Cuando despertó a la mañana siguiente, ya estaban sobre Venus. Pero la enorme y deslumbrante media luna del planeta aún envuelto en nubes no era el objeto más llamativo del cielo: la Goliath estaba flotando por encima de una interminable extensión de lámina plateada con arrugas, que destellaba a la luz del Sol con patrones siempre cambiantes, a medida que la nave avanzaba a la deriva por sobre ella.
Poole recordó que en su propia época había existido un artista que envolvió edificios enteros en láminas de plástico: ¡cómo le habría encantado esta oportunidad de empaquetar miles de millones de toneladas de hielo en un envase rutilante! Sólo de esa manera se podía proteger de la evaporación al núcleo de un cometa mientras llevaba a cabo su travesía de décadas de duración hacia el Sol.
—Estás de suerte, Frank —le había dicho Chandler—, esto es algo que nunca había visto por mí mismo. Debe de ser espectacular. El impacto está previsto para dentro de poco más de una hora. Le dimos un empujoncito para asegurarnos de que caiga en el sitio preciso. No queremos que alguien salga herido.
Poole lo miró atónito:
—¿Quieres decir… que ya hay gente en Venus?
—Alrededor de cincuenta científicos locos, cerca del Polo Sur. Naturalmente, están bien alojados, pero los vamos a sacudir un poco, aun cuando el punto de impacto está en el otro lado del planeta. O quizá deba decir «Atmósfera Cero»: pasarán días antes de que algo, salvo la onda de choque, llegue a la superficie.
Mientras la montaña de hielo cósmico, refulgente y destellante en su envoltura protectora, parecía ir haciéndose más pequeña a medida que caía hacia Venus, a Poole lo asaltó un recuerdo repentino, doloroso: los árboles de Navidad de su niñez habían lucido ornamentos iguales a ése, delicadas burbujas de vidrio coloreado. Y la comparación no era del todo absurda: para muchas familias de la Tierra, todavía era la temporada justa para hacer regalos, y la Goliath estaba transportando uno invalorable a otro mundo.
La imagen por radar del torturado paisaje venusino —sus fantasmagóricos volcanes, cúpulas escamadas y cañones estrechos y sinuosos— dominaba la pantalla principal del centro de control de la Goliath, pero Poole prefería las pruebas que le daban sus propios ojos. Aunque el ininterrumpido mar de nubes que cubría el planeta nada revelaba sobre el infierno que tenía debajo, Poole quería ver qué ocurriría cuando chocara el cometa robado. En cuestión de segundos, las innumerables toneladas de hidratos congelados que habían estado ganando velocidad durante décadas en el recorrido cuesta abajo desde Neptuno, iban a liberar toda su energía…
El destello inicial fue aún más brillante de lo que Poole había esperado. ¡Qué extraño resultaba que un proyectil hecho con hielo pudiera generar temperaturas que debían de estar por las decenas de miles de grados! Aunque los filtros de la ventanilla de observación habrían absorbido todas las peligrosas longitudes de onda corta, el feroz azul de la bola de fuego anunciaba que estaba más caliente que el Sol.
Se enfriaba con rapidez a medida que se expandía, pasando por el amarillo, el anaranjado, el rojo… Ahora debía de estar difundiéndose hacia afuera la onda de choque, a la velocidad de la luz… ¡y qué sonido debía de ser ese…! así que dentro de pocos minutos debía de producirse alguna indicación visible de su paso por la faz de Venus.
¡Y ahí estaba!: sólo un diminuto anillo negro, como una insignificante nubecita de humo, que no daba el menor indicio de la furia ciclónica que debía de estar avanzando arrolladoramente hacia afuera, a partir del punto de impacto. Mientras Poole observaba, se expandía con lentitud, aunque debido a su escala no había sensación de desplazamiento visible: Poole tuvo que esperar todo un minuto antes de poder estar del todo seguro de que la onda se había vuelto más grande.
