Continuación del descubrimiento del Perú
Estaban los españoles tan flacos y desesperados en aquellos manglares, y sentíanse tan desiguales para con los naturales de allí, que aun con los ochenta compañeros recién venidos no se atrevieron a guerrearlos; antes se fueron luego a Catámez, tierra sin manglares y de mucho maíz y comida y que restauró a muchos la vida y alegró a todos, porque los de allí traían sembradas las caras de muchos clavos de oro, ca se las horadan por muchos lugares y meten un grano o clavo de oro por cada agujero, y muchos meten turquesas y finas esmeraldas. Ya pensaban Pizarro, y Almagro fenecer allí sus trabajos y enriquecer sobre cuantos españoles en Indias había, y no cabían de gozo ellos ni los suyos; mas luego se les destempló su placer con [164] la muchedumbre de indios armados que a ellos salieron, y ni osaron pelear con ellos ni estar allí, sino que sobre acuerdo Almagro tornó a Panamá por más gente, y Pizarro a la isla del Gallo a lo esperar. Andaban los españoles tan medrosos, descontentos y ganosos de Panamá, que renegaban del Perú y de las riquezas de la Equinoccial; y quisieran muchos de ellos irse con Almagro; mas no los dejaron ir ni aun escribir, porque no infamasen aquella tierra y estorbasen el socorro porque Almagro iba. Empero ni pudieron encubrir a los de Panamá los trabajos y muertes que les habían sucedido en aquella mala tierra, ni estorbar las cartas de nuevas y quejas que algunos escribieron; porque un Sarabia, de Trujillo, envió cartas de ciertos amigos suyos, o, como dicen otros, una suya firmada de muchos, a Pascual de Andagoya, envuelta en un gran ovillo de algodón, so color que le hiciesen de él una manta, que andaba desnudo. Contenía la carta todos los males, muertes y trabajos pasados en el descubrimiento, agravios y fuerzas y quejas de los capitanes, que les impedían la vuelta. Era, en fin, petición para que les diese licencia y mandamiento el gobernador que no les forzasen a estar allí y al pie de la carta puso:
Pues, señor gobernador,
mírelo bien por entero;
que allá va el recogedor,
y acá queda el carnicero.
Era ya venido a Panamá por gobernador, cuando Almagro llegó, Pedro de los Ríos, el cual dio mandamiento y envió a su criado Tafur para que cada uno de los que con Pizarro estaban en la isla del Gallo pudiese libre mente volverse a su casa, poniendo grandes penas a quien se lo impidiese. Con este mandamiento de Pedro de los Ríos huyeron de Almagro todos los que querían ir con él, que gran tristeza le fue; y de Pizarro cuantos con él estaban, sino fueron Bartolomé Ruiz de Moguer, su piloto, y otros doce, entre los cuales fue Pedro de Candía, griego y natural de aquella isla. Cuánto pensamiento y pesar cargó de esto Pizarro no se puede contar. Dio muchas gracias y promesas a los que se quedaron con él, loándolos de buenos y constantes amigos, y por ser pocos se pasó a una isla despoblada, seis leguas de tierra, que llamó Gorgona, por sus muchas fuentes y arroyos. En la cual se sustentaron sin pan ninguno, comiendo cangrejos leonados de tierra, cangrejos de mar, culebras grandes y algo que pescaban, hasta que tornó de Panamá el navío de Almagro; y luego que fue vuelto, navegó Pizarro para Motupe, que cae cerca de Tangarara; de allí volvió a río Chira, y tomó muchas ovejas cervales para comer, y algunos hombres para lengua, en los pueblos que llamaban Pohechos. Hizo salir a tierra en Túmbez a Pedro de Candía, que volvió espantado de las riquezas de la casa del rey Atabaliba; nuevas que alegraron mucho a todos. Pizarro, que había hallado la riqueza y tierra tanto por él deseada, se fue luego a Panamá para venir en España a pedir al emperador la gobernación del Perú, Dos españoles se quedaron allí, [165] no sé si por mandato de Pizarro, para que aprendiesen la lengua y secretos de aquella tierra, entre tanto que él iba y venía, o si por codicia del oro y plata que Candía certificaba; mas sé decir que los mataron indios. Anduvo Francisco Pizarro más de tres años en este descubrimiento, que llamaron del Perú, pasando grandes trabajos, hambre, peligros, temores y dichos agudos.