—Estoy encantado —declaró Poole— de saber que el Smithsoniano todavía existe, después de todos estos siglos.
—Probablemente no lo reconocería —dijo el visitante, que se había presentado como doctor Alistair Kim, director de Astronáutica—, en particular porque ahora está diseminado por el Sistema Solar. Las principales colecciones de fuera de la Tierra se hallan en Marte y en la Luna, y muchas de las muestras que legalmente nos pertenecen todavía están dirigiéndose hacia las estrellas. Algún día las alcanzaremos y traeremos a casa. Estamos especialmente ansiosos de poner las manos encima del Pioneer 10, el primer objeto hecho por el hombre que escapó del Sistema Solar.
—Tengo la creencia de que yo estaba a punto de hacer lo mismo, cuando se me localizó.
—Suerte para usted… y para nosotros. Usted puede estar en condiciones de arrojar luz sobre muchas cosas que no sabemos.
—Con franqueza, lo dudo, pero haré lo mejor que pueda. No recuerdo cosa alguna después de que esa cápsula desbocada cargó contra mí. Aunque todavía me resulta difícil de creer, me dijeron que Hal fue el responsable.
—Es cierto, pero es un relato complicado. Todo lo que hemos podido saber está en esta grabación; unas veinte horas, pero es probable que usted pueda pasarla en Aceleración.
»Ya sabe, por supuesto, que Dave Bowman salió en la cápsula número dos para rescatarlo… pero después quedó del lado de afuera de la nave porque Hal se negó a abrir las escotillas del compartimiento de cápsulas.
—¡En el Nombre de Dios, ¿por qué?!
El doctor Kim dio un ligero respingo. No era la primera vez que Poole notaba esa reacción.
«Debo tener cuidado con mi lenguaje», pensó, «"Dios" parece ser mala palabra para esta cultura… debo preguntarle a Indra acerca de eso».
—Hubo un importante error de programación en las instrucciones de Hal: se le había dado el control de aspectos de la misión de los que ni usted ni Bowman estaban al tanto. Todo eso figura en la grabación…
»Sea como fuere, también interrumpió los sistemas para mantenimiento fisiológico de los tres hibernautas, la Tripulación Alfa, y Bowman también tuvo que lanzar al exterior esos cuerpos.
«Así que Dave y yo éramos la Tripulación Beta: algo más que yo no sabía…».
—¿Qué les pasó a ellos? —preguntó Poole—. ¿No se los pudo rescatar, como se hizo conmigo?
—Temo que no: también examinamos eso, claro.
Bowman los había eyectado varias horas después de haberle arrebatado el control a Hal, así que las órbitas de esos astronautas fueron levemente diferentes de la suya… apenas lo suficiente como para que se quemaran en Júpiter, mientras que usted lo rozó y recibió un empuje de gravedad que lo habría llevado a la Nebulosa de Orion al cabo de algunos miles de años más…
—Haciendo todo en condición de control manual, ¡en verdad, una proeza fantástica! Bowman logró poner a la Discovery en órbita en torno de Júpiter. Ahí se encontró con lo que la segunda expedición denominó Hermano Mayor: un aparente gemelo del monolito de Tycho, pero centenares de veces más grande.
—Y ahí es donde lo perdimos. Salió de la Discovery en la cápsula remanente y fue al encuentro del Hermano Mayor. Durante casi mil años hemos estado obsesionados por su último mensaje: «¡Por Deus… está lleno de estrellas!».
«¡Y dale con eso!», se dijo Poole. «Jamás de los jamases Dave podría haber dicho eso… Debe de haber dicho: '¡Dios mío… está lleno de estrellas!'».
—Parece ser que la cápsula fue atraída hacia el monolito por alguna clase de campo inercial, porque él, y es de suponer que también Bowman, sobrevivió a una aceleración que debió de haberlos aplastado en forma instantánea. Y ésa fue la última información que haya tenido alguien durante casi diez años, hasta la misión conjunta norteamericana-rusa en la Leonov.
—Que hizo contacto con la abandonada Discovery, de modo que el doctor Chandra pudiera ir a bordo y reactivara a Hal. Sí, eso lo sé.
El doctor Kim parecía estar ligeramente avergonzado.
—Lo siento. No estaba seguro de cuánto se le había informado ya. De todos modos, eso fue cuando cosas aún más extrañas empezaron a suceder:
»Aparentemente, el arribo de la Leonov hizo que algo se pusiera en actividad dentro del Hermano Mayor. Si no tuviéramos estas grabaciones, nadie habría creído lo que ocurrió. Permítame mostrarle: aquí está el doctor Heywood Floyd haciendo la guardia de medianoche a bordo de la Discovery, después que se hubo restaurado la energía. Naturalmente, usted lo reconocerá todo.
«Por cierto que sí, y qué extraño resulta ver a Heywood Floyd, muerto hace ya mucho, sentado en mi antiguo asiento, con el ojo rojo de Hal, que nunca parpadea, explorando todo lo que hay en derredor. Y aún más extraño es pensar que tanto Hal como yo compartimos la misma experiencia de resurrección de entre los muertos…».
En uno de los monitores estaba ingresando un mensaje, y Floyd respondió con pereza:
—Está bien, Hal. ¿Quién está llamando?
NO HAY IDENTIFICACIÓN.
Floyd parecía estar ligeramente molesto.
—Muy bien. Por favor, dame el mensaje. ES PELIGROSO QUE PERMANEZCAN AQUÍ. DEBEN PARTIR DENTRO DE QUINCE DÍAS.
—Eso es absolutamente imposible. Nuestra ventana de lanzamiento no se abre sino hasta dentro de veintiséis días, contando desde hoy. No tenemos suficiente propulsor como para partir antes.
ESTOY AL TANTO DE ESTOS HECHOS. NO OBSTANTE, DEBEN PARTIR DENTRO DE QUINCE DÍAS.
—No puedo tomar esta advertencia en serio a menos que conozca su origen… ¿Quién me está hablando?
YO FUI DAVID BOWMAN. ES IMPORTANTE QUE ME CREA. MIRE DETRÁS DE USTED.
Lentamente, Heywood Floyd giró en su sillón rotatorio, alejándose de los bancos de paneles y conmutadores de la pantalla de la computadora, dirigiéndose hacia la pasarela cