La sabiduría sincronística del I Ching
EL I CHING O EL LIBRO DE LAS MUTACIONES es un moderno best-seller y un antiguo libro de sabiduría filosófica. Es también un oráculo con forma de libro, que muchos consultan con el mismo espíritu que aquellos que antaño viajaban a Delfos para consultar el oráculo de Apolo. Algunos abordan el libro con reverencia y creen obtener recomendaciones ecuánimes y apropiadas; otros lo rechazan, así como la idea de que pueda funcionar en absoluto, pues consideran que acudir a los oráculos es tan razonable como creer en el mensaje de las galletas de la suerte.
En la vida, la sincronicidad aparece espontáneamente, y a través de estos encuentros nos hacemos conscientes de que hay un vínculo entre el mundo y nosotros, del que no podemos dar cuenta mediante recursos lógicos. El I Ching invierte esta secuencia: cuando lo consultamos damos por sentado que la sincronicidad existe. No hay una explicación racional acerca de su funcionamiento; el método depende de la sincronicidad, y una lectura extraordinariamente exacta nos depara una confirmación emocional.
El I Ching es probablemente uno de los libros más importantes de la literatura universal, puesto que las dos ramas de la filosofía oriental, confucianismo y taoísmo, tienen en él una raíz común. Resalta valores eternos en medio de un universo perpetuamente mudable, da por sentado que el cosmos tiene un patrón subyacente discernible y aconseja encarecidamente atenerse a valores interiores, aunque constituye una guía acerca de las acciones y actitudes adecuadas a la situación externa. El I Ching enseña principios a partir de los cuales podemos aprender a vivir en armonía con el Tao, la matriz que confiere un sentido al universo.
Descubrí el I Ching en 1967 durante mi primer año de consulta privada, gracias a una paciente. Esta había evolucionado desde una oscura depresión con tendencias suicidas, incurable y paralizante, a ese estado gris que supone la fase intermedia entre la depresión profunda y la vuelta a la vida con toda su tonalidad emocional. En esta fase de recuperación tenía la sensación de ingresar en el cauce de la vida, volviendo a estar activa eficazmente, viendo gente, pero la vitalidad y el deseo de hacer lo que estaba haciendo no habían regresado.
Estaba desanimada e impaciente, y existía el peligro de que se rindiera o actuara destructivamente e impulsivamente debido a estos sentimientos. Había consultado el I Ching bajo este estado mental, y vino a mi consulta para leerme lo que había hallado. Lo que siguió fue una metáfora que describía elocuentemente su situación. La lectura consistió en el hexagrama 5, «La espera (el alimento)», que comienza así:
Todas las cosas necesitan ser nutridas. Pero el don del alimento llega en su momento, y hay que esperarlo. Este hexagrama muestra las nubes en el cielo, que concede la lluvia que refresca cuanto crece… La lluvia llegará en su momento. No podemos hacer que venga; hemos de aguardarla. La idea de la espera la sugieren además los atributos de los dos trigramas: fuerza interior, peligro en frente. La fuerza ante el peligro no se arroja sino que aguarda el momento oportuno, mientras que la debilidad ante el peligro tiembla y no tiene la paciencia de esperar.
El enfoque del hexagrama respecto a la necesidad de alimento era adecuado como modo de describir la situación. Era consciente de que cuanto hacía carecía de fundamente y que para ella la vida era un acto sin sentido. Este estadio de la depresión es como un terreno que aguarda la lluvia después de una prolongada seguía, la humedad vivificante necesaria para que la vegetación pueble el erial. Es un período desalentador y potencialmente peligroso porque hay la energía suficiente para llevar a cabo un intento de suicidio, y ella se desesperaba pensando que nunca acabaría.
El texto le ofreció sabios consejos acerca de la actitud que tenía que adoptar durante esos tiempos difíciles:
La espera no es mera ilusión vacía. Abriga la certidumbre de alcanzar un fin. Esta sola certidumbre aporta esa luz que conduce al éxito. Conduce a la perseverancia que a su vez conduce a la buena fortuna y confiere poder para atravesar el océano.
Uno se enfrenta a un peligro que ha de superar. La debilidad y la impaciencia son inútiles. Sólo un hombre fuerte puede enderezar su destino, pues su seguridad le permite resistirlo hasta el final. Esta fuerza se revela en una sinceridad inflexible (para consigo mismo). Sólo cuando tengamos el valor de afrontar las cosas tal como son, sin ningún tipo de ilusión o autoengaño, una luz se desprenderá de los acontecimientos y nos mostrará el camino de la prosperidad. Este reconocimiento ha de verse avalado por la acción firme y perseverante. Pues sólo el hombre que sale resueltamente al paso de su destino está preparado para controlarlo. Entonces será capaz de cruzar el océano, es decir, será capaz de adoptar las decisiones oportunas y vencer el peligro.
