CLIX

La muerte del factor Guillen Juárez de Caravajal

Temiendo Blasco Núñez el suceso de los negocios por la gente de Gonzalo Pizarro, envió a muchas partes por españoles; como decir a Hernando de Alvarado a Trujillo y a Villegas a Guanuco. Vinieron muchos de diversos pueblos, y entre ellos Gonzalo Díez de Pinera con hartos del Quito, y Pedro [228] de Puelles, de Guanuco, donde era corregidor; los cuales, aunque traían poderes de sus pueblos para negociar con el virrey, se pasaron a Pizarro; el Puelles con quince amigos, en que fueron Francisco de Espinosa, de Valladolid, y el Serna, que lo llamara Gonzalo Díez con su compañía, yendo tras Puelles con Vela Núñez. De los Chachapoyas también se fue al Cuzco entonces Gómez de Solís, de Cáceres, con Diego Bonifaz, Villalobos y otros veinte hombres escogidos. Desconfió con esto Blasco Núñez de dar ni ganar batalla y tapió las calles de Lima, dejando troneras y traveses, a guisa de hombre cercado, por donde acabó de desanimar a los suyos y a los vecinos, y no le tuvieron por tan esforzado como decían. Trajo antes y a vueltas de esto Luis García, de San Mamés, que por corregidor estaba en Jauja, unas cartas en cifra del licenciado Benito de Caravajal al factor Guillén Juárez, su hermano; el virrey sospechó mal de la cifra, ca no estaba bien con el factor, y mostró las cartas a los oidores, preguntando si lo podría matar; dijeron que no, sin saber primero lo que contenían, y para saberlo enviaron por él. Vino el factor; no se demudó por lo que dijeron, aunque fueron palabras recias, y leyó las cartas, notando el licenciado Juan Álvarez. La suma de la cifra era la gente, armas e intención que traía Pizarro, quién y cuáles estaban mal con él, y que luego se vendría él a servir al señor virrey, en pudiendo descabullirse, como el mismo factor se lo mandaba. Envió luego por el abecedario, y concertó con lo que leyera; y así vino a Lima el licenciado Caravajal dos o tres días después que Blasco Núñez fue preso, sin saber la muerte del factor. Desde a ciertos días que Gonzalo Díez huyera, se fueron a Pizarro Jerónimo de Caravajal y Escovedo, sobrinos del factor, con Diego de Caravajal, el Galán, vecino de Plasencia, que posaban en casa del mismo factor y que también fueron causa de su muerte. Fuéronse también con ellos don Baltasar de Castilla, hijo del conde de la Gomera; Pedro Caravajal y Rojas, de Antequera; Gaspar Mejía, de Mérida; Pero Martín, de Sicilia; Rodrigo de Salazar, el Corcovado, toledano, y otros veinte buenos soldados que hacían falta en el ejército. Hubo muy gran enojo e ira el virrey con la ida de éstos, y mayormente porque se fueron a casa del factor y con sus sobrinos. Envió tras ellos al capitán don Alonso de Montemayor con cincuenta de caballo, al cual prendieron los huídos por malicia de sus compañeros. Envió a llamar al factor aquella misma noche, domingo, a 14 de diciembre, y viniendo, díjole: «Señor, ¿qué traición es ésta, pecador de mí?» O según otros: «En mal hora vengas, traidor». Respondió el factor: «Yo soy tan buen criado y servidor del rey como vuestra señoría»; y otras cosas. El virrey, que tenía cólera, replicó: «Traiciones y bellaquerías son enviar vuestros sobrinos con tanta gente de bien a Pizarro y escribir aquello en el tambo, y no dar mula a Baltasar de Loaisa en que llevase mis despachos al Cuzco, y justificar vuestro hermano el licenciado la causa de Gonzalo Pizarro». Tras esto, como replicaba el factor en disculpa de aquellas cosas, dióle dos puñaladas con una daga, voceando: «Mátenle, mátenle». Llegaron sus criados y acabáronle, aunque algunos otros le echaban ropa encima para que no le matasen. Mandó echarlo por los corredores abajo, y unos negros le sacaron por los [229] pies arrastrando. Alonso de Castro, teniente de alguacil mayor por Vela Núñez, lo hizo llevar a enterrar en un repostero. De esta manera lo contaban Lorenzo Mejía de Figueroa, Lorenzo de Estopiñán, Rivadeneyra y otros caballeros que se hallaron presentes a todo lo susodicho, aunque Blasco Núñez juraba que no le hirió ni quisiera que muriera. Causó mucho bullicio la muerte del factor, que tan principal persona era en aquellas partes, y tanto miedo, que se ausentaban de noche los vecinos de sus propias casas; y aun el mismo Blasco Núñez dijo a los oidores y otros muchos cómo aquella muerte lo había de acabar, conociendo el yerro que había hecho.