Tenemos que vivir nuestras vidas y nuestras relaciones en el presente. Así se desarrolla mi relación con Cattibrie, que tampoco está exenta de temores. Vivimos en el aquí y ahora, recorremos los caminos surcados por el viento, combatimos contra todo enemigo que se cruza en nuestra ruta. Luchamos por nuestra causa, y nuestro objetivo, por mucho que nuestro objetivo en ocasiones no sea otra cosa más que el mero afán de aventuras, una causa a la que nos dedicamos en cuerpo y alma. Catti-brie y yo entonces conseguimos escapar al abismo racial que nos separa. Mientras continuemos así, viviremos nuestras vidas bajo el signo de la amistad y el amor verdaderos, tan unidos como es razonable desear.
Los problemas nacen cuando pensamos en el futuro.
En las sendas montañosas que hay al norte de Mithril Hall, Cattibrie recientemente tuvo un encontronazo con la muerte, un atisbo de su propia mortalidad.
En ese momento vio el final de su vida de modo tan horrible como brutal. Por un momento se creyó muerta, y en ese horrible instante comprendió que nunca sería madre, que nunca tendría hijos a los que dedicar su amor. Cattibrie entrevió la mortalidad, una mortalidad absoluta y sin descendencia.
Y no le gustó.
Finalmente escapó a la muerte, como tantas veces ha hecho en el pasado, como yo mismo he hecho tantas veces. Wulfgar acudió en su ayuda, como hubiéramos hecho los demás, y consiguió repeler a los orcos. Así que la muerte no terminó de llegar.
Sin embargo, la muerte sigue presente en sus pensamientos.
Esa presencia, esa repentina lucidez en lo tocante a nuestro futuro, es un giro en nuestro camino de aventuras, un giro que amenaza con arruinarlo todo y precipitar nuestra relación por una sima sin fondo.
¿Cuál es nuestro futuro? Si consideramos nuestra relación desde el punto de vista del día a día, lo que cuentan son la alegría y el afán de aventura. Pero si la examinamos a largo plazo, nos topamos con obstáculos que no podemos pasar por alto, que ella no puede desdeñar. ¿Será madre algún día? ¿Podrá tener un hijo mío? En el mundo existen numerosos medio elfos, hijos de elfo y humano; pero ¿quién ha oído hablar de un mestizo de drow? Yo nunca he visto nada igual, si bien en tiempos me llegó el rumor de que la Casa Barrison Del’Armgo fomentaba esa clase de descendencia para reforzar su ejército. Parece que los resultados distaron de ser favorables.
En consecuencia, no sé si puedo tener hijos con Cattibrie. Y si ello es posible, está claro que no será fácil. Claro que quiero tener hijos con ella, pues esos hijos sin duda compartirían sus maravillosas cualidades: su naturaleza sagaz, su arrojo, su talante comprensivo, su determinación para seguir el camino que estima correcto y, por supuesto, su belleza. Un padre se sentiría orgulloso de tener un hijo dotado de las cualidades de Catti-brie.
Pero ese hijo sería mestizo de drow en un mundo hostil a los elfos drow. Hoy en día, en algunas ciudades me aceptan como soy, y ello gracias a que mi reputación me precede, pero dudo que mi hijo tuviera esa suerte. Antes de que pudiera labrarse su propia reputación, su alma ya estaría contaminada por el prejuicio contra los de su sangre. Si tuviéramos un hijo, quizá lo mejor sería que viviese en Mithril Hall hasta llegar a la edad adulta.
Lo que, sin embargo, no dejaría de ser una limitación, como Cattibrie sabe perfectamente.
Se trata de un problema muy serio. He comprendido que amo de veras a Cattibrie y sé que ella también me quiere. Por encima de todo, somos amigos, y ahí radica la belleza de nuestra relación. Vivimos el presente, gozamos de las aventuras, disfrutamos del viento en el camino, combatimos contra nuestros enemigos. No podría tener mejor compañera, una compañera que viene a ser el mejor elogio a mi persona.
Sin embargo, cuando pienso a largo plazo, cuando pienso en cómo se desarrollará nuestro camino a lo largo de una o dos décadas, entiendo que tendremos que enfrentarnos a obstáculos sin cuento. Está claro que seguiré amando a Cattibrie hasta el día de su muerte, por mucho que la enfermedad y la vejez hagan mella en su persona y yo continúe viviendo en plena flor de la vida. Si ese día llega, me abstendré para siempre de las aventuras, como me abstendré de buscar una compañera más compatible, una elfa o incluso una drow.
Cattibrie una vez me preguntó si mi principal limitación era de índole interna o externa. ¿Me sentía simplemente dolido porque la gente me viera como el elfo oscuro que soy? ¿O el prejuicio ajeno más bien me causaba resentimiento? Yo diría que lo mismo se aplica en su caso. Aunque acepto las vueltas y los giros que nuestro camino en común inevitablemente trazará, creo que Catti-brie siente aprensión y miedo ante dicha perspectiva. Dentro de tres décadas tendrá casi sesenta años de edad y será vieja desde el punto de vista de los humanos. Yo tendré unos cien años, cumpliré mi primer siglo, y seguiré siendo un joven adulto, poco más que un adolescente, desde el punto de vista de los drows. Yo diría que su encuentro con la mortalidad la lleva a reflexionar sobre esa cuestión, no precisamente agradable.
Lo que nos lleva a la otra cuestión, la de los hijos. Si llegamos a formar una familia, nuestros hijos deberán afrontar fuertes presiones y prejuicios, y serán todavía muy pequeños cuando su madre muera.
Todo es muy complicado.
De momento prefiero concentrarme en el presente.
Por puro miedo, lo reconozco.
DRIZZT DO'URDEN