CXXXVIII

Almagro prende al capitán Alvarado, y rehusa los partidos de Pizarro

Como Almagro entendió que Alvarado estaba con tanta gente y pujanza en Abancay, pensó que iba contra él, y apercibióse; envióle a requerir con las provisiones que no estuviese con ejército en su gobernación, o le obedeciese. Alvarado prendió a Diego de Alvarado con otros ocho españoles, que fue al requerimiento, y respondió que las habían de notificar a Francisco Pizarro, y no a él; Almagro se volvió del camino, que también salió con gente, no tornando sus mensajeros, a guardar el Cuzco, ca podía ir Alvarado allá por otro cabo. Mas luego tuvo aviso y cartas que Pedro de Lerma se le quería pasar con más de sesenta compañeros, por enojo que tenía de Pizarro por haberle quitado el cargo de capitán general y haberlo dado al Alonso de Alvarado, y tornó con ejército sobre Alvarado, y prendió a Perálvarez Holguín, que andaba corriendo el campo, en una celada. Alvarado, desde que lo supo, quiso prender a Pedro de Lerma; empero él se huyó [198] del real aquel mismo punto de la noche, con las firmas de sus amigos, que a ellos no pudo llevar por la prisa; llegó Almagro con la oscuridad al puente, sabiendo que le aguardaban Gómez de Tordoya y Villalva y otros, y echó buena parte de los suyos por el vado, a donde estaban los que se le habían de pasar. Cuando Alvarado sintió los enemigos en el real, comenzó a pelear tocando al arma; pero como tenía muchos guardando los pasos fuera del fuerte y muchos sin picas, que se las habían echado al río los amigos de Lerma, no pudo resistir la carga del contrario, y fue roto y preso sin sangre ninguna, aunque de una pedrada quebraron los dientes a Rodrigo de Orgoños. Recogió Almagro el campo y tornóse al Cuzco, tan ufanos los suyos, que decían que no dejarían pizarra ninguna en todo el Perú en qué tropezar, y que se fuese Francisco Pizarro a gobernar los manglares de la costa. Usó Almagro de la victoria piadosamente, aunque dicen que trataba mal los prisioneros. Pizarro, que iba con seiscientos españoles a descercar el Cuzco, supo en Nasca cuanto atrás dicho habemos, e hizo gran sentimiento de ello, y volvióse a Los Reyes para aderezar mejor, si guerra hubiese de haber, ca el competidor era recio y tenía muchos españoles. Entre tanto que se apercibía quiso concertarse de bien a bien, pues era mejor mala concordia que próspera guerra, y envió al licenciado Gaspar de Espino a negociar; el cual se declaró, porque otros no gozasen sus trabajos las manos enjutas, a que fuesen amigos y que Almagro soltase a Fernando y Gonzalo Pizarro y a Alfonso de Alvarado y se estuviese en el Cuzco gobernando, sin bajar a los llanos, hasta tener declaración por el emperador de lo que cada uno hubiese de gobernar. Murió el licenciado entendiendo en esto, y aun pronosticando la destrucción y muertes de ambos gobernadores. Almagro, con la pujanza y consejeros que tenía, rehusó aquel partido, diciendo que había de dar y no tomar leyes en su jurisdicción y prosperidad. Dejó a Gabriel de Rojas en guarda del Cuzco y de los presos, y llevando consigo a Fernando Pizarro, bajó con ejército y quinto del rey a la marina. Hizo un pueblo en término de Los Reyes, como en posesión, y asentó el real en Chincha.