Capítulo 9: ¿Qué es real?

El concepto de un universo formado por seres iguales puede dar un sentido a todas las religiones y contener todas las actitudes metafísicas. Es la balsa más fácil de abandonar cuando alcanzamos la otra ribera, que no es en realidad ribera alguna. Puede indicarnos cómo vivir en este plano, puede integrar nuestro conocimiento científico, puede mostrarnos de qué modo nuestra existencia física es la expresión de leyes espirituales. Nos entrega una comprensión absolutamente segura de lo que es verdad y de lo que es real.

Los seres vivos, únicos e iguales, son todo lo que hay completamente verdadero y real en el universo. Somos el universo.

Experimentamos el sentido más profundo de la realidad sólo en la máxima expansión en perfecto amor. En niveles inferiores de vibración no vemos las relaciones entre otros seres en forma totalmente verdadera o real.

Yendo a un ejemplo concreto: consideremos que las personas que forman un público son reales, pero «el público» es un nombre para algo que desaparecerá cuando las personas se vayan a casa. En este sentido, el público es una ilusión; una realidad temporal, parcial y limitada: no tiene existencia independiente ni causativa.

Podemos establecer una probabilidad estadística acerca de la conducta del público, pero cada miembro es libre de ir y venir a voluntad, del mismo modo como los átomos que forman nuestros cuerpos van y vienen. Es en este sentido que podemos decir que el universo físico, incluyendo nuestros cuerpos, es una ilusión.

Somos reales: los seres que participan en el universo —nosotros, las partículas de los átomos, los seres-energía y los seres-espacio— somos todos reales, somos todos iguales, todos somos del mismo tipo.

Pero las relaciones, agrupamientos y masas, vistos desde cualquier nivel dado de vibración, son ilusorias. Así, por tanto, tal como el público está formado por personas, las ilusiones se forman a partir de seres reales. Ciertamente, no hay forma de crear una ilusión si no es utilizando lo que es real; no hay otro material.

Sin embargo, en lugar de referirnos al mundo como algo ilusorio —lo que puede ser interpretado como una licencia para robar y para otras formas de desamor, y puede resultar muy fastidioso cuando uno se siente atascado en el lugar donde está— es mejor llamarlo una realidad secundaria. El mundo es suficientemente real cuando estamos vibrando dentro de un cierto rango, pero sólo mientras estamos en ello.

Los hechos son verdades limitadas: representan la forma como vemos las relaciones entre otros cuando hemos limitado nuestra propia percepción y amor, o cuando ellos han limitado los suyos. Pero los hechos tienen raíces en la verdad: podemos tener sólo una visión limitada de los seres participantes en lo que captamos como materia, pero estos seres son reales, se determinan a sí mismos y actúan en armonía.

Sin embargo, no necesitamos hechos para ser sabios y amorosos. Conjuntos diferentes de hechos resultan reales en diferentes niveles de vibración. La verdad es la misma para todos; los hechos son siempre un poco diferentes para cada uno.

Los hechos son, sin duda, igual de fascinantes que los chismes: quién le hace qué a quién, qué le hace qué cosa a qué. La acumulación de hechos es interminable. A veces sentimos que podríamos alcanzar la verdad si obtuviéramos la cantidad suficiente de hechos. En otras ocasiones, intentamos locamente negarlos, aun cuando estamos apegados a un nivel de vibración del cual no desaparecerán.

Las ilusiones y los hechos son confiables en la medida en que contienen algo de verdad; pero también son, en cierta forma, engañosos.

Los delirios son negaciones de la verdad. Si nos valemos del plano físico para negar la realidad superior, nos engañamos. Pero también nos engañamos si negamos la realidad del mundo material. No podemos elevarnos por sobre el plano físico negando su realidad: debemos amarlo y confirmar la realidad de los seres vivos que lo componen.

Algunos de nosotros nos descorazonamos con los esfuerzos de tipo espiritual porque las experiencias iluminadoras no siempre nos ayudan a enfrentar de mejor forma los hechos de la existencia física. Podemos incluso confundirnos aún más: un viaje con LSD puede mostrarnos lo etéreo que es el mundo; y luego, al descender, nos irrita comprobar que la dura realidad de nivel-masa está aún allí.

Las experiencias iluminadoras pueden ayudar en el enfrentamiento con los hechos al mostrar que eres un sea-lo-que-seas totalmente flexible, que puede existir en muchos niveles diferentes de vibración, tanto en el plano físico como sobre él.

