Una fábula

Erase una vez un viejo Rey que habitaba en un palacio. En la sala principal había una mesa dorada, en cuyo centro brillaba una enorme y magnífica joya. Cada día de la vida del Rey, la gema relucía en forma más resplandeciente.

Un día, un ladrón robó la joya y huyó del palacio, escondiéndose en un bosque. Mientras contemplaba la piedra con profunda alegría, vio con asombro que la imagen del Rey aparecía en ella.

«He venido a agradecerte» dijo el Rey. «Me has liberado de mi apego a la Tierra. Creí que estaba libre cuando adquirí la joya, pero entonces supe que sólo me vería liberado cuando, con un corazón puro, la entregara a otro».

«Cada día de mi vida pulí esa piedra, hasta que finalmente llegó este día, en que la joya estaba tan hermosa que la robaste; y yo, al entregarla, me he liberado».

«La joya que posees es la Comprensión. No puedes aumentar su belleza escondiéndola e insinuando que la tienes, ni tampoco luciéndola vanidosamente. Su belleza proviene de la conciencia que los demás tienen de ella. Honra aquello que le da su belleza».