Otro gran rescate de perlas
Los más de los marineros que iban con Cristóbal Colón cuando halló las perlas eran de Palos, los cuales se vinieron a España y dijeron en su tierra lo de las perlas, y aun mostraron muchas y las llevaron a vender a Sevilla, de donde se supo en corte y en palacio. A la mucha fama armaron algunos de allí, como fueron los Pinzones y los Niños. Aquéllos se tardaron por llevar cuatro carabelas, y fueron al cabo de San Agustín, como después diremos. Estos, levantando el pensamiento a la codicia, aprestaron luego un navío, hicieron capitán de él a Peralonso Niño, el cual hubo de los Reyes Católicos licencia de ir a buscar perlas y tierra, con tal que no entrase en lo descubierto por Colón con cincuenta leguas. Embarcóse, pues, el agosto de 1499 con treinta y tres compañeros, que algunos fueran con Cristóbal Colón. Navegó hasta Paria, visitó la costa de Cumaná, Maracapana, Puerto-Flechado y Curiana, que cae junto a Venezuela. Salió allí en tierra, y un caballero que vino a la marina con cincuenta indios lo llevó amigablemente a un gran pueblo a tomar el agua, refresco y rescate que buscaba. Comió, y rescató en un momento quince onzas de perlas a trueco de alfileres, sortijas de cuerno y estaño. Otro día surgió con la nao en par de aquel lugar. Acudió tanta muchedumbre de indios a la ribera por mirar la nave y por haber quinquillería, que los españoles no osaban salir. Convidábanlos a rescatar a la nao, y ellos a la tierra; salieron en fin, como se metían dentro en ella sin armas, y por verlos mansos, simples y ganosos de llevarlos a su pueblo. Estuvieron en el pueblo veinte días feriando [116] perlas. Dábanles una paloma por una aguja, una tórtola por una cuenta de vidrio, un faisán por dos, un gallipavo por cuatro. Dábanles también por aquel precio conejos y cuartos de venado. Preguntaban de qué les servirían las agujas, pues andando desnudos no tenían qué coser. Dijéronles que de sacar espinas, pues iban descalzos. No había cosa en la tienda que más les agradase que cascabeles y espejos, y así daban mucho por ellos. Traían los hombres anillos de oro y joyeles con perlas, hechos aves peces y animalejos. Preguntaron del oro; respondieron que lo traían de Caucheto, seis soles de allí: fueron allá, pero no trajeron sino monas y papagayos. Vieron empero cabezas de hombres clavadas a las puertas por ufanía. Tenían aquellos de Curiana toque para el oro y peso para pesarlo, que no se ha visto en otro cabo de las Indias. Andan los hombres desnudos, sino lo que cubren con cuellos de calabaza o caña de caracol. Algunos empero hay que se lo atan para dentro, Traen los cabellos largos y son algo crespos; traen muy blancos dientes, con traer siempre cierta yerba en la boca, que hiede. Son gentiles olleros; las mujeres labran la tierra, que los hombres atienden a la guerra y caza, y si no, danse al placer; usan vino de dátiles; crían en casa conejos, patos, tórtolas y otras muchas aves. Produce la tierra orchilla y cañafístola. Cargó de ello su nao Peralonso Niño, y vino a España en sesenta días de navegación. Aportó a Galicia con noventa y seis libras de aljófar, en que había grandísima cantidad de perlas finas orientales, redondas, y de cinco y seis quilates, y algunas de más; empero no estaban bien agujeradas, que era mucha falta. Riñeron en el camino sobre la partición, y acusaron ciertos marineros al Peralonso Niño delante Hernando de Vega, señor de Grajales, que a la sazón era gobernador allí en Galicia, diciendo que había hurtado muchas perlas y engañado al rey en su quinto, y res catado en Cumaná y otras partes que había andado. El gobernador prendió al Peralonso, mas no le hizo al que tenerlo en la cárcel mucho tiempo, donde se comió hartas perlas, y dijo cómo había costeado tres mil leguas de tierra hacia poniente, que se quería ir hasta Higueras.