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Francisco Pizarro, hecho gobernador del Perú

Como Pizarro llegó a Panamá comunicó con Almagro y Luque la bondad y riqueza de Túmbez y río Chira. Ellos holgaron mucho con tales nuevas y le dieron mil pesos de oro, y aun buscaron emprestada buena parte de ellos. Porque, aunque todos eran de los más ricos vecinos de aquella ciudad, estaban pobres con los muchos gastos que habían hecho aquellos tres años en el descubrimiento. Vino, pues, a España Francisco Pizarro, pidió la gobernación del Perú, presentando en Consejo de Indias la relación de su descubrimiento y gasto. El emperador lo hizo por ello adelantado, capitán general y gobernador del Perú y Nueva Castilla, que tal nombre pusieron a las tierras allí descubiertas. Francisco Pizarro prometió grandes riquezas y reinos por sus mercedes y títulos. Publicó más riquezas que sabía, aunque no tanta como era, por que fuesen muchos con él, y embarcóse muy alegre y acompañado de cuatro hermanos, que fueron Fernando, Juan y Gonzalo Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, hermano de madre. Fernando Pizarro era solamente legítimo; Gonzalo Pizarro y Juan Pizarro eran hermanos de madre. Entraron los Pizarros en Panamá con gran fausto y pompa; mas no fueron bien recibidos de Almagro, que muy corrido y quejoso estaba de Francisco Pizarro porque, siendo tan amigos, lo había excluido de los honores y títulos que para sí traía; y porque, siendo compañeros en los gastos, quería echarlo de la ganancia como de la honra, pues no le dejaba parte en el mando ni gobierno; y lo que mucho sentía era que, habiendo él puesto más hacienda y perdido un ojo en el descubrimiento, no lo había dicho al emperador. Decía, en fin, que quería más honra que hacienda. Francisco Pizarro se le disculpaba con que no había querido el emperador darle nada para él, aunque se lo había suplicado. Prometía de negociarle otra gobernación en la misma tierra y renunciarle luego el adelantamiento, y de no apartar compañía; y decía que, siendo compañeros, era también él gobernador; y así podría mandar y disponer de todo como le pluguiese. Mas aun con todo esto no se aplacaba nada Diego de Almagro. Tanto era su odio o queja que con razón le parecía tener, y creyendo que todo era palabras de cumplimiento e imposible, y como tenía en su poder la poca hacendilla que había quedado, hacía padecer mucha necesidad a los Pizarros, que traían grande [166] costa y pocos dineros. Fernando Pizarro, que mayor de todos era, sentía mucho aquello, tomando por afrenta que Almagro los tratase así. Reprehendió al gobernador, su hermano, porque lo sufría; e indignó a los otros hermanos y a muchos contra él. De donde nació un perpetuo rencor entre Almagro y Fernando Pizarro, que sus hermanos más blandos y amorosos eran. Francisco Pizarro deseaba mucho tornar en gracia de Almagro, porque sin él no podía ir a su gobernación tan presto ni tan honrosa ni provechosamente, y buscó medios para la reconciliación. Intervinieron en ella muchos, especial de los nuevamente venidos de España, que ya se habían comido las capas, y concertáronlos en fin con medios de Antonio de la Gama, juez de residencia. Almagro dio setecientos pesos y las armas y vituallas que tenía, y Pizarro se partió con los más hombres y caballos que pudo, en dos navíos. Tuvo contrario viento para llegar a Túmbez, y desembarcó en la tierra propiamente del Perú, de la cual tomaron nombre las grandes y ricas provincias que se descubrieron y conquistaron, buscando a ella sola, Quien primero tuvo nueva del río Perú fue Francisco Becerra, capitán de Pedrarias de Avila, que, partiendo del Comagre con ciento y cincuenta españoles, llegó a la punta de Piñas; mas volvióse de allí porque los del río Jumeto le dijeron que la tierra del Perú era áspera y la gente belicosa. Algunos dicen que Balboa tuvo relación de cómo aquella tierra del Perú tenía oro y esmeraldas. Sea así o no sea, es cierto que había en Panamá gran fama del Perú cuando Pizarro y Almagro armaron para ir allá. Eran tan mala tierra donde Pizarro salió y llevaba ojo a la de Túmbez, que no paró allí. Siguió la costa por tierra, que, como es áspera, se despeaban en ella hombres y caballos. Y como tiene muchos ríos, a la sazón crecidos, se ahogaron algunos que no sabían nadar, y aun Francisco Pizarro, según cuentan, pasaba los enfermos a cuestas, que muchos adolecieron luego con la mudanza de aires y falta de comida, Andando así, llegaron a Coaque, lugar bien proveído y rico, donde se refrescaron asaz cumplidamente y hubieron mucho oro y esmeraldas, de las cuales quebraron algunas para ver si eran finas, porque hallaban también muchas piedras falsas de aquel mismo color. Apenas habían satisfecho el cansancio y hambre, cuando les sobrevino un nuevo y feo mal, que llamaban verrugas, aunque, según atormentaban y dolían, eran bubas. Salían aquellas verrugas o pupas a las cejas, narices, orejas y otras partes de la cara y cuerpo, tan grandes como nueces, y muy sangrientas. Como era nueva enfermedad, no sabían qué hacerse, y renegaban de la tierra y de quien a ella los trajo, viéndose tan feos; pero como no tenían en qué tornarse a Panamá, sufrían. Pizarro, aunque sentía la dolencia y muertes de sus compañeros, no dejó la empresa, antes envió veinte mil pesos de oro a Diego de Almagro para que le enviase de Panamá y de Nicaragua los más hombres, caballos, armas y vituallas que pudiese, y para abonar la tierra de su conquista, que tenía ruin fama. Caminó tras este despacho hasta Puerto Vicio, a veces peleando con los indios y a veces rescatando. Estando allí vinieron Sebastián de Benalcázar y Juan Fernández, con gente y caballos, de Nicaragua; que no poca alegría y ayuda fueron para pacificar aquella costa de Puerto Viejo. [167]