CXLII

Las conquistas que se hicieron tras la muerte de Almagro

Pedro de Valdivia fue con muchos españoles a continuar la conquista de Chili, que Almagro comenzó. Pobló y comenzó a contratar con los naturales, que lo habían recibido pacíficamente, aunque con engaño, ca luego en cogiendo el grano y cosas de comer se armaron y dieron tras los cristianos, y mataron catorce españoles que andaban fuera de poblado. Valdivia fue al socorro, dejando en la ciudad la mitad de la gente con Francisco de Villagrán y Alonso de Monroy. Entre tanto vinieron hasta ocho mil chileses sobre la ciudad. Salieron a ellos Villagrán y Monroy con treinta de caballo y otros algunos de pie, y pelearon desde la mañana hasta que los despartió la noche, y todos holgaron de ello, los nuestros de cansados y heridos con flechas, los indios por la carnicería que de los suyos había y por las fieras lanzadas y cuchilladas que tenían, aunque no por eso dejaron las armas, antes daban guerra siempre a los españoles y no les dejaban indio de servicio, a cuya falta los nuestros mismos cavaban, sembraban y hacían las otras cosas que para se mantener son necesarias. Mas con todo este trabajo y miseria descubrieron mucha tierra por la cos ta, y oyeron decir que había un señor dicho Leuchen Golma, el cual juntaba doscientos mil combatientes para contra otro rey vecino suyo y enemigo, que tenía otros tantos, y que Leuchen Golma poseía una isla, no lejos de su tierra, en que había un grandísimo templo con dos mil sacerdotes, y que más adelante había amazonas, la reina de las cuales se llamaba Guanomilla, que suena cielo oro, de donde argüían muchos ser aquella tierra muy rica; mas pues ella está, como dicen, en cuarenta grados de altura, no tendrá mucho oro; empero, ¿qué digo yo, pues aún no han visto las amazonas, ni el oro, ni a Leuchen Golma, ni la isla de Salomón, que llaman por su gran riqueza? Gómez de Alvarado fue a conquistar la provincia de Guanuco; Francisco de Chaves, a guerrear los conchucos, que molestaban a Trujillo y a sus vecinos, y que traían un ídolo en su ejército, a quien ofrecían el despojo de los enemigos, y aun sangre de cristianos. Pedro de Vergara fue a los Bracamoros, tierra junto al Quito por el norte; Juan Pérez de Vergara fue hacia los Chachapoyas, y Alonso de Mercadillo, a Mullubamba, y Pedro de Candía, a encima del Collao; el cual no pudo entrar donde iba por la maleza de aquella tierra o por la de su gente, ca se le amotinó mucha de ella; que amigos eran de Almagro con Mesa, capitán de la artillería de Pizarro. Fue allá Fernando Pizarro y degolló al Mesa por amotinador y porque había dicho mal de Pizarros y tratado de ir a soltar a Diego de Almagro si a Los Reyes lo llevasen. Dio los trescientos hombres de Candía a Peranzures y enviólo a la misma tierra y conquista. De esta manera se esparcieron los españoles y conquistaron más de setecientas leguas de tierra en largo, de este a casi oeste, con admirable [205] presteza, aunque con infinitas muertes. Fernando y Gonzalo Pizarro sujetaron entonces el Collao, tierra rica de oro, que chapan con ello los oratorios y cámaras, y abundante de ovejas, que son algo acamelladas de la cruz adelante, aunque más parecen ciervos. Las que llaman pacos crían lana muy fina; llevan tres y cuatro arrobas de carga, y aun sufren hombres encima, mas andan muy despacio: cosa contra la impaciente cólera de los españoles. Cansadas, vuelven la cabeza al caballero y échanle una hedionda agua. Si mucho se cansan, cáense, y no se levantan hasta quedar sin peso ninguno, aunque las matasen a palos. Viven en el Collao los hombres cien años y más; carecen de maíz y comen unas raíces que parecen turmas de tierra y que llaman ellos papas. Tornóse Fernando Pizarro al Cuzco, donde se vio con Francisco Pizarro, que hasta entonces no se habían visto desde antes que Almagro fuese preso. Hablaron muchos días sobre lo hecho y en cosas de gobernación. Determinaron que Fernando viniese a España a dar razón de ambos al emperador, con el proceso de Almagro y con los quintos y relaciones de cuantas entradas habían hecho. Muchos de sus amigos, que sabían las verdades, aconsejaron al Fernando Pizarro que no viniese, diciendo que no sabían cómo tomaría el emperador la muerte de Almagro, especial estando en corte Diego de Alvarado, que los acusaba, y que muy mejor negociarían desde allí que allá. Fernando Pizarro decía que le había de hacer grandes mercedes el emperador por sus muchos servicios y por haber allanado aquella tierra, castigando por justicia a quien la revolviera. A la partida rogó a su hermano Francisco que no se fiase de almagrista ninguno, mayormente de los que fueron con él al Chile, porque los había él hallado muy constantes en el amor del muerto, y avisólo que no los dejase juntar, porque le matarían, ca él sabía cómo en estando juntos cinco de ellos trataban de matarlo. Despidióse con tanto, vino a España y a la corte con gran fausto y riqueza; mas no se tardó mucho que lo llevaron de Valladolid a la Mota de Medina del Campo, de donde aún no ha salido.