La jura de Blasco Núñez y prisión de Vaca de Castro
Vaca de Castro, que había visto las ordenanzas y cartas en el Cuzco, donde residía, se aderezó para ir a Los Reyes a recibir a Blasco Núñez; empero, con muchos españoles en orden de guerra, que dio gran sospecha de su voluntad, ca los vecinos de Los Reyes, como supieron que con armas venía, le enviaron a decir que no viniese, pues ya no era gobernador, temiendo algún castigo por no haber admitido los días atrás un su teniente, y escribieron a Blasco Núñez algunos particulares que apresurase el paso para entrar primero que Vaca de Castro, porque si se tardaba quizá no le recibirían a la gobernación. Vaca de Castro dejó las armas, y casi todos los que traía, donde supo la voluntad de aquéllos; fue requerido de los suyos se volviese al Cuzco y lo tuviese por el rey, suplicando de las ordenanzas; nunca quiso sino llegar primero a Lima, donde halló diversas intenciones, ca unos querían [224] al virrey y otros no. Gaspar Rodríguez, viendo venir cerca a Blasco Núñez, dejó a Vaca de Castro y tornóse al Cuzco, llevando consigo muchos vecinos de él, y las armas que habían quedado en el camino, para levantar la tierra por quien pudiese; Blasco Núñez partió de Trujillo aprisa, llegó al tambo que dicen de la Barranca, donde no halló qué comer, mas halló un mote que decía: «El que me viniere a quitar mi hacienda, mire por sí, que podrá ser que pierda la vida». Maravillóse de tal dicho, y preguntado quién lo pudo escribir, le dijeron ciertos malsines que Juárez de Caravajal, factor del rey, que poco antes había estado allí. En este tambo estuvo Gómez Pérez con cartas del inca Mango y de Diego Méndez y otros seis españoles del bando de don Diego de Almagro, en los cuales pedían licencia y salvoconducto para se venir a Blasco Núñez con el inca; él holgó de perdonarlos y que viniesen; mas ellos fueron muertos a cuchillo por ceguedad del Gómez Pérez. Solían jugar a la bola él y Mango, y jugaron como llegó; era porfiado el Gómez y mal comedido en medir las bolas, por lo cual dijo Mango a su criado que lo matase la primera vez que porfiase, bajándose a medir la bola; avisó de esto al Gómez una india. Él, sin mirar adelante, dio de estocadas al inca. Como los indios vieron muerto a su señor, matáronle a él y a los otros españoles y tomaron por inca un hijuelo del muerto, con el cual se han estado en unas asperísimas montañas sin querer más amistad con cristianos. Antes de llegar a Lima entendía Blasco Núñez cómo los de aquella ciudad estaban con propósito de no recibirlo dentro si primero no se les otorgaba la suplicación de las ordenanzas, jurando de no ejecutarlas, y si no, que lo enviarían preso y atado fuera del Perú; supo asimismo que todos estaban indignados contra él por ejecutar las ordenanzas tan de hecho, y que decían mil males de su recia condición. Para deshacer esto y otras veinte cosas que publicaban, envió delante a Diego Agüero, regidor de Los Reyes, el cual aplacó algo la indignación del pueblo, diciendo cómo Blasco Núñez traía mudado el rigor en mansedumbre, por ver el daño y descontento que todos recibían con la ejecución de las ordenanzas. Antes de entrar en Los Reyes Blasco Núñez, le tomó juramento en nombre del cabildo el factor Guillén Juárez que les guardaría los privilegios, franquezas y mercedes que del emperador tenían los conquistadores y pobladores del Perú, y que les otorgaría la suplicación de las nuevas ordenanzas que traía; él juró que haría todo lo que cumpliese al servicio del emperador y bien de la tierra; los vecinos y españoles que allí estaban dijeron luego que había jurado con cautela, entendiendo la ejecución de las ordenanzas ser bien de los indios y servidos del emperador. Entró en la ciudad con gran silencio y tristeza de todo el pueblo; nunca hombre así fue aborrecido como él, en do quiera que del Perú llegase, por llevar aquellas ordenanzas. Pregonó las ordenanzas y comenzólas a ejecutar, aunque muy mucho le rogaron no lo hiciese, diciendo que se alborotarían los españoles y querían conservar sus repartimientos; mas él se hizo sordo a todo, por cumplir la voluntad y mandado del emperador. Procuró saber qué intención era la de Vaca de Castro, qué trataba Gonzalo Pizarro en el Cuzco, quiénes y cuántos se mostraban de veras contra las ordenanzas. [225] Habló a los indios que se amotinaban y querían alzarse sin hacer la, sementeras. Encarceló a Vaca de Castro, diciendo que firmaba cédulas de repartimiento y pleitos como gobernador, estando él allí, y que indignaba la gente hablando mal de las ordenanzas, y porque dejó volver al Cuzco a Gaspar Rodríguez y a los otros. Hubo gran ruido, y división sobre la prisión de Vaca de Castro, don Luis de Cabrera y de los otros que con él prendió.