Como Pizarro desamparaba el Perú
No hay para qué decir la tristeza y pena que Pizarro y los suyos sintieron sabiendo cómo su armada estaba en poder de Gasca. Quejábanse de la confianza y amistad de Pedro de Hinojosa, arrepintiéndose por no haber enviado con la flota a Bachicao; y aun él decía burlando que la bondad y esfuerzo de Hinojosa tenían de parar en aquello, y que eran buenos los perros que ladraban y no mordían, porque nadie se les llegaba. Todavía mostraban buen corazón, como estaban enseñoreados en la tierra y como no venían por mar contra ellos. Envió Pizarro al Quito por la gente que tenía Pedro de Puelles; a Trujillo, por la de Diego de Mora; al Cuzco, por la de Antonio de [261] Robles; a Arequipa, por la de Lucas Martín; a los Charcas, por la de Juan de Silvera; a Levanto de Chachapoyas, por la de Gómez de Alvarado; a Guanuco, por la de Juan de Saavedra, y a otras partes también. Mandó a Juan de Acosta ir con treinta de caballo a correr la costa, el cual fue hasta Trujillo y lo tomó, que se había rebelado. Empero estaba sin casi gente, ca se había ido a la sierra con Diego de Mora, y si tuviera doscientos, fuera allá y lo deshiciera. En Santa prendió cerca de treinta hombres de Aldana, engañando la celada que le tenían puesta, y llevólos a Lima. Dicen algunos que no eran soldados de Aldana, sino marineros que cogían agua. Pizarro se informó de ellos particularmente del aparato y ánimo de Gasca. Tornó a enviar al mismo Acosta con más de doscientos sobre Aldana y sobre Mora. Mas acordó tarde porque ya Diego de Mora estaba muy pujante y las voluntades muy declaradas de los que llevaba por el rey, y se le huyeron Diego de Soria, Raodona y otros, y él degolló a Rodrigo Mejía porque se quería ir con otros a Caxamalca. Llamó del camino Pizarro a Juan de Acosta, reforzólo de más gente y enviólo contra Centeno, que, tomando el Cuzco, iba sobre la Plata. Llegó luego al puerto Lorenzo de Aldana con cuatro naos, y causó turbación en la ciudad y novedades entre soldados y amigos de Pizarro, ca envió al capitán Peña con los despachos de Gasca y traslados de las provisiones del emperador. Pizarro quiso sobornar a Aldana con un Fernández, y no pudo. Leyó las cartas, y aconsejóse qué se haría. Halló rebotados a muchos y desfalleció algo, aunque siempre dijo que con diez amigos que le quedasen había de conservarse y conquistar de nuevo el Perú, tanta era su saña o su soberbia. Fuéronsele, con tanto, Alonso Maldonado el rico, Vasco y Juan Pérez de Guevara, Gabriel y Gómez de Rojas, el licenciado Niño, Francisco de Ampuero, Hierónimo Aliaga, de Segovia; Francisco Luis de Alcántara, Martín de Robles, Alonso de Cáceres, Ventura Beltrán, Francisco de Retamoso y otros muchos; pero éstos eran los principales. Entonces cantaba Francisco de Caravajal:
Estos mis cabellicos, madre,
dos a dos se los lleva el aire.
Estuvo Pizarro en grandísimo afán y desesperación viendo sus amigos por enemigos, unos en el puerto, otros en casa. No sabía de quién confiarse, temiéndose de todos, según maldición de tiranos. No sabía dónde ir, estando en Caxamalca Diego de Mora y Diego Centeno en el Cuzco, y todos los pueblos contra él. Así que, dejando a Lima, se fue a Arequipa, teniendo siempre gran cuidado que ninguno se le huyese. Mas todavía se le huyó el licenciado Caravajal con sus parientes y amigos. Envió por Juan de Acosta para tener copia de gente, el cual se volvió, vista la carta y necesidad de Pizarro, desde Guamanga. Dejáronlo en el camino Páez de Sotomayor, su maestre de campo, y el capitán Martín de Olmos con buena parte de su compañía; Garci Gutiérrez de Escobar, Gaspar de Toledo y otros muchos, por sonreírse que huía Pizarro. De esta manera desamparó Pizarro a Lima, cabeza del Perú, y llegó a Arequipa con propósito de irse fuera de lo conquistado. [262] Aldana se metió en Lima, y Juan Alonso Palomino y Hernán Mejía se fueron a Jauja para recoger su gente y esperar a Gasca y su ejército.