Cumaná y Maracapana
Cumaná es un río que da nombre a la provincia donde ciertos frailes franciscos hicieron un monasterio, siendo vicario fray Juan Garcés, año de 16, cuando los españoles andaban muy dentro en la pesquería de las perlas de Cubagua. Fueron luego tres frailes dominicos que andaban en aquella isla a Píritu de Maracapana, veinte leguas al poniente de Cumaná. Comenzaron [117] a predicar (como los franciscos) y a convertir, mas comiéronselos unos indios. Sabida su muerte y martirio, pasaron allá otros frailes de aquella orden y fundaron un monasterio en Chiribichi, cerca de Maracapana, que llamaron Santa Fe. Los religiosos que residían en ambos monasterios hicieron grandísimo fruto en la conversión; enseñaron a leer y escribir y responder a misa a muchos hijos de señores y gente principal. Estaban los indios tan amigos de los españoles que los dejaban ir solos la tierra adentro y cien leguas de costa. Duró dos años y medio esta conversión y amistad; ca en fin del año 19 se rebelaron y renegaron todos aquellos indios por su propia malicia, o porque los echaban al trabajo y pesquería de perlas. Maracapaneses mataron en obra de un mes cien españoles recién llegados al rescate. Fueron capitanes de la rebelión dos caballeros mancebos criados en Santa Fe; y donde más crueles se mostraron fue en el mismo monasterio, ca mataron todos los frailes, a uno diciendo misa y a los demás oficiándola. Mataron asimismo cuantos indios dentro estaban, y hasta los gatos; quemaron la casa y la iglesia; los de Cumaná pusieron también fuego al monasterio de franciscos; huyeron los frailes con el Sacramento en una barca a Cubagua; asolaron la casa, talaron la huerta, quebraron la campana, despedazaron un crucifijo y pusiéronlo por los caminos como si fuera hombre, cosa que hizo temblar a los españoles de Cubagua. Martirizaron a un fray Dionisio, que, turbado, no supo o no pudo entrar en la barca con los otros sus compañeros. Estuvo seis días escondido en un carrizal sin comer, esperando que viniesen españoles. Salió con hambre y con esperanza que los indios no le harían mal, pues muchos eran sus hijos en la fe y bautismo. Fue al lugar y encomendóseles; ellos le dieron de comer tres días sin le decir mal, en los cuales estuvo siempre de rodillas llorando y rezando, según después confesaron los malhechores. Debatieron mucho sobre su muerte, ca unos lo querían matar y otros salvar; mas a la fin le arrastraron del pescuezo por consejo de uno que cristiano llamaban Ortega. Acoceáronlo e hiciéronle otros vituperios. Estaba de rodillas puesto en oración cuando le dieron con las porras en la cabeza para matarle, que así lo rogó él. El almirante don Diego Colón, audiencia y oficiales del Rey, que supieron esto, despacharon luego allá a Gonzalo de Ocampo con trescientos españoles, el cual fue año de 20 a Cumaná. Usó de mañoso ardid para tomar los malhechores. Surgió con sus navíos junto a Cumaná y mandó que ninguno dijese cómo venían de Santo Domingo, por que los indios entrasen a las naos y allí los prendiese sin sangre ni peligro. Preguntaron los indios desde la costa de dónde venían. Respondieron que de Castilla. No lo creían, y decían: «Haití. Haití». «No, Castilla, replicaron, Castilla, Castilla, España»; y convidábanlos a las naos. Ellos enviaron a mirar si era verdad con achaque de llevarles pan y cosas de rescate. Gonzalo de Ocampo metió los soldados so sota disimulo; agradecióles su ida y comida, rogándoles que le trajesen más. Creyeron los indios que venían de Castilla muy bozales, como no vieron soldados, y tomaron allá muchos de los rebeldes con pensamiento de sacarlos a tierra y matarlos. [118] Gonzalo de Ocampo sacó los soldados y prendió a los indios. Tomóles su confesión; confesaron la muerte de los españoles y quema de los monasterios. Ahorcólos de las antenas y fuese a Cubagua. Quedaron los indios que miraban de la marina atónitos y medrosos. Asentó Gonzalo de Ocampo real en Cubagua, y venía a Cumaná a hacer guerra y correrías. Mató muchos indios en veces, y los más que prendió justició por rigor. Diéronse perdidos los mezquinos sí aquella guerra duraba, y pidieron perdón y paz. Ocampo la hizo con ellos y con el cacique D. Diego, el cual le ayudó a fabricar la villa de Toledo, que hizo a la ribera del río, media legua de mar.