21. Cuarentena

—¿Crees en aparecidos, Dim?

—Por cierto que no… pero, al igual que cualquier hombre sensato, les tengo miedo. ¿Por qué preguntas eso?

—Si no fue un aparecido, fue el sueño más claro qué haya tenido jamás: anoche mantuve una conversación con Dave Bowman.

Poole sabía que el capitán Chandler lo tomaría en serio cuando la ocasión cuadrase; no quedó decepcionado:

—Interesante… pero hay una explicación obvia: ¡estuviste viviendo acá, en la Suite Bowman, por el amor de Deus! Tú mismo me dijiste que se la siente embrujada.

—Estoy seguro… bueno, noventa y nueve por ciento seguro… de que tienes razón, y que a todo este asunto lo impulsaron las charlas que mantuve con el profe Ted. ¿Oíste hablar de los informes que dicen que, en ocasiones, Dave Bowman aparece en Anubis? ¿Más o menos una vez cada cien años? Del mismo modo que lo hizo ante el doctor Floyd a bordo de la Discovery, después que se la reactivó.

—¿Qué ocurrió ahí? Oí relatos vagos, pero nunca los tomé en serio.

—El doctor Khan sí, y también yo: vi las grabaciones originales: Floyd aparece sentado en mi antiguo asiento, cuando una especie de nube de polvo se forma detrás de él y adopta la configuración de la cabeza de Dave. Es entonces cuando pronuncia ese famoso mensaje, en el que le advierte que se vaya.

—¿Y quién no lo haría? Pero eso fue hace mil años. Hubo tiempo más que suficiente para simularlo.

—¿Con qué objeto? Khan y yo estábamos mirándolo ayer. Apostaría mi vida a que es auténtico.

—A decir verdad, estoy de acuerdo contigo. Y oí esos informes…

La voz de Chandler se fue extinguiendo, y dio la impresión de estar levemente avergonzado.

—Hace mucho tiempo tuve una novia aquí, en Anubis. Me contó que su abuelo había visto a Bowman. Me reí.

—Me pregunto si Ted tiene esa aparición en su lista. ¿Podrías ponerlo en contacto con tu amiga?

—Eh… preferiría no hacerlo. No nos hemos hablado desde hace años. Por lo que sé, ella podría estar en la Luna o en Marte… De todos modos, ¿por qué está interesado el profesor Ted?

—Eso es lo que precisamente deseaba discutir contigo.

—Suena siniestro. Prosigue.

—Ted cree que Dave Bowman, o en lo que sea que se convirtió, todavía puede existir… allá arriba, en Europa.

—¿Después de mil años?

—Bueno… mírame a mí.

—Una muestra es una mala estadística, solía decir mi profesor de matemática. Pero continúa.

—Es una historia complicada… o, quizás, un rompecabezas del que falta la mayoría de las piezas. Pero, en términos generales, hay consenso en que a nuestros ancestros les ocurrió algo crucial cuando el Monolito apareció en África, hace cuatro millones de años. Constituye un punto crítico de la Prehistoria: la primera aparición de herramientas… y de armas… y de religión… Eso no puede ser pura coincidencia. El Monolito debe de habernos hecho algo. Seguramente no pudo haberse limitado a quedarse quieto, aceptando en forma pasiva la adoración…

—A Ted le gusta citar a un famoso paleontólogo que dijo: «La AMT-0 nos dio una patada evolutiva en los fundillos». Arguye que la patada no fue en una dirección completamente deseable: ¿teníamos que volvernos tan malvados y detestables para sobrevivir? Quizá teníamos que serlo… Tal como entiendo lo que dice, Ted está convencido de que hay algo fundamentalmente erróneo en las conexiones de nuestro cerebro, lo que hace que no poseamos la capacidad de tener un pensamiento lógico sin contradicciones. Para empeorar más las cosas, aunque todos los seres necesitan cierta cantidad de agresividad para sobrevivir, nosotros parecemos poseer mucho más que la absolutamente necesaria. Y ningún animal tortura a sus semejantes como lo hacemos nosotros. ¿Es este un accidente evolutivo, una forma de mala suerte genética?

