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Empeño de la Especiería

Como el rey de Portugal don Juan el Tercero supo que los cosmógrafos castellanos habían echado la raya por donde nombramos y que no podía negar la verdad, temió perder el trato de las especias y suplicó muy de veras al emperador que no enviase a Jofre de Loaisa ni a Sebastián Gaboto a las Malucas, porque no se arregostasen los castellanos a las especias ni viesen los males y fuerzas que a los de Magallanes habían hecho sus capitanes en aquellas islas, lo cual él mucho encubría; y pagaba todo el gasto de aquellas dos armadas, y hacía otros grandes partidos; mas no lo pudo acabar con el emperador, que bien aconsejado era. Casó el emperador con doña Isabel, hermana del rey don Juan, y el rey don Juan con doña Catalina, hermana del emperador, y resfrióse algo el negocio de la Especiería, aunque no dejaba el rey de hablar en ella, moviendo siempre partido. El emperador supo de un vizcaíno que fue con Magallanes en su nao capitana lo que portugueses hicieron en Tidore a castellanos, y enojóse mucho, y confrontó al marinero con los embajadores de Portugal, que lo negaban a pie juntillas, y que uno de ellos era capitán mayor y gobernador en la India cuando portugueses prendieron los castellanos en Tidore y robaron los clavos, canela y cosas que traían en la nao Trinidad para él. Mas como fue grande la negociación del rey y nuestra necesidad, vino el emperador a empeñarle las Malucas y Especiería para ir a Italia a coronarse, año de 1529, por trescientos y cincuenta mil ducados y sin tiempo determinado, quedando el pleito en el estado que lo dejaron en la puente de Caya; y el rey don Juan castigó al licenciado Acebedo porque dio los dineros sin declarar tiempo. Empeño fue ciego, y hecho muy en contra la voluntad de los castellanos que consultaba el emperador sobre ello; hombres que entendían bien el provecho y riqueza de aquel negocio de la Especiería, la cual podía rentar en un año o en dos, y fueran seis, más de lo que daba el rey sobre ella. Pero Ruiz de Villegas, que fue llamado al contrato dos veces, una a Granada y otra a Madrid, decía ser muy mejor empeñar a Extremadura y la Serena, o mayores tierras y ciudades, que no a los Malucos, Zamatra, Malaca y otras riberas orientalísimas y riquísimas y aún no bien sabidas, por razón que se podría olvidar aquel empeño con el tiempo o parentesco, y no este otro, que se estaba en casa. En conclusión, no miró el emperador lo que empeñaba, ni el rey entendía lo que tomaba. Muchas veces han dicho al emperador que desempeñe aquellas islas, pues con la ganancia de pocos años se desquitará, y aun el año de 1548 quisieron los procuradores de Cortes, estando en Valladolid, pedir al emperador que diese al reino la Especiería por seis años en arrendamiento, y que pagarían ellos al rey de Portugal sus trescientos y cincuenta mil ducados y traerían el trato de ella a la Coruña, como al principio se mandó, y que pasados los seis años, su majestad la continuase [159] y gozase; mas él mandó desde Flandes, donde a la sazón estaba, que ni lo diesen por capítulo de Cortes ni hablasen más en ello; de lo cual unos se maravillaron, otros se sintieron, y todos callaron.