Después de un cuarto de hora, empero, fue el aspecto más sobresaliente en el planeta. Aunque mucho más tenue —de un gris sucio, antes que negro—, ahora la onda de choque era un círculo desgarrado de más de mil kilómetros de diámetro. Poole conjeturó que había perdido su simetría original cuando pasaba por sobre las grandes cadenas montañosas que tenía debajo.
La voz del capitán Chandler sonó enérgica a través del sistema de intercomunicación de la nave:
—Los pongo en comunicación con la Base Afrodita. Me agrada decir que no están aullando para pedir ayuda.
—… Nos sacudió un poco, pero eso era lo que esperábamos. Los monitores indican algo de lluvia que ya se está produciendo sobre las montañas Nokomis… pronto se evaporará, pero es un comienzo. Y parece haberse producido una inundación repentina en el precipicio Recate: es demasiado bueno como para ser cierto, pero estamos tratando de verificarlo. Después del último envío, ahí se formó un lago temporario de agua hirviente…
«No los envidio», se dijo Poole, «pero los admiro: demuestran que el espíritu de aventura todavía existe en esta sociedad, que quizás es demasiado cómoda y demasiado bien adaptada».
—… Y gracias, una vez más, por traernos esta carguita acá en primer lugar. Con algo de suerte —y si podemos colocar esa pantalla solar en órbita sincronizada—, antes que pase mucho tiempo tendremos algunos mares permanentes, y después podremos plantar arrecifes de coral, para producir carbonato de calcio y eliminar de la atmósfera el exceso de CO2… ¡Espero vivir para verlo!
«Le deseo que sí», pensó Poole con silenciosa admiración. Había buceado a menudo en los mares tropicales de la Tierra, admirando los extraños y coloridos seres, a menudo tan extravagantes que resultaba difícil creer que se pudiera encontrar algo que fuese más fuera de lo común ni siquiera en los planetas de otro sol.
—Paquete enviado a tiempo, y recepción confirmada —anunció el capitán Chandler con evidente satisfacción—. Adiós, Venus… Ganimedes, ¡allá vamos!
SEÑORITA PRINGLE
ARCHIVO - WALLACE
—Hola, Indra. Sí, tenías toda la razón: sí extraño nuestras pequeñas reyertas. Chandler y yo nos llevamos muy bien y, al principio, la tripulación me trató… esto te va a divertir… casi como si yo fuera una reliquia sagrada, pero están empezando a aceptarme, y hasta empezaron a tomarme el pelo (¿conoces ese uso idiomático?).
»Es irritante no poder sostener una verdadera conversación (hemos cruzado la órbita de Marte, por lo que la interlocución por radio ya tarda más de una hora), pero existe una ventaja: no podrás interrumpirme…
»Aun cuando sólo nos tomará una semana llegar a Júpiter, creí que tendría tiempo para relajarme. Ni pensarlo: empecé a sentir comezón en los dedos, y no pude resistir la idea de volver a la escuela, así que empecé la preparación básica, desde el principio mismo, en una de las minilanzaderas de la Goliath. Quizá Dim realmente me permita volar sin acompañante…
»No es mucho más grande que las cápsulas de la Discovery… ¡pero qué diferencia! Primero que todo, claro está, no utiliza cohetes: no me puedo acostumbrar al lujo del impulso inercial y del alcance ilimitado. Podría volar en ella de vuelta a la Tierra, si fuera necesario… aunque probablemente lo haga: ¿recuerdas la expresión que usé una vez, y de la que tú adivinaste el contenido, «ir como loco»?
»La mayor diferencia, empero, es el sistema de control. Para mí constituyó un gran desafío acostumbrarme a la operación sin manos… y la computadora tuvo que aprender a reconocer mis órdenes verbales. Al principio me estaba preguntando cada cinco minutos: «¿Realmente quiere decir eso?». Sé que sería mejor usar el casquete cerebral, pero todavía no le tengo mucha confianza ni estoy seguro de acostumbrarme alguna vez a que algo me lea los pensamientos…
»A propósito, el transbordador se llama Falcon: es un lindo nombre, pero quedé decepcionado al descubrir que ninguno de mis compañeros sabía que el nombre se remontaba a la época de las misiones Apolo, cuando aterrizamos en la Luna por primera vez…
»Er… ah… había mucho más que te quería decir, pero llama el capitán. De vuelta al aula… cariños y fuera.