Este hexagrama del I Ching le habló directamente e influyó en ella. Apoyó y reforzó su parte indecisa, que trabajaba estrechamente conmigo. A pesar de que era su lectura, sentí que también tenía sentido para mí, pues me era necesario aprender a ser más paciente a la hora de permitir que las personas se recuperaran y restablecieran a su propio ritmo.
¿Cómo se consulta el I Ching? Aquí es donde aparece la sincronicidad, pues sólo su existencia y la del Tao subyacente pueden justificar su funcionamiento.
Lógicamente, no hay medio alguno de juzgar la precisión y relevancia de las lecturas que se obtienen. Al igual que ocurre con el abejorro, que de acuerdo a la teoría aerodinámica no debería volar, el I Ching no debería funcionar como oráculo, pero lo hace.
Hay dos maneras de hacer una lectura del I Ching. En ambos métodos, el individuo que quiere que el libro le aconseje ha de formular verbalmente una pregunta. Entonces ha de dividir seis veces, ritualmente, cuarenta y nueve tallos de milenrama, a fin de obtener seis números que se correspondan con las seis líneas que forma un hexagrama. O utilizando el método abreviado, coger tres monedas y lanzarlas juntas un total de seis veces; cada tirada proporcionará una línea. Cada hexagrama remite al lector a un texto en concreto. La edición de Wilhelm-Baynes del I Ching tiene una sección muy útil en el apéndice titulada «Cómo consultar el oráculo» en la que se describe cómo hacer el oráculo de tallos de milenrama y el oráculo con las monedas. Un diagrama al final del libro enumera los hexagramas y remite al lector al texto que revela su significado.
Puesto que los acontecimientos sincronísticos espontáneos reverberan y se yuxtaponen a situaciones internas activas y emocionalmente cargadas, el I Ching funciona mejor cuando se da una situación de tensión e intensidad psicológica. No funciona como un juego de salón. El I Ching responde cuando la pregunta constituye un centro emocional. Generalmente formulo la pregunta del modo siguiente: «Quiero un comentario sobre la naturaleza de la situación y la actitud y acción que ha de aportar en esta ocasión». Como el I Ching normalmente se expresa en este sentido, creo que también conviene preguntarle directamente. (Si alguien le formula una pregunta frívola cuando se encuentra emocionalmente afectado por otra cosa, invariablemente «responderá» a la situación subyacente, ignorando la pregunta superflua). Joseph Henderson, un erudito y afamado analista junguiano, contempla el uso del I Ching como «una aplicación práctica del taoísmo en la vida cotidiana», y hace la siguiente advertencia:
Al formular sus preguntas, el consultante tendría que esperar hasta haber reducido la pregunta a su forma más simple y depurada, y asegurarse de no poder responderla por sus propios medios…de este modo se representa verdaderamente la naturaleza del símbolo taoísta, que puede describirse como una búsqueda que aporta una especie de iluminación acerca de lo real en combinación con un progresivo proceso de autorrealización.
El propio I Ching, en el libro 2, conocido como Ta Chuan o Gran tratado, lo explica así:
Por lo tanto, el hombre superior cuando tenga que emprender o hacer algo, consulta las mutaciones, y lo hace mediante la palabra. Toma su comunicación como un eco; ni lo cercano ni lo distante, ni lo claro ni lo profundo existen, y así toma conocimiento de las cosas venideras. Si este libro no fuera lo más espiritual que hay sobre la tierra, ¿cómo podría llevar esto a cabo?
No todos los individuos son igualmente capaces de utilizar el I Ching. Se necesita la capacidad de apreciar e intuir el sentido de la metáfora y la imagen, así como una actitud filosófica en consonancia con la idea del Tao. El I Ching advierte que «si quien consulta el oráculo no está en contacto con el Tao, no recibe una respuesta inteligible, pues no le será de ningún provecho». En mi consulta trabajo con el I Ching cuando el paciente al que trato lo trae a colación. Como un sueño o un acontecimiento espontáneo, considero que es otra expresión de la actividad de la mente simbólica, que nos aporta un valioso conocimiento del sentido de la situación actual. Si un paciente trae una lectura del I Ching a una sesión, es porque para él ha sido un hecho significativo. Trabajo con ello igual que con los sueños y los acontecimientos sincronísticos. Aunque las imágenes metafóricas del I Ching no se hayan formado en la psique del sujeto, buscar un sentido personal en los símbolos e imágenes me ha parecido útil para comprender la situación. Las ampliaciones a partir de la asociación con las metáforas presentes han sido de gran utilidad.
Por ejemplo, una imagen del hexagrama 34, «El poder de lo grande»: «Una cabra embiste una cerca, no puede retroceder ni avanzar». Esta es la imagen de una situación en la que el sujeto se encuentra atrapado derrochando infructuosamente su energía en una contienda inútil y obstinada. La amplificación revela dos perspectivas adicionales. El temor a ser considerado «la cabra» era una de las razones para empecinarse en el esfuerzo. De igual modo, la tendencia a exagerar o sobrevalorar la pérdida pecuniaria se asociaba a lo que ese sujeto denominaba un elemento «capricornio» negativo en él (astrológicamente, la cabra).
Otra metáfora, del hexagrama 47, «La desazón», presenta la siguiente imagen: «Le inquieta trepar las parras». Describe vínculos que pueden romperse fácilmente. Para el paciente que realizó esta lectura, la imagen de trepar una parra le sugirió una asociación personal, y la mezcla de culpabilidad y animadversión que implicaba una dependencia era el problema psicológico enquistado que había que afrontar. Asociándolo a la imagen, el paciente ganó en autoconocimiento.
En ocasiones transcurren semanas enteras sin que nadie traiga el I Ching. Hay quien recurre a él de vez en cuando, otros no han oído hablar de él, y hay otros que lo han probado pero no lo han encontrado nunca personalmente significativo. Como el caso de los sueños y la sincronicidad espontánea, hay una gran variación individual.
Mientras estaba escribiendo este capítulo, dos mujeres me trajeron a la consulta el mismo hexagrama del I Ching. Sus respectivos matrimonios atravesaban un estadio crítico. Las dos personas pensaban en la separación y habían lanzado las monedas a fin de lograr la perspectiva que el libro puede otorgar. Ambas obtuvieron el hexagrama 49, «La revolución (mudanza)», que describe la revolución como análoga anual de la piel de ciertos animales. A continuación esta analogía se aplica a las reformas en la vida política, las grandes revoluciones relacionadas con cambios de gobierno. A pesar de que sus respectivos matrimonios eran diferentes, estas mujeres tenían esto en común: ambas se habían rebelado contra los valores detentados por sus maridos y querían cambiar los principios rectores de sus matrimonios.
En una ocasión, una mujer a la que trataba obtuvo reiteradamente el hexagrama 62, «Preponderancia de lo pequeño», durante un período de dos años. Lo obtenía arrojando las monedas, o sacaba otro hexagrama con una línea móvil y esta lo transformaba en «Preponderancia de lo pequeño». La repetición era exactamente convincente, e hizo caso del consejo, que no siempre era bien recibido, pues estaba de acuerdo con la visión del I Ching acerca de su situación aunque no le gustara que se lo recodaran. Obtener el mismo consejo una y otra vez la impresionó. El hexagrama viene acompañado del siguiente texto:
Preponderancia de lo pequeño. Éxito.
Se fomenta la perseverancia.
Se harán las pequeñas cosas; no se realizarán las mayores.
El pájaro trae el mensaje:
No conviene afanarse en lo más alto. Conviene quedarse abajo.
Gran fortuna.
Coloquialmente, el mensaje era: «Sigue esforzándote y ni pienses en grandes ideas». Le aconsejaba que fuera concienzuda, hacendosa y servicial en lo que estaba haciendo, pues no era el momento de emprender nada de mayores dimensiones. Estaba intentando graduarse en la universidad para montar una consultoría. El hexagrama recurrente la alentaba a seguir en el camino que se había trazado, una carrera para la que yo consideraba que tenía una aptitud especial, junto a una experiencia personal que hacía probable el éxito.
Normalmente esa mujer consulta el I Ching cuando aparecía otra posibilidad profesional que apelaba a sus cualidades más impulsivas. El hecho de obtener una línea móvil como la que sigue la disuadió de la idea de que había atajos o modos más fáciles de lograr sus objetivos:
Seis al principio significa:
El pájaro encuentra el infortunio en su vuelo.
El debate subsiguiente elaboró más aún el significado:
El pájaro ha de quedarse en el nido hasta que las plumas lo hayan cubierto. Si intenta volar antes, llama a la mala suerte. Hemos de conservar las tradiciones tanto como sea posible; de otro modo nos agotaremos y no lograremos nada.
Para ella, esto parecía advertirla de que continuara con su educación hasta que tuviera credenciales y experiencia.
