Descubrimiento del Perú
De mil y trescientas leguas de tierra que ponen costa a costa del estrecho de Magallanes al río Perú, las quinientas que hay del estrecho a Chirinara o Chile costeó un galeón de don Gutiérrez de Vargas, obispo de Plasencia, el año de 44, y las otras descubrieron y conquistaron en diversas veces y [162] años Francisco Pizarro y Diego de Almagro y sus capitanes y gente. Quisiera seguir en este descubrimiento y conquista la orden que hasta aquí, dando a cada costa su guerra y tiempo, según continuamos la geografía; mas déjolo por no replicar una cosa muchas veces. Así que, trastrocando nuestra propuesta orden, digo que, residiendo Pedrarias de Avila, gobernador de Castilla de Oro, en Panamá, hubo algunos vecinos de aquella ciudad codiciosos de buscar nuevas tierras; empero, unos querían ir hacia levante, al río Perú, a topar con las tierras que debajo la línea Equinoccial están, imaginando sus muchas riquezas; y otros querían ir hacia poniente, a lo de Nicaragua, que tenía fama de rica y fresca tierra, con muchos jardines y frutas; que tal información y lengua tuvo Vasco Núñez de Balboa, y aun para ir allá había hecho y comenzado cuatro navíos, Pedrarias se inclinó más a Nicaragua que a lo oriental, y envió allá, según después diremos, aquellos navíos. Diego de Almagro y Francisco Pizarro, que ricos eran y antiguos en aquellas tierras, hicieron compañía con Hernando Luque, señor de la Taboga, maestre escuela de Panamá, clérigo rico, y que llamaron Hernando loco por ello, Juraron todos tres de no apartar compañía por gastos ni reveses que les viniesen, y de partir igualmente la ganancia, riquezas y tierras que descubriesen y adquiriesen todos juntos y cada uno por sí. Entró en la capitulación, a lo que algunos dicen, Pedrarias de Avila; mas salióse antes de tiempo por las ruines nuevas que de las tierras de la línea trajera su capitán Francisco Becerra. Concertada, pues, y capitulada la compañía, ordenaron que Francisco Pizarro fuese a descubrir, y Hernando Luque quedase a granjear las haciendas de todos, y Diego de Almagro que anduviese a proveer de gente, armas y comida al Pizarro, dondequiera que descubriese y poblase; y aun también que conquistase él por su parte, si hallase coyuntura y disposición en la tierra que llegase. Año, pues, de 1525, fueron a descubrir y poblar, con licencia del gobernador Pedrarias, según dicen algunos, Francisco Pizarro y Diego de Almagro. El Pizarro partió primero con ciento y catorce hombres en un navío, Navegó hasta cien leguas y tomó tierra en parte que los naturales se le defendieron y le hirieron de flechas siete veces, y aun le mataron algunos españoles; por lo cual se volvió a Chinchama, que cerca es de Panamá, arrepentido de la empresa. Almagro, que por acabar un navío partió algo después, fue con setenta españoles a dar en el río que llamó de San Juan, y como no halló rastro de su compañero, tornó atrás. Salió a tierra, donde vio señales de haber estado allí españoles, y fue al lugar que hirieron a Pizarro, y porque peleando le quebraron los indios un ojo y le maltrataron su gente, quemó el pueblo y dio vuelta a Panamá, pensando que otro tanto había hecho Pizarro. Mas como entendió que estaba en Chinchama, fuése luego allá para comunicar con él la vuelta a la tierra que habían descubierto, ca le pareciera bien y con oro. juntaron allí hasta doscientos españoles y algunos indios de servicio. Embarcáronse con ellos en sus dos navíos y en tres grandes canoas que hicieron. Navega ron con muy gran trabajo y peligro de las corrientes que causa el continuo viento sur en aquellas riberas. Mas a la fin tomaron tierra en una costa anegada, [163] llena de ríos y manglares, y tan lluviosa, que casi nunca escampaba. Viven allí los hombres sobre árboles, a manera de picazas, y son guerreros y esforzados; y así, defendieron su tierra matando hartos españoles. Acudían tantos a la marina con armas, que la henchían, y voceaban reciamente a los nuestros, llamándoles hijos de la espuma del mar, sobre que andaban, o que no tenían padres; hombres desterrados o haraganes, que no paraban en cabo ninguno a cultivar la tierra para tener que comer; y decían que no querían en su tierra hombres de cabellos en las caras, ni vagamundos que corrompiesen sus antiguas y santas costumbres; y eran ellos muy grandes putos, por lo cual tratan mal a las mujeres. Son todos muy ajudiados en gesto y habla, ca tienen grandes narices y hablan de papo. Ellas andan trasquiladas y fajadas con anillos solamente. Ellos visten camisas cortas, que no les cubren sus vergüenzas, y traen coronas como de frailes, sino que cortan todo el cabello por delante y por detrás y dejan crecer los lados. Traen asimismo esmeraldas y otras cosas en las narices y orejas; sartales de oro, turquesas, piedras blancas y coloradas. Pizarro y Almagro deseaban conquistar aquella tierra por las muestras de piedras y oro que los naturales tenían; mas como el hambre y la guerra les habían muerto muchos españoles, no podían sin nuevo socorro. Y así, fue Almagro a Panamá por ochenta españoles, con los cuales y con la comida y refresco, que también trajo, cobraron ánimo los hambrientos que vivos estaban. Habíanse mantenido muchos días con palmitos amargos, mariscos, pesca, aunque poca, y fruta de manglares, que es sin zumo ni sabor, y si alguno tiene, es amargo y salado. Nacen estos árboles ribera de la mar, y están dentro en ella y en tierra salobres. Llevan muy gran fruta y pequeña hoja, aunque muy verde. Son muy altos, derechos y recios; por lo cual hacen de ellos mástiles de naos.