XLI

Las islas Lucayos

Las islas Lucayos o Yucayas caen al norte de Cuba y de Haití y son cuatrocientas y más, según dicen. Todas son pequeñas sino es el Lucayo, de quien tomó apellido, el cual está entre diez y siete y diez y ocho grados; Guanahaní, que fue la primera tierra por Cristóbal Colón vista, Manigua, Guanima, Zaguareo y otras algunas. La gente de estas islas es más blanca y dispuesta que la de Cuba ni Haití, especial las mujeres, por cuya hermosura muchos hombres de Tierra-Firme, como es la Florida, Chicora y Yucatán, se iban a vivir a ellas; y así había más policía entre ellos que no en otras islas, y mucha diversidad de lenguas. Y de allí creo que manó el decir cómo por aquella parte había amazonas y una fuente que remozaba los viejos; ellos andan desnudos, sino es en tiempo de guerra, fiestas y bailes, y entonces pónense unas mantas de algodón y pluma muy labradas, y grandes penachos. Ellas, si son casadas o conocidas de varón, cubren sus vergüenzas de la cinta a la rodilla con mantillas; si son vírgenes traen unas redecillas de algodón con hojas de yerbas metidas por la malla; esto es después que les viene su purgación, que antes en carnes vivas se andan; y cuando les viene, convidan los padres a los parientes y amigos, haciendo fiesta como en bodas. Tienen rey o señor, y él tiene cuidado del pescar, cazar y sembrar, mandando a cada uno lo que ha de hacer. Encierran el grano y raíces que cogen en graneros públicos o trojes del rey. De allí reparten a cada uno como tiene la familia; danse mucho al placer; su riqueza es nacarones y conchas bermejas, de que hacen arracadas, y unas pedrecillas como rubíes, bermejuelas, que parecen llamas de fuego, las cuales sacan de los sesos de ciertos caracoles muy grandes que pescan en mar y que comen por muy preciado manjar. Usan traer sartales, collares y cosas que se atan al cuello, brazos y piernas, hechas de piedras negras, blancas, coloradas y de poco valor, y que se hallan en la arena. Y a las mujeres que van desnudas todo les parece bien; en muchas de estas islas chiquitas no tienen carne, [60] ni la comen. Su pasto es pescado, pan de maíz y otras raíces y frutas; traídos los hombres a Cuba y Santo Domingo, se morían en comiendo carne, y por eso españoles no se la daban, o les daban muy poquita. En algunas de ellas hay tantas palomas y otras aves así, que anidan en árboles, que vienen de Tierra Firme y de Cuba y Haití a sacarlas, y vuelven con las canoas llenas de ellas. Los árboles donde crían son como granados, cuya corteza parece algo canela en el sabor, jengibre en lo amargo y clavos en el olor; pero no es especia. Entre muchas frutas que tienen, hay una que parece gusanos o lombrices, sabrosa y sana, y dicha jaruma. El árbol es como nogal, y las hojas como de higuera; los cogollos y hojas de esta jaruma, majados y puestos con su zumo en cualquiera llaga, aunque sea muy vieja, la sana. Dos españoles riñeron allí, y el uno cortó a otro un brazo con la canilla; vino una vieja lacaya, concertó el hueso y sanólo con sólo zumo y hojas de este árbol. Un lucayo carpintero que cautivo estaba en Santo Domingo excavó un tronco de jaruma, que de suyo es hueco a manera de higuera, hinchólo de maíz y de calabazas llenas de agua, atapólo muy bien y atravesó la mar en él con otros dos parientes suyos, que remaban. Pero fue desdichado, porque a cincuenta leguas de navegación le tomaron ciertos españoles y le tornaron a Santo Domingo; de estas islas, pues, de los lucayos, yucayos como algunos llaman, cautivaron españoles, en obra de veinte años o pocos menos, cuarenta mil personas. Engañaban de palabra los isleños diciéndoles cómo iban ellos a llevarlos al paraíso, ca los indios de allí creían que muertos purgaban los pecados en tierras frías del norte; y después entraban en el paraíso, que estaba en tierra del mediodía: de esta manera acabaron los lucayos, y los más trayéndolos en minas. Dicen que todos los cristianos que cautivaron indios y los mataron trabajando han muerto malamente, o no lograron sus vidas, o lo que con ellos ganaron.