XV

Lo que trabajó Cristóbal Colón por ir a las Indias

Muertos que fueron el piloto y marineros de la carabela española que descubrió las Indias, propuso Cristóbal Colón irlas a buscar. Empero, cuanto más lo deseaba tanto menos tenía con qué; porque, allende de no tener caudal para abastecer un navío, le faltaba favor de rey para que, si hallase la riqueza que imaginaba, nadie se la quitase. Y viendo al rey de Portugal ocupado en la conquista de África y navegación de Oriente, que urdía entonces, y al de Castilla en la guerra de Granada, envió a su hermano Bartolomé Colón, que también sabía el secreto, a negociar con el rey de Inglaterra, Enrique VII, que muy rico y sin guerras estaba, le diese navíos y favor [30] para descubrir las Indias, prometiendo traerle de ellas muy gran tesoro en poco tiempo. Y como trajo mal despacho, comenzó a tratar del negocio con el rey de Portugal don Alonso el Quinto, en quien tampoco halló favor ni dineros para ir por las riquezas que prometía, ca le contradecía el licenciado Calzadilla, obispo que fue de Viseo, y un maestre Rodrigo, hombres de crédito en cosmografía, los cuales porfiaban que ni había ni podía haber oro ni otra riqueza al occidente, como afirmaba Colón; por lo cual se paró muy triste y pensativo; mas no perdió por eso punto de ánimo ni de la esperanza de su buenaventura que después tuvo. Y así, se embarcó en Lisbona y vino a Palos de Moguer, donde habló con Martín Alonso Pinzón, piloto muy diestro, y que se le ofreció, y que había oído decir cómo navegando tras el sol por vía templada se hallarían grandes y ricas tierras, y con fray Juan Pérez de Marchena, fraile francisco en la Rábida, cosmógrafo y humanista, a quien en puridad descubrió su corazón, el cual fraile lo esforzó mucho en su demanda y empresa, y le aconsejó que tratase su negocio con el duque de Medina-Sidonia, don Enrique de Guzmán, gran señor y rico, y luego con don Luis de la Cerda, duque de Medinacelli, que tenía muy buen aparejo en su puerto de Santa María para darle los navíos y gente necesaria. Y como entrambos duques tuvieron aquel negocio y navegación por sueño y cosa de italiano burlador, que así habían hecho los reyes de Inglaterra y Portugal, animólo a ir a la corte de los Reyes Católicos, que holgaban de semejantes avisos, y escribió con él a Fray Fernando de Talavera, confesor de la reina doña Isabel. Entró, pues, Cristóbal Colón en la corte de Castilla el año de 1486. Dio petición de su deseo y negocio a los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, los cuales curaron poco de ella, como tenían los pensamientos en echar los moros del reino de Granada. Habló con los que le decían privar y valer con los reyes en los negocios; mas como era extranjero y andaba pobremente vestido, y sin otro mayor crédito que el de un fraile menor, ni le creían ni aun escuchaban; de lo cual sentía él gran tormento en la imaginación. Solamente Alonso de Quintanilla, contador mayor, le daba de comer en su despensa, y le oía de buena gana las cosas que prometía de tierras nunca vistas, que le era un entretenimiento para no perder esperanza de negociar bien algún día con los Reyes Católicos. Por medio, pues, de Alonso de Quintanilla tuvo Colón entrada y audiencia con el cardenal don Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo, que tenía grandísima cabida y autoridad con la reina y con el rey, el cual lo llevó delante de ellos después de haberlo muy bien examinado y entendido. Los reyes oyeron a Colón por esta vía y leyeron sus memoriales; y aunque al principio tuvieron por vano y falso cuanto prometía, le dieron esperanza de ser bien despachado en acabando la guerra de Granada, que tenían entre manos. Con esta respuesta comenzó Cristóbal Colón a levantar el pensamiento mucho más que hasta entonces, y a ser estimado y graciosamente oído de los cortesanos, que hasta allí burlaban de él; y no se descuidaba punto en su negociación [31] cuando hallaba coyuntura. Y así, apretó el negocio tanto, en tomándose Granada, que le dieron lo que pedía para ir a las nuevas tierras que decía, a traer oro, plata, perlas, piedras, especias y otras cosas ricas. Diéronle asimismo los reyes la decena parte de las rentas y derechos reales en todas las tierras que descubriese y ganase sin perjuicio del rey de Portugal, como él certificaba. Los capítulos de este concierto se hicieron en Santa Fe, y el privilegio de la merced en Granada y en 30 de abril del año que se ganó aquella ciudad. Y porque los reyes no tenían dineros para despachar a Colón, les prestó Luis de San Ángel, su escribano de ración, seis cuentos de maravedís, que son, en cuenta más gruesa, diez y seis mil ducados.

Dos cosas notaremos aquí: una, que con tan poco caudal se hayan acrescentado las rentas de la corona real de Castilla en tanto como le valen las Indias; otra, que en acabándose la conquista de los moros, que había durado más de ochocientos años, se comenzó la de los indios, para que siempre peleasen los españoles con infieles y enemigos de la santa fe de Jesucristo.