Cartagena
Juan de la Cosa, vecino de Santa María del Puerto, piloto de Rodrigo de Bastidas, armó el año de 4 cuatro carabelas con ayuda de Juan de Ledesma, de Sevilla, y de otros, y con licencia del rey, porque se ofreció a domar los caribes de aquella tierra. Fue, pues, a desembarcar a Cartagena, y creo que halló allí al capitán Luis Guerra, y entrambos hicieron la guerra y mal que pudieron; saltearon la isla de Codego, que cae a la boca del puerto. Tomaron seiscientas personas, discurrieron por la costa, pensando rescatar oro; entraron en el golfo de Urabá, y en un arenal halló Juan de la Cosa oro, que fue lo primero que de allí se presentó al rey. Llevaban muy llenos de gente los navíos; dieron vuelta a Santo Domingo, que ni hallaban rescate ni mantenimiento. Alonso de Hojeda fue allá dos veces, y la postrera le mataron setenta españoles; y él, como ya estaban dados a los caribes por esclavos, cogió la gente, oro y ropa que pudo. Pedro de Heredia, natural de Madrid, pasó a Cartagena por gobernador, el año de 32, con cien españoles y cuarenta caballos, en tres carabelas bien artilladas y abastecidas. Pobló y conquistó, mató indios y matáronle españoles en el tiempo que gobernó. Tuvo émulos y pecados, por donde vinieron a España él y un su hermano presos; y anduvieron fatigados muchos años tras el Consejo de Indias en Valladolid, Madrid y Aranda de Duero. Nombráronla así los primeros descubridores, porque tienen una isla en el puerto como nuestra Cartagena, aunque mayor, y que se dice Codego. Es larga dos leguas, y ancha media. Estaba muy poblada de pescadores cuando los capitanes Cristóbal y Luis Guerra y Juan de la Cosa la saltearon. Los hombres y mujeres de esta tierra son más altos y hermosos que isleños. Andan desnudos como nacen, aunque se cubren ellas la natura con una tira de algodón, y usan cabellos largos. Traen zarcillos de oro, y en las muñecas y tobillos cuentas, y un palillo de oro atravesado por las narices, y sobre las tetas, bronchas. Ellos se cortan el cabello encima de las orejas; no crían barbas, aunque hay hombres barbados en algunas partes. Son valientes y belicosos. Précianse mucho del arco; tiran siempre con yerba al enemigo y a la caza. Pelea también la mujer como el hombre. Una tomó presa el bachiller Enciso que, siendo de veinte años, había muerto ocho cristianos. En Chimitao van las mujeres a la guerra con huso y rueca; comen los enemigos que matan, y aun hay muchos que compran esclavos para comérselos. Entiérranse con mucho oro, [108] pluma y cosas ricas; sepultura se halló en tiempo de Pedro de Heredia que tuvo veinte y cinco mil pesos de oro. Hay mucho cobre; oro, no tanto, ca lo traen de otras partes por rescate y trueco de cosas. Los indios que hay son cristianos; tienen su obispo.