LXV

Balboa hecho adelantado de la mar del Sur

Fue recibido Vasco Núñez de Balboa con procesión y alegrías, por haber descubierto la mar del Sur y traer muchos dineros y perlas. Él se holgó infinito por hallarlos buenos, bien proveídos y acrecentados en número; que a la fama acudían allí cada día de Santo Domingo. Tardó en ir y venir y hacer cuanto digo, aunque sumariamente, cuatro meses y medio. Pasó muchos trabajos y hambre. Trajo, sin las perlas, más de cien mil castellanos de buen oro, y esperanza, tornando allá, de haber la mayor riqueza que nunca los nacidos vieron; y con esto estaba tan ufano como animoso. Dejó muchos señores y pueblos en gracia y servicio del rey, que no fue poco. No le mataron español en batalla que hubiese, y hubo muchas, y todas las venció; que no hizo tal ningún romano. Nunca lo hirieron; que atribuyó él mismo a milagro y a las muchas rogativas y votos que hacía. La gente que halló andaba en cueros, si no eran señores, cortesanos y mujeres. Comen poco, beben agua, aunque tienen vinos, no de uvas; no usan mesa ni manteles, salvo los reyes. Los otros límpianse los dedos a la punta del pie o al muslo, y aun a los compañones, y cuando mucho a un trapo de algodón; pero con todo esto andan limpios, porque se bañan muy a menudo cada día. Son viciosos de la carnalidad, y hay putos. Es la tierra pobre de mantenimientos y riquísima de oro, por lo cual fue dicha Castilla de Oro. Cogen dos y tres veces al año maíz, y por esto no lo engraneran. Repartió Balboa el oro entre sus compañeros, después de quintado para el rey; y como era mucho, alcanzó a todos y aun más de quinientos castellanos a Leoncillo, perro, hijo de Becerrillo el del Boriquén, que ganaba más que arcabucero para su amo Balboa; pero bien lo merecía, según peleaba con los indios. Despachó luego para Castilla en una nao a un Arbolancha de Balboa con cartas para el rey y para los que entendían en el gobierno de las Indias, y con una muy larga y devota relación de lo que tenía hecho, y con veinte mil castellanos del quinto, y doscientas perlas finas y crecidas; y porque viesen en España la grandeza de las conchas donde se crían las perlas, envió algunas muy grandes. Envió asimismo el cuero de un tigre macho, atestado de paja, para mostrar la fiereza de algún animal de aquella tierra. Tomaron este tigre los del Antigua en una hoya o barranca, hecha en el camino por donde venía, que no tuvieron otra mejor maña. Había comido muchos puercos dentro del pueblo, ovejas, vacas, yeguas, y aun los perros que las guardaban. Cayó en el hoyo y lazo. Daba unos aullidos terribles. Quebraba con las manos y boca cuantas lanzas y palos le arrojaban. En fin, murió de arcabuz. Desolláronlo cerrado, y comiéronselo, no sé si por necesidad, ni si por deleite. Parecía la carne de vaca, y era de buen sabor. Fueron por el rastro al cubil donde criaba. No hallaron la hembra, sino dos cachorrillos, que ataron con cadenas de hierro por el [100] pescuezo, para llevar al rey después de criados. Mas cuando tornaron por ellos no estaban allí, y estaban las cadenas como las dejaron, de que mucho se maravillaron; porque sacar las cabezas sin soltar las argollas parecía imposible, y despedazarlos la madre, increíble. Holgó mucho el Rey Católico con la carta, quinto, presente y relación de la mar Austral, que tanto la deseaban. Revocó la sentencia dada contra Balboa, e hízolo adelantado del mismo mar del Sur.