ALMACENAR
TRASMITIR
—Hola, Frank, llama Indra… ¿es así como se dice…? con mi nuevo mentescritor… antiguo tuvo colapso nervioso, ja, ja… por eso muchos errores… sin tiempo para corregir antes que yo envíe. Espero entiendas lo que escribo.
¡COMSET! Canal uno - cero - tres… grabación desde doce y treinta —corrección— trece y treinta. Perdón…
»Espero puedan arreglar antigua unidad… conocía todos mis atajos y abbbreviatras… quizá debo psicoanalizarme, como en tu época… Nunca entendí cómo esa tontería fraudeana… quiero decir, freudiana, ja, ja… duró tanto tiempo…
»Eso me recuerda —el otro día me topé con defin fines siglo XX… te puede divertir— algo así… cito textualmente… Psicoanálisis, enfermedad contagiosa que se originó en Viena cerca de la década de 1900, ahora extinta en Europa, pero hay erupciones ocasionales entre los norteamericanos pudientes. Fin de cita… ¿Gracioso?
»Perdón otra vez… problema con los Mentescritores… difícil de mantener la ilación…
xz 12L w888 8**** js9812yebdc MALDITA… ALTO… AUXILIAR
»¿Hice algo mal entonces? Tratemos de vuelta.
»Mencionaste a Danil… lamento que siempre hayamos esquivado tus preguntas sobre él —sabíamos que sentías curiosidad, pero teníamos una buena razón— ¿recuerdas que una vez lo llamaste no-per-sona?… ¡no estuviste lejos de la verdad!
»Una vez me preguntaste respecto del delito hoy en día… dije que cualquier preocupación de esa clase era patológica… quizás incitada por los interminables y enfermantes programas de televisión de tu tiempo (yo misma nunca pude mirar más que unos minutos… ¡repulsivos!).
PUERTA ¡CONFIRMAR! OH, HOLA, MELINDA DISCULPA SIÉNTATE CASI TERMINÉ…
»Sí… delito. Siempre algo… Nivel irreducible de sonido de la sociedad. ¿Qué hacer?
»La solución de ustedes: prisiones. Fábricas de perversión patrocinadas por el Estado… ¡mantener un preso equivalía al décuplo de los ingresos de una familia promedio! Completamente descabellado… Es evidente que había algo que andaba muy mal en la gente que gritaba con más fuerza pidiendo más prisiones… ¡habrían necesitado que se los psicoanalizara! Pero seamos justos: en verdad no existían alternativas antes que se perfeccionaran la vigilancia y el control electrónicos: debiste de haber visto entonces a las jubilosas multitudes demoliendo los muros de las prisiones… ¡nada como eso hubo desde el de Berlín, cincuenta años antes!
»Sí… Danil. No sé cuál fue su delito, y tampoco lo diría si lo supiera, pero infiero que su perfil psic sugirió que serviría bien como —¿cuál era la palabra…?— ballet… no, valet. Resultaba muy difícil conseguir gente para algunos trabajos… ¡no sé cómo nos las habríamos arreglado si el nivel de delitos hubiera sido cero! Sea como fuere, pronto se lo liberará del control y se lo devolverá a la sociedad normal.
LO SIENTO, MELINDA YA CASI TERMINÉ
»Eso es todo, Frank… saludos a Dimitri. Para estos momentos debes de estar a mitad de camino de Ganimedes… ¡me pregunto si alguna vez lo revocarán a Einstein, así podemos conversar a través del espacio en tiempo real!