El trabajo analítico, tal como yo lo concibo, hace bien en incorporar la sabiduría del I Ching, la filosofía taoísta esencial subyacente al texto y que reconoce la necesidad que tiene el individuo de entrar en contacto con la naturaleza cíclica de las estaciones; permanecer activo o inactivo de acuerdo a lo que resulta adecuado en cada momento, y por lo tanto estar en armonía con lo que uno es y con lo que representa la estación. Aquí usamos la palabra «estación» en su sentido más amplio. Un significado alude a las «estaciones de la vida»; por ejemplo, el estadio de la juventud independiente o los años de bregar con los niños, la edad madura o el tiempo de afrontar la propia y cercana muerte: todas ellas son diferentes «estaciones» que nos exigen reacciones diversas. Otra «estación» que hay que tener en cuenta es la que tiene relación con las épocas de paz o los tiempos convulsos, con los períodos de depresión económica y prosperidad. O bien la estación atañe a algo puramente personal: épocas fáciles o épocas de esfuerzo y penalidad. En el Eclesiastés (3, 1-2) hay una letanía poética que comienza así: «Para cada cosa hay una estación, y un momento para casa asunto bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para sembrar y un tiempo para arrancar lo que se ha sembrado». Como el I Ching, este pasaje resalta que hay estaciones que hemos de atravesar.
Sería insensato esperar pacientemente que los narcisos brotaran en invierno sólo porque estamos cuidando el terreno en el que están plantados. Las personas, al igual que las plantas y los árboles, crecen de acuerdo con su reloj interno, pero también en relación con las estaciones externas. Es importante respetar cada uno de los ritmos y estaciones de nuestra vida y estar atentos a los sueños y acontecimientos sincronísticos que nos ayudarán a crecer de un modo orgánico.
La atención a las situaciones es un valor que comparten los analistas y el I Ching. También es similar una actitud que predica la contención, que anima a actuar sólo cuando es adecuado y que destaca la perseverancia en tiempos difíciles. La filosofía del I Ching se aplica fácilmente a mi metáfora del análisis.
Para mí, el análisis se parece a la jardinería. La relación entre paciente y analista, con sus reglas de confidencialidad y su naturaleza de santuario en el que es seguro confesarse, vehicula el proceso de desarrollo personal. Quitar las piedras y arrancar los hierbajos, labrar y regar la tierra son faenas preliminares en el trabajo de jardinería y se corresponden con la fase de psicoterapia en el análisis. Los obstáculos que medran, las raíces y las piedras —ya se den en una etapa temprana de la vida o en la situación actual—, han de ser eliminados. Hay que detectar y extirpar cuanto ahogue el desarrollo personal. El agua es como la emoción; hay que regar la situación para que las defensas se ablanden y podamos atravesarlas. De este modo pueden penetrar los sentimientos ajenos y nutrir con su savia, como el agua que alcanza las raíces de una planta que ha estado en un terreno arcilloso, apelmazado y yermo. En el análisis, el crecimiento se da en el subsuelo o en un lugar muy profundo del inconsciente; más tarde se manifiesta a través de lo que emerge del suelo.
Lo que se desarrolla depende del tipo de semilla. Un buen jardinero ayuda a cada planta a crecer completamente y a producir aquello que le es propio: frutas, verduras o flores; le ayuda a ser enteramente lo que estaba destina a ser: un roble, una secuoya, un geranio o aún un cactus.
A menudo el analista constituye un apoyo temporal en la vida de otra persona. La mayor parte de las cosas que crecen se vuelven lo suficientemente vigorosas para seguir creciendo solas con el tiempo, absorbiendo el agua y la luz del sol de su entorno, nutriéndose de la tierra en la que ahora hunden profundamente sus raíces, en una vida y un suelo significativos.
Respecto a mis comentarios sobre el I Ching, evidentemente respecto a la riqueza filosófica y lo apropiado de los consejos que depara. Por supuesto, en cada ejemplo que he utilizado el individuo se encontraba significativamente en un intenso estado emocional y empleó el I Ching como un asesor añadido. También he visto cómo el I Ching era usado de modo frívolo e indiscriminado, como si del horóscopo de un periódico se tratara, para decidir por ejemplo cambiar de casa, basándose en frases y palabras imbuidas de presagios y sin la reflexión y la comprensión oportunas del sentido del propio hexagrama. Esta consulta pervierte el propósito del I Ching y simplemente ahora el crecimiento y desarrollo del sujeto.
Si este capítulo ha supuesto su introducción en el I Ching, entonces puedo haberle presentado a un amigo sabio, contemplativo y servicial. En el último párrafo de su prólogo al I Ching, Jung dice lo siguiente acerca de familiarizarse con El libro de las mutaciones:
El I Ching se nos ofrece con demostraciones y resultados; no se jacta, ni se muestra fácilmente. Como un elemento natural, aguarda hasta que es descubierto. No ofrece hechos ni poder, pero para los amantes del autoconocimiento o la sabiduría —si es que existen—, parece ser el libro adecuado. Para algunos, su alma parece radiante como el día; para otros, sombría como el crepúsculo; para otros aún, oscura como la noche. Aquel a quién no le complazca no ha de encontrarlo verdadero. Dejemos que se interne en el mundo y beneficie a aquellos que pueden discernir su sentido.