Alvarado da su armada y recibe cien mil pesos de oro
A pocas leguas de camino, ya que Quizquiz iba huyendo, toparon nuestros españoles su retaguardia, que como los vio se puso a defender que no pasasen un río. Eran muchos, y unos guardaron el paso y otros pasaron el río por muy arriba a pelear, pensando matar y tomar en medio los cristianos. Tomaron una serrezuela muy áspera por ampararse de los caballos. Y allí pelearon con ánimo y ventaja. Mataron algunos caballos, que con la maleza de la tierra no podían revolverse, e hirieron muchos españoles, y entre ellos a Alonso de Alvarado, de Burgos, en un muslo, que se le pasaron, y presto [190] mataran a Diego de Almagro. Quemaron la ropa que no pudieron llevar. Dejaron quince mil ovejas y cuatro mil personas que por fuerza llevaban, y subiéronse a lo alto. Eran las ovejas del Sol, ca tenían los templos, cada uno en su tierra, grandes rebaños de ellas. Y nadie las podía matar, so pena de sacrilegio, salva el rey en tiempo de guerra y caza. Inventaron esto los reyes del Cuzco para tener siempre bastimento de carne en las continuas guerras que hacían. Llegados que fueron los nuestros a San Miguel, despachó Alvarado a Garci Holguín a Puerto Viejo a entregar los navíos de su flota a Diego de Mora, capitán de Almagro, el cual entonces hizo grandes dádivas y socorros en dineros, armas y caballos a los suyos y a los de Alvarado. Fundó luego a Trujillo, como Pizarro escribió. Dejó por teniente a Miguel de Astete, y vínose a Pachacama, donde Francisco Pizarro recibió muy bien a Pedro de Alvarado y le pagó de contado los cien mil pesos de oro que Almagro prometió por la flota. No faltaron ruines que dijesen a Pizarro prendiese a Alvarado por haber entrado con mano armada en su jurisdicción y lo envíase a España, y que no le pagase; y ya que pagar le quisiese, no le diese sino cincuenta mil pesos, pues más no valían los navíos, dos de los cuales eran suyos. Pizarro no lo quiso hacer, antes le dio otras muchas cosas y lo dejó ir libremente, como supo estar las naos en San Miguel y en poder de Diego de Mora. Fuese Alvarado a Cuauhtemallán casi solo, y quedaron en el Perú los suyos, que como eran nobles y valientes, y aun bravosos, llegaron a ser después muy principales en aquella tierra.