»También hay vasto consenso en que a la AMT-1 se la plantó en la Luna para hacer el seguimiento del proyecto, o experimento, o lo que fuera que hubiera sido, y enviar los informes a Júpiter, el sitio obvio para que esté el Control de la Misión Sistema Solar. Es el motivo por el que otro monolito, Hermano Mayor, estuviera aguardando allá. Había estado aguardando cuatro millones de años cuando arribó la Discovery. ¿Estás de acuerdo hasta ahora?

—Sí. Siempre pensé que era la teoría más plausible.

—Vayamos ahora a la parte más especulativa: a Bowman aparentemente lo engulló Hermano Mayor; aun así, algo de su personalidad parece haber sobrevivido. Veinte años después de ese encuentro con Heywood Floyd, en la segunda expedición a Júpiter, tuvieron otro contacto a bordo de la Universe, cuando Floyd se incorporó a ella para el descenso en el cometa Halley. Por lo menos, eso es lo que Floyd nos relata en sus memorias… aunque había pasado largamente la centena cuando las dictó.

—Pudo haber estado senil.

—¡No según todas las narraciones contemporáneas! Asimismo, y quizás esto sea aún más importante, su nieto Chris tuvo algunas experiencias igualmente sobrenaturales cuando la Galaxy hizo su descenso forzoso en Europa. ¡Y, claro está, es ahí donde el Monolito, o un monolito, está en este preciso momento! Rodeado por europanos…

—Estoy empezando a ver hacia adonde apunta el doctor Ted: aquí donde entramos nosotros… todo el ciclo está empezando otra vez. A los europos se los está acicalando para el estréllate.

—Exacto; todo encaja. Júpiter entró en ignición para darles un sol que descongele su gélido mundo. La advertencia para que nosotros nos mantengamos a distancia… presuntamente para que no interfiramos en su evolución…

—¿Dónde oí esa idea antes…? ¡Pero claro, Frank: se remonta a mil años atrás, a tu propia época! ¡«El Mandato Primordial»! Todavía nos desternillamos de risa con esos antiguos programas de Viaje a las Estrellas.

—¿Te conté que una vez conocí a algunos de los actores? Estarían sorprendidos al verme ahora… Y siempre pensé dos cosas respecto de esa norma de no interferencia. El monolito ciertamente la violó con nosotros, allá en África. Se podría argüir que tuvo resultados desastrosos…

—Así que mejor suerte la próxima vez… en el satélite Europa.

Poole rió, pero sin demasiado humor.

—Son las palabras exactas que usó Khan.

—¿Y qué cree él que debemos hacer al respecto? Y sobre todo, ¿en qué parte de todo esto intervienes tú?

—En primer lugar, debemos averiguar qué está pasando realmente en Europa… y por qué. Observarlo desde el espacio no es suficiente.

—¿Qué otra cosa podemos hacer? A todas las sondas que los ganimedeanos enviaron se las hizo estallar, justo antes de descender.

—Y a partir de la misión para rescatar la Galaxy, a las naves con tripulación humana las desviaba alguna clase de campo de fuerza, al que nadie puede explicar. Muy interesante: eso prueba que quienquiera que esté ahí abajo es protector, pero no malévolo y, y esto es lo importante, debe de contar con algún tipo de sistema explorador que se interpone en el camino: puede distinguir entre robots y seres humanos.

—Más que lo que puedo hacer yo a veces. Prosigue.

—Pues bien, Ted cree que existe un ser humano que podría alcanzar la superficie de Europa, debido a que su antiguo amigo está ahí y puede tener alguna influencia sobre las autoridades establecidas.

El capitán Dimitri Chandler emitió un silbido largo y débil.

—¿Y estás dispuesto a correr el riesgo?

—Sí, ¿qué puedo perder?

—Un valioso trasbordador, si sé lo que estás pensando. ¿Es por eso que estuviste aprendiendo a volar el Falcon?

—Bueno, ahora que lo mencionas… sí, la idea me pasó por la cabeza.

—Tendré que meditarlo. Admito que estoy interesado, pero hay muchos problemas.

—Conociéndote, estoy seguro de que no serán un obstáculo… una vez que te hayas decidido a ayudarme.