Una sencilla nota para aclarar el marco temporal abarcado por mi alfabeto del crimen. A los lectores confusos por lo que pudieran parecer errores en el cálculo de edades y fechas, les pido que tengan en cuenta que A de adulterio transcurre en mayo de 1982, B de bestias en junio de 1982, C de cadáver en agosto de 1982, etcétera. Como los libros siguen un orden cronológico, la vida de Kinsey Millhone discurre más despacio que la de los demás. Por lo tanto, Millhone está atrapada en un pliegue del tiempo. Aunque no es culpa suya, en la actualidad todavía vive y trabaja en 1986, sin acceso a teléfonos móviles, ni a Internet ni a los equipos de alta tecnología que actualmente utilizan los investigadores privados para buscar a personas desaparecidas, obtener información o recoger datos financieros. Por el contrario, confía en la persistencia, la imaginación y el ingenio, las herramientas de trabajo del sabueso tradicional a lo largo de una dura historia. Puede que algún día la autora dé un salto en el tiempo narrativo y permita a Millhone aterrizar en el presente sin obligarla a sufrir el proceso normal de envejecimiento.
Hasta ahora he procurado no mencionar lugares comunes del momento ni asuntos sucedidos en fechas concretas. El lector encontrará pocas referencias, si es que encuentra alguna, a canciones, películas, modas, manías o acontecimientos contemporáneos. O de odio es una excepción, ya que alude a la guerra del Vietnam, que terminó en 1971, quince años antes de los incidentes descritos en la novela. Por exigencias narrativas, he puesto algunos personajes de ficción en episodios históricos. También he introducido algunos personajes novelescos en instituciones académicas y foros políticos, en los que sus homólogos de la vida real sin duda negarán su presencia. Desde mi punto de vista, el placer de la ficción consiste en que mejora los hechos y adorna la realidad. Aparte de eso, y como solía decir mi padre: «Sé que es verdad porque lo hice yo».
Atentamente,
Sue Grafton