23. FALCON

—En estos momentos, Europa está a unos cuatrocientos mil kas de Ganimedes —informó el capitán Chandler a Poole—. Si hundieras el fierro hasta el piso… ¡gracias por enseñarme esa expresión…!, el Falcon podría llevarte ahí en una hora. Pero no te lo recomiendo: nuestro misterioso amigo podría alarmarse ante alguien que llegara tan rápido.

—De acuerdo. Y quiero tiempo para pensar. Me voy a tomar varias horas, cuando menos. Y todavía albergo la esperanza… —La voz de Poole se apagó hasta quedar en total silencio.

—¿La esperanza de qué?

—De que yo pueda hacer alguna clase de contacto con Dave, o lo que quiera que fuese, antes de intentar el descenso.

—Sí, siempre es una descortesía caer sin invitación, aun con gente a la que conozcas, y ni que hablar de absolutos desconocidos, como los europanos. Quizá debas llevar algunos regalos: ¿qué llevaban los exploradores de antaño? Me parece que espejitos y cuentas de colores alguna vez fueron lo que se acostumbraba.

El tono chistoso de Chandler no ocultaba su sincera preocupación, tanto por Poole como por el valioso equipo que se proponía tomar prestado… y por el que el capitán de la Goliath era responsable en última instancia.

—Todavía estoy tratando de decidir cómo manejaremos esto: si regresas hecho un héroe, quiero que me cubra el reflejo de tu gloria. Pero si pierdes el Falcon, así como a ti mismo, ¿qué voy a decir? ¿Que robaste el trasbordador mientras no te veíamos? Temo que nadie se trague eso. El Control de Tráfico de Ganimedes es muy eficiente… ¡tiene que serlo!… y si te fueras sin avisar previamente, te tendrían localizado en un microseg… un milisegundo, ¡bah! No hay manera de que pudieras salir, a menos que yo presente tu plan de vuelo con antelación.

»Así que esto es lo que propongo hacer, a menos que se te ocurra algo mejor:

»Te llevas el Falcon para rendir la prueba final de obtención del permiso de conducir… todos saben que ya lo volaste solo. Entras en una órbita que está a dos mil kilómetros por encima de Europa; hasta ahí, nada fuera de lo común, ya que la gente lo hace todo el tiempo, y las autoridades locales no parecen objetarlo.

»El tiempo total estimado de vuelo es de cinco horas más o menos diez minutos. Si súbitamente cambiaras de parecer en lo concerniente a volver a casa, nadie podría hacer algo al respecto… nadie, por lo menos, de Ganimedes. Naturalmente, yo emitiré algunos sonidos de indignación y diré lo atónito por la comisión de errores tan burdos de navegación, etcétera, etcétera. Lo que sea que dé mejor impresión en el posterior tribunal de indagación.

—¿Se llegaría a eso? No quiero hacer algo que te meta en problemas.

—No te preocupes: es hora de que haya un poco de emociones por aquí. Pero solamente tú y yo conocemos esta conspiración; trata de no mencionársela a la tripulación: quiero que tengan… ¿cuál fue la otra expresión útil que me enseñaste?… «denegabilidad razonable».

—Gracias Dim, realmente agradezco lo que estás haciendo. Y espero que nunca debas lamentar haberme transportado a bordo de la Goliath, cuando estabas alrededor de Neptuno.

Poole encontraba difícil impedir provocar sospechas, por el modo en que se comportaba con sus nuevos compañeros de tripulación cuando éstos preparaban el Falcon para lo que se suponía que iba a ser un vuelo breve de rutina. Sólo él y Chandler sabían que en modo alguno iba a ser así.

No obstante, no se dirigía hacia lo absolutamente desconocido, como él y Dave Bowman habían hecho mil años atrás. Guardados en la memoria del transbordador había mapas en alta resolución del satélite Europa, que mostraban detalles de hasta pocos metros de ancho. Poole sabía con exactitud adonde deseaba ir; sólo restaba verse si se le iba a permitir quebrar la cuarentena existente desde hacía siglos.