Lo que Blasco Núñez dijo y escribió a los oidores
Decía muchas veces Blasco Núñez que le habían dado el emperador y su Consejo de Indias un mozo, un loco, un necio, un tonto por oidores, y que así lo habían hecho, como ellos eran. Mozo era Cepeda, y llamaba loco a Juan Álvarez, y necio a Tejada, que no sabía latín. Desde Panamá comenzaron a estar mal los oidores y el virrey sobre si era su superior o no y sobre la manera del proveer cosas de justicia y gobernación, a causa que unas provisiones hablaban con presidente y oidores y otras con sólo el virrey. Trajo Juan Álvarez su amiga, que de Castilla llevaba, del Nombre de Dios a Panamá en hamaca, y enojóse del virrey porque se lo afeó. Libraron pleitos, soltaron y prendieron hombres sin ser recibidos por oidores; y Juan Álvarez tuvo en Trujillo a un caballero sobre un asno, y le diera cien azotes sino por buenos rogadores. Cargaban indios de su ropa sin pagarlos, contra las ordenanzas. Porque Alonso Palomino, alcalde ordinario de San Miguel, no se apeó y acompañó a Juan Álvarez, fue reprehendido y aun afrentado de palabra. Comieron muchos días a costa de sus huéspedes, hombres ricos que [252] se habían de reformar por sus excesivos repartimientos, como era Cristóbal de Burgos, y aun echar del Perú los cristianos nuevos, conforme a una provisión del emperador. Decían por el camino que no eran justas las ordenanzas, y que no las pudo hacer el rey con derecho, ni ejecutar el virrey, y que no valía nada cuanto sin ellos se hacía, por más que lo autorizase con el nombre del emperador. Salíanse al campo a tratar contra el virrey, corno que iban a pasearse, porque no se les impidiese él la congregación. Nunca holgaron que hubiese concordia entre Blasco Núñez y Gonzalo Pizarro, ni firmaron de buena gana el perdón y seguro que llevó el provincial dominico para los que se pasasen al rey, ni el que pidió Baltasar de Loaisa, porque exceptuaba al Pizarro y al licenciado Caravajal y a otros pocos, diciendo que semejantes delitos sólo el rey perdonarlos podía. Loaban a don Diego de Almagro porque se había puesto en otro tanto como Gonzalo Pizarro, cuyo partido justificaban. Dejáronse sobornar de Benito Martín, un capellán de Pizarro, y pidieron cada seis mil castellanos de salario por año, si no, que no harían más audiencia de cuanto durase el de 44. Oían pleitos sobre indios antes y después de haber prendido al virrey, contra la cédula, ordenanza y voluntad del emperador, diciendo que no podían negar justicia a quien la pedía. Tomaron a Blasco Núñez todas sus escrituras, por aprovecharse de las que hablaban con presidente y oidores. Pidió Blasco Núñez el guión, estando preso, porque no lo podía traer sino virrey y capitán general, y Cepeda dijo que lo había él menester, pues era gobernador, presidente y capitán general. Estas y otras cosas escribió al emperador Blasco Núñez, y ellos mismos confirmaron muchas de ellas con los desatinos que hicieron, según la historia cuenta. Aunque también decían ellos que no podían sufrir la recia condición de Blasco Núñez, que los apocaba y ultrajaba de palabra, y que no le mandaron prender y que no le soltaron pensando acertar a servir mejor al emperador, y que no pudieron hacer al don Gonzalo Pizarro, que los matara. Pero no fueron tan creídos, con el fin que tuvieron los negocios, como fue Blasco Núñez en la carta que escribió al emperador con Diego Álvarez Cueto, su cuñado, desde Túmbez.