Cuando comprendes que los hechos son diferentes en cada nivel, es menos probable que luches en contra de los hechos que se dan en un plano particular. A medida que tu conciencia se abre, te será posible elegir el nivel que desees, y te encontrarás con hechos más placenteros.

No hay en el universo un ser más poderoso que tú, pero tampoco hay ninguno que tenga menos poder que tú. Toda tu conducta hacia otras personas debiera basarse en este predicamento. Frecuentemente me digo a mí mismo: Que mis intenciones no pretendan contradecir las leyes necesarias de nuestras relaciones como seres iguales (es una frase larga, pero igual me la digo).

Puesto que cada ser se autodetermina, no puedes cambiar el nivel de vibración de nadie contra su voluntad, ni tampoco estás tú obligado a hacerlo. En realidad, no puedes herir ni ayudar a otros sin que ellos acepten jugar ese juego, ni tampoco nadie puede herirte o ayudarte sin tu consentimiento.

Por supuesto, tu percepción de los demás está teñida con tus propias y limitadas vibraciones hasta que alcances los niveles más altos; de modo que no tienes forma de saber qué es exactamente lo que estás tratando de cambiar. Por otra parte, sí tienes un control absoluto de tu propio nivel de vibración, y ésa es toda la libertad que necesitas para gobernar tus relaciones y experiencias.

Eres libre de estar donde quieras en el mundo que es real para ti en este momento. Y aún más: tienes la posibilidad de estar en cualquier tiempo, en cualquier nivel de vibración, en cualquier sistema, con quien quiera que desees.

A pesar de lo atrapado que te sientas, del peso que cada día que pasa represente para ti, tu libertad fundamental permanece inalterable.

Si observas ahora el ambiente que te rodea, podrás ver una gran cantidad de «realidad» que te hace sentir seguro, aun cuando te duela o te agote. Está muy bien que te afirmes ahí mientras meditas todo esto. Nada va a ocurrir inesperadamente sólo porque estés leyendo acerca de lo libre que eres.

En todo caso, nunca estás solo, hay muchos seres que están conscientes de ti en todo momento, amándote, listos para hacértelo sentir cuando quiera que estés listo para recibirlo, cuidando de que no te hundas demasiado, alentándote a amarte a ti mismo.

El mundo que ves es, en verdad, una realidad de conveniencia: en cierto sentido, el universo se ordena compasivamente en la forma que tú lo necesitas para desarrollar tus preferencias. Tienes una elección infinita de mundos en que puedes vivir.

Tienes también la libertad de vivir de acuerdo a muchos planes cósmicos diferentes. El hecho de que puedas elegir no significa que alguno de ellos sea menos válido. Puedes vivir en un universo en el que haya un Dios en la cúspide, con una jerarquía que descienda hasta las almas en oscuridad extrema. O bien, un mundo materialista en donde no se experimente vida después de la muerte: tan sólo una anulación completa del pasado. Puedes tener un cielo y un infierno.

Lo que sea que elijas, sea cual fuere la vibración que te parezca bien, te sintonizarás y estabilizarás con otros que compartan tus creencias. En el nivel-espacio, lo semejante generalmente se atrae entre sí.

Puedes sintonizar tus vibraciones con la conciencia de Cristo o con la conciencia de Buda, y experimentar la divina compasión. Puedes sintonizarte con la magia negra y vivir en un mundo de extrañas formas y fuerzas violentas. Puedes sintonizarte con el Ratón Mickey o con cualquier personaje del libro de historietas cómicas. Puedes hacerte uno con la Madre Divina, y vivir un increíble esplendor sensual.

Puedes experimentar todo esto y más cuando meditas o tomas psicodélicos. Quizás no recuerdes este libro en ese momento, pero podrás recordar tres palabras: No te resistas. Estas tres palabras se aplican en forma aún más clave en esos niveles que en éste. Recuérdalas especialmente cuando estés muriendo.

Puesto que no vamos a ir a ninguna parte —en forma estable— con más rapidez que lo que nuestro amor nos lleve; y puesto que tenemos que amar primero el lugar donde estamos, es necesario decir algo para no volverse demasiado ambicioso frente a la infinidad de posibilidades.

Pero es bueno saber que existe algo más allá de lo que ves ahora frente a ti, y que puedes experimentar tu realidad presente en niveles mucho más profundos de placer y tranquilidad.