XLIX

La Nueva España

Luego que Francisco Hernández de Córdoba llegó a Santiago con las nuevas de aquellas tan ricas tierras de Yucatán, como luego diremos, se acodició Diego Velázquez, gobernador de Cuba, a enviar allá tantos españoles que resistiendo a los indios, rescatasen de aquel oro, plata y ropa que tenían. Armó cuatro carabelas y diólas a Juan de Grijalva, sobrino suyo, el cual metió en ellas doscientos españoles; y partióse de Cuba el primer día de mayo del año de 18 y fue a Acuzamil, guiando la flota el piloto Alaminos, que fuera con Francisco Hernández de Córdoba. De allí, que veía a Yucatán, echaron a mano izquierda para bojarla, pensando que fuese isla, pues ya la había andado Francisco Hernández por la derecha, ca los deseaban por cuanto se podían sopear mejor los isleños que los de tierra firme; así que, costeando la tierra, entraron en un seno de mar que llamaron bahía de la Ascensión, por ser tal día. Entonces se descubrió aquel trecho de tierra que hay de empar de Acuzamil a la susodicha bahía. Mas viendo que seguía mucho la costa, se tornaron atrás y, arrimados a tierra, fueron a Champotón, donde fueron mal recibidos, como Francisco Hernández; ca sobre tomar agua, que les faltaba, pelearon con los naturales, y quedó muerto Juan de Guetaria y heridos cincuenta españoles, y Juan de Grijalva con un diente menos y otro medio, y dos flechazos. Por esto de Grijalva y por lo de Córdoba llaman aquella playa Mala-Pelea. Partió de allí y buscando puerto seguro surgió en el que nombró el Deseado. De allí fue al río que de su nombre se dice Grijalva, en el cual rescató las cosas siguientes: tres máscaras de madera doradas y con pedrezuelas turquesas, que parecía obra mosaica; otra máscara llanamente dorada; una cabeza de perro cubierta de piedras falsas; un casquete de palo [72] dorado, con cabellera y cuernos; cuatro patenas de tabla doradas, y otra que tenía algunas piedras engastadas alrededor de un ídolo; cinco armaduras de piernas hechas de corteza y doradas; dos escarcelones de palo con hojuelas de oro; unas como tijeras de lo mismo; siete navajas de pedernal; un espejo de dos lumbres con un cerco de oro; ciento y diez cuentas de tierra doradas; siete tirillas de oro delgadas; cuarenta arracadas de oro con cada tres pinjantes; dos ajorcas de oro, anchas y delgadas; un par de zarcillos de oro; dos rodelas cubiertas de pluma y con sus chapas de oro en medio; dos penachos muy gentiles, y otro de cuero y oro; una jaqueta de pluma; un paño de algodón de colores, a manera de peinador, y algunas mantas. Dio por ello un jubón de terciopelo verde, una gorra de seda, dos bonetes de frisa, dos camisas, unos zaragüelles, un tocador, un peine, un espejo, unos alpargates, tres cuchillos y unas tijeras, muchas contezuelas de vidrio, un cinto con su esquero, y vino, que no lo quiso nadie beber; cosa que hasta allí ningún indio la deshechó. De aquel río fue Grijalva a San Juan de Ulhúa, donde tomó posesión en nombre del rey, por Diego Velázquez, como de tierra nueva. Habló con los indios, que venían bien vestidos a su manera y que se mostraban afables y entendidos; trocó con ellos muchas cosas, que fueron cuatro granos de oro; una cabeza de perro de piedra como calcedonia; un ídolo de oro con cornezuelos y arracadas y moscador de lo mismo y en el ombligo una piedra negra; una medalla de piedra guarnecida de oro, con su corona de lo mismo, en que había dos pinjantes y una cresta; cuatro zarcillos de turquesas con cada ocho pinjantes; dos arracadas de oro con muchos pinjantes; un collar rico; un trenza de oro; diez sartales de barro dorado; una gargantilla con una rana de oro; seis collaricos de oro; seis granos de oro; cuatro manillas de oro grandes; tres sartas de piedras fijas y cañutillos de oro; cinco máscaras de piedras con oro, a la mosaica; muchos ventalles y plumajes; muchas mantas y camisetas de algodón. En recompensa de lo cual dio Grijalva dos camisas, dos sayos de azul v colorado, dos caperuzas negras; dos zaragüelles, dos tocadores, dos espejos, dos cintas de cuero tachonadas, con sus bolsas; dos tijeras y cuatro cuchillos, que tuvieron en mucho por haber probado a cortar con ello; dos alpargates, unas servillas de mujer, tres peines, cien alfileres, doce agujetas, tres medallas y doscientas cuentas de vidrio, y otras cosillas de menos valor. Al cabo de las ferias trajeron por alboroque cazuelas y pasteles de carne con mucho ají, y cestillas de pan fresco, y una india moza para el capitán, que así lo usan los señores de aquella tierra. Si Juan de Grijalva supiera conocer aquella buena ventura y poblar allí, como los de su compañía le rogaban, fuera otro Cortés. Mas no era para él tanto bien, ni llevaba comisión de poblar. Despachó desde aquel lugar, para Diego Velázquez, a Pedro de Alvarado en una carabela con los enfermos y heridos y con muchas cosas de las rescatadas, por que no estuviese con pena, y él siguió la costa hacia el norte muchas leguas, sin salir a tierra. Y pareciéndole que había descubierto harto, y temiendo las corrientes y el tiempo, que siendo por junio veía sierras nevadas, y que [73] le faltarían mantenimientos, dio la vuelta, por consejo y requerimientos del piloto Alaminos, y surgió en el puerto de San Antón para tomar agua y leña, donde se detuvo seis días contratando con los naturales, y ferióles cosillas de mercería a cuarenta hachuelas de cobre revuelto con oro, que pesaron dos mil castellanos, y tres tazas o copas de oro, y un vaso de pedrecicas, y muchas cuentas de oro huecas, y otras cosas menudas que valían poco, aunque bien labradas. Vista la riqueza y mansedumbre de aquellos indios, holgaran muchos españoles de sentar allí; mas no quiso Grijalva, antes se partió luego y vino a la bahía que llamaron de Términos, entre río de Grijalva y puerto Deseado, donde saliendo por agua hallaron entre unos árboles un idolillo de oro y muchos de barro; dos hombres de palo cabalgando uno sobre otro a fuer de Sodoma y otro de tierra cocida con ambas manos a lo suyo, que lo tenía retajado, como son casi todos los indios de Yucatán. Este hallazgo y cuerpos de hombres sacrificados no contentaron a los españoles, ca les parecía sucia y cruel cosa. Quitáronse de allí y tomaron tierra en Champotón, por tomar agua; empero no creo que osaron, por ver a los de aquel pueblo muy armados, y tan atrevidos, que entraban flecharlos en la mar hasta la cinta, y llegaban con barquillas a combatir las carabelas. Y así, dejaron aquella tierra y se tornaron a Cuba cinco meses después que de ella salieron. Entregó Juan de Grijalva lo que traía rescatado a su tío Diego Velázquez, y el quinto a los oficiales del rey. Descubrió desde Champotón hasta San Juan de Ulhúa y más adelante, y todo tierra rica y buena.