CXLVII

Como Vaca de Castro fue al Perú

Sabidas por el emperador las revueltas y bandos del Perú y la muerte de Almagro y otros muchos españoles, quiso entender quién tenía la culpa, para castigar los revoltosos; que castigados aquéllos se apaciguarían los demás. Envió allá con bastante poder e instrucción al licenciado Vaca de Castro, natural de Mayorga, que oidor era de Valladolid; y porque fuese le dio el consejo real y el hábito de Santiago y otras mercedes, y todo a intercesión del cardenal fray García de Loaisa, arzobispo de Sevilla y presidente de Indias, que le favoreció mucho por amor del conde de Siruela, su amigo. Fue, pues, Vaca de Castro al Perú, y con tormenta que tuvo después que salió de Panamá paró en puerto de Buenaventura, gobernación de Benalcázar y tierra desesperada, como los manglares de Pizarro. No quiso o no pudo ir por mar a Lima, y caminó al Quito. Pensó perecer, antes de llegar allá, de hambre, dolencias y otros veinte trabajos. Recibióle muy bien Pedro de Puelles, que Gonzalo Pizarro aún no era vuelto de la Canela, y avisó de su venida a muchos pueblos. Vaca de Castro descansó en Quito, proveyó algunas cosas y partióse a Trujillo a tomar la gente que tenía Perálvarez y Alvarado para [213] resistir a don Diego. Cuando llegó allá llevaba más de doscientos españoles, con Pedro de Puelles, Lorenzo de Aldana, Pedro de Vergara, Gómez de Tordoya, Garcilaso de la Vega y otros principales hombres que acudían al rey. Presentó sus provisiones al cabildo y ejército, y fue recibido por justicia y gobernador del Perú. Volvió las varas y oficios de regimiento a quien se las entregó y las banderas y compañías a los mismos capitanes, reservando para sí el estandarte real. Envió a Jauja con el cuerpo del ejército a Perálvarez, maestro de campo. Dejó allí en Trujillo a Diego de Mora por su teniente, y él fuése a Los Reyes, donde hizo armas y gente para engrosar el ejército, y para lo pagar tomó prestados cien mil ducados de los vecinos de allí, los cuales se pagaron después de quintos y haciendas reales. Puso por teniente a Francisco de Barrionuevo, de Soria, y por capitán de los navíos a Juan Pérez de Guevara, mandándoles que si don Diego viniese allí se embarcasen ellos con todos los de la ciudad, y él partió a Jauja con la gente que había armado y con muchos arcabuces y pólvora. En llegando hizo alarde, y halló seiscientos españoles, de los cuales eran ciento y setenta arcabuceros, y trescientos y cincuenta de caballo. Nombró por capitanes de caballo a Perálvarez, Alonso de Alvarado, Gómez de Alvarado, Pedro de Puelles y otros; y a Pedro de Vergara, Nuño de Castro, Juan Vélez de Guevara, de arcabuceros. Hizo maestro de campo al mismo Perálvarez Holguín y alférez mayor a Francisco de Caravajal, por cuya industria y seso se gobernó el ejército. Estando en esto vinieron cartas del Quito cómo era vuelto Gonzalo Pizarro y quería venir a ver a Vaca de Castro; mas el mandó luego que no viniese hasta que se lo escribiese, porque no estorbase los tratos de don Diego, que andaba por concertarse, o quizá porque le alzasen los del ejército por cabeza y gobernador por respeto de su hermano Francisco Pizarro, cuyo amor y memoria estaban en las entrañas de los más capitanes y soldados.