Introducción a la edición del XXV° aniversario de El Tao de la psicología

AL PRINCIPIO, ESTE PEQUEÑO LIBRO entraba en la vida de personas que no lo conocían a través del curioso fenómeno del libro sincronístico, a que considero de una extraordinaria ayuda: el libro oportuno aparece cuando lo necesito. He escuchado muchas variaciones acerca de cómo El Tao de la psicología parecía desprenderse del estante de una librería cuando alguien pasaba junto a él. Las personas recuerdan cómo un libro ignorado de un autor novel desconocido vino a parar a sus manos cuando la materia del libro es una coincidencia significativa. Otros lectores llegaron a él por el boca a boca, o a partir de la recomendación de un terapeuta, o bien porque estaba en la lista de las lecturas de una clase de psicología; a pesar de todo, aún me llegan historias que vinculan el libro a la sincronicidad. Para muchos lectores intuitivos, El Tao de la psicología constituyó una introducción asequible a Jung, así como un acercamiento al concepto filosófico oriental de una unidad subyacente que es el Tao. Pero de acuerdo con la definición de sincronicidad como «coincidencia significativa», que es subjetiva y no intelectual, lo que resultaba más relevante era personal: recuperar el recuerdo de una experiencia sincronística y el asombro o la sensación de lo sagrado que la acompañaba, y ahora poder nombrarla y tener un marco de referencia para indagar en su posible sentido. Una vez que prestamos atención a la sincronicidad, advertimos cómo nuestras vidas están llenas de acontecimientos que cobran sentido, que de otro modo nos pasarían desapercibidos.

La palabra «sincronicidad» no aparece en el título de El Tao de la psicología porque hace veinticinco años era demasiado esotérica y extraña. Hoy habría titulado este libro La sincronicidad y el Tao. Ahora, la palabra y el concepto son prácticamente de uso común. La sincronicidad se encuentra en el vocabulario cotidiano de aquellos sobre los que ha influido el pensamiento espiritual y psicológico New Age, y se trae a colación cuando se emplean el I Ching, las runas, el tarot u otras cartas adivinatorias. El álbum de Swing, Synchronicity, no sólo fue disco de platino sino que contribuyó a dar a conocer la palabra a una generación que de otro modo jamás la habría oído ni habría sido consciente de su significado.

De un modo apropiado, las sincronicidades condujeron a la redacción de este libro. Yo no abrigaba el propósito de convertirme en ensayista, pero llegué a serlo a través de una serie de coincidencias. A principios de la década de 1970, impartí una conferencia acerca de la sincronicidad como parte de un seminario auspiciado por el Instituto Carl G. Jung de San Francisco. Marie Cantlon, directora adjunta de Harper & Row, ascendida hacía poco, estaba entre el público. Mientras escuchaba, se le ocurrió que con ese tema podría fraguarse un libro interesante. Al día siguiente Marie tenía un almuerzo de trabajo con James Bolen. Hasta que ella no mencionó que había asistido a la conferencia, no supo cuál era mi relación con James. Tras descubrir que estábamos casados, sugirió: «Me pregunto si Jean estaría interesada en escribir un libro». Me sentí halagada, pero no seguí adelante con la invitación. Muchos años después pensé en ponerme en contacto con ella. La escritura sería un modo de hacer ejercicio de introspección en la vorágine de relaciones en que estaba implicada, con una consulta psiquiátrica, un marido, dos hijos pequeños y un perro. Me preguntaba incluso si Marie se acordaría de mí y pensé en llamarla. Mientras reflexionaba sobre ello y dudaba entre si debía telefonearla a Harper & Row o no, de pronto recibí un aviso para llamar a una expaciente que se había marchado de Estados Unidos con la intención de establecerse definitivamente en otro lugar. Llamé al número y oí la voz de la operadora decir: «Aquí Harper & Row, ¿en qué puedo ayudarle?».

Descubrí que mi expaciente había regresado a San Francisco y había tenido varios trabajos temporales, pero no me había llamado hasta que no empezó a trabajar en Harper & Row. Pensé que era una sincronicidad, llame a Marie Cantlon, y el resto es historia. No sólo escribí El Tao de la psicología, sino que firmé otros ocho libros en los veinticinco años que siguieron a su publicación.

He aprendido que cuando estoy haciendo o escribiendo algo que me resulta profundamente significativo acontecen las sincronicidades. Cuando aparecen, da la impresión de que el universo o el Tao apoyan cuanto hacemos. Cuando dos espíritus afines trabajan juntos para un bien común, parece como si hubiera un superávit de energía disponible, tal como una ola enorme que se forma bajo la superficie y puede transportarnos lejos, a nosotros y a nuestra causa. Las conexiones y el momento oportuno contribuyen a impulsar cuanto emprendemos. Para aprovechar el empuje de la ola, hemos de ser surfistas que van más allá del común de los mortales, anticipando que la ola vendrá si estamos preparados, y estando prestos a remar fuerte cuando sea necesario. Mientras estoy escribiendo esto me encuentro en una fase activista, comprometida, junto a otras personas, en la empresa de establecer el principio femenino en el mundo mediante círculos con un centro espiritual. Tras haber escrito El millonésimo círculo en un movimiento de dimensión internacional, se suceden las sincronicidades.

Joseph Campbell nos alentó a encontrar nuestro mito personal y buscar nuestra dicha, lo que tiene que ver con vivir en armonía con nuestros designios más íntimos. Cuando lo hacemos, nuestras intenciones o la senda que hemos escogido se encuentran en armonía con el sí mismo y con el Tao. Entonces advertimos que formamos parte de una unidad subyacente que nos sustenta y al mismo tiempo que somos completamente sinceros con nosotros mismos. Las sincronicidades positivas iluminan el camino; las negativas nos permiten detenernos y reflexionar sobre el rumbo que hemos adoptado. El Tao de la psicología os invita a llevar la sincronicidad en vuestro corazón y dejar que se convierta en un medio para percibir y conocer la profunda conexión de todo cuanto existe.

Con todo mi cariño,

Jean Shinoda Bolen

Mill Valley, California

Marzo, 2004