XXXI

Del pez que llaman en la Española manatí

Manatí es un pez que no le hay en las aguas de nuestro hemisferio; críase en mar y en ríos; es de la hechura de odre, con no más de dos pies, con que nada, y aquellos a los hombros; va estrechando de medio a la cola; la cabeza como de buey, aunque tiene la cara más sumida y más carnuda la barba; los ojos pequeñitos, el color pardillo, el cuero muy recio y con algunos pelillos; largo veinte pies, gordo los medios, y tan feo es, que más ser no puede; los pies que tiene son redondos y con cada cuatro uñas, como elefante; paren las hembras como vacas, y así tienen dos tetas con qué dar de mamar a sus hijos. Comiendo manatí parece carne más que pescado; fresco sabe a ternera; salado, a atún, pero es mejor y consérvase mucho; la manteca que sacan de él es muy buena y no se rancia; adoban con ello su mismo cuero, y sirve de zapatos y otras cosas; cría ciertas piedras en la cabeza, que aprovechan para la piedra y para la hijada; suélenlos matar paciendo yerbas orillas de los ríos, y con redes siendo pequeños, que así tomó uno bien chiquito el cacique Caramateji y lo crió veinte y seis años en una laguna que llaman Guainabo, donde moraba; salió tan sentido, aunque grande, y tan manso y amigable, que mal año para los delfines de los antiguos; comía de la mano cuanto le daban; venía llamándole Mato, que suena magnífico; salía fuera del agua a comer en casa; retozaba a la ribera con los muchachos y con los hombres; mostraba deleitarse cuando cantaban; sufría que le subiesen encima, y pasaba los hombres de un cabo a otro de la laguna sin zambullirlos, y llevaba diez de una vez sin pesadumbre ninguna; y así tenían con él grandísimo pasatiempo los indios. Quiso un español saber si tenía tan duro cuero como decían: llamó «Mato, Mato», y en viniendo arrojóle una lanza, que, aunque no lo hirió, lo lastimó; y de allí adelante no salía del agua si había hombres vestidos y barbudos como cristianos, por más que lo llamasen. Creció mucho Hatibonico, entró por Guainabo y llevóse al buen Mato manatí a la mar donde naciera, y quedaron muy tristes Caramateji y sus vasallos. [51]