que así se lo aconsejó Caravajal, porque andaban mezclados unos con otros, y a dos cargas los desbarató, aunque mató algunos amigos con los enemigos. De esta manera vencieron los que pensaron ser vencidos, aunque pelearon bien los de Centeno. Murieron ciento de Pizarro, y entre ellos Gómez de León y Pedro de Fuentes, capitanes. Quedaron heridos Cepeda, Acosta, Diego Guillén y otros. Pizarro corriera peligro si Garcilaso no le diera un caballo. Murieron cuatrocientos y cincuenta de Centeno, con los capitanes Luis de Ribera, Juan de Silvera, Pedro de los Ríos, Diego López de Zúñiga, Juan de Vargas y Francisco Negral. Huyó Diego Centeno, sin esperar al obispo, y todos los que quisieron, ca no siguieron el alcance los vencedores, tan deshechos quedaron. [264]