»Espero que esta máquina pronto se acostumbre a mí. Caso contrario, saldré a buscar una legítima antigüedad: un procesador de texto del siglo XX… ¿Me lo creerías? Una vez hasta llegué a dominar esa tontería del QWERTYUIOP, que a ustedes les tomó algunos centenares de años para deshacerse.
»Cariños y adiós.
—Hola, Frank, aquí estoy de nuevo. Todavía espero la confirmación de mi último…
»Resulta extraño que te estés dirigiendo a Ganimedes y a mi viejo amigo Ted Khan. Pero quizá no sea tanta coincidencia: a ello atrajo el mismo enigma que ustedes iban…
»Antes que nada debo decirte algo sobre Ted. Sus padres le jugaron una mala pasada al darle el nombre de Theodore. Cuando se lo abrevia… ¡ni siquiera te atrevas a llamarlo así!… queda en Theo. ¿Ves lo que quiero decir?
»No puedo dejar de preguntarme si es eso lo que lo enfurece. No sé de alguna otra persona que haya desarrollado un interés tan intenso por la religión… no, una obsesión. Mejor te prevengo: Kahn puede ser tremendamente plúmbeo.
»A propósito, ¿qué tal lo estoy haciendo? Extraño a mi antiguo Mentescritor, pero tengo la impresión de que estoy empezando a tener esta máquina bajo control. No cometí errores… ¿cómo los llamaste?… bloopers… glitches… fluffs… no hasta ahora, por lo menos.
»No estoy segura de que deba decirte esto, por si, accidentalmente, hablaras de más, pero el apodo privado que uso para Ted es «El Ultimo Jesuita». Tú debes de saber algo sobre ellos: la Orden todavía estaba muy activa en tus tiempos.
»Gente asombrosa, a menudo grandes científicos, soberbios eruditos… hicieron muchísimo bien, así como mucho daño. Una de las supremas ironías de la historia: buscadores sinceros y brillantes del conocimiento y de la verdad y, sin embargo, su propia filosofía estaba irremediablemente distorsionada por la superstición…
Xuedn2k3jn deer 21 eidj dwpp »Maldita sea. Me volví emotiva y perdí el control. Uno, dos, tres, cuatro… ahora es el momento de que todos los buenos vengan en ayuda del partido… así está mejor.
»Sea como fuere, Ted tenía esa misma marca de altiva resolución. No entres en discusiones con él: te pasaría por encima como una aplanadora.
»A propósito, ¿qué eran las aplanadoras? ¿Se las usaba para aplanar la ropa? Ya me imagino lo incómodo que eso podía llegar a ser…
»El problema con los Mentelectores: con demasiada facilidad van y vienen en toda dirección, no importa lo intensamente que el usuario trate de disciplinarse… parece que los teclados tenían algo de bueno, después de todo… estoy segura de haber dicho eso antes…
»Ted Khan… Ted Khan… Ted Khan.
»Todavía es famoso allí, en la Tierra, por dos, cuando menos, de sus dichos: «La civilización y la religión son incompatibles» y «Fe significa creer en lo que se sabe que no es cierto». En realidad, no creo que la última sea una originalidad; si lo es, es lo más cerca que Ted estuvo jamás de decir un chiste. Ni siquiera esbozó una sonrisa cuando probé con uno de mis favoritos, espero que no lo hayas oído antes… es evidente que se remonta a tu época…
»El decano se queja ante su facultad:
»"¿Por qué ustedes, los científicos, necesitan equipos tan costosos? ¿Por qué no pueden ser como el departamento de Matemática, que únicamente precisa un pizarrón y un cesto para papeles? Y mejor aún, como el departamento de Filosofía. Ése ni siquiera necesita el cesto…"
»Bueno, a lo mejor Ted ya lo oyó antes… Espero que la mayoría de los filósofos tengan…
»De todos modos, dale mis saludos… ¡y no, repito, no entres en discusiones con él!
»Cariños y lo mejor desde la torre África.
TRANSCRIBIR. ALMACENAR.
TRANSMITIR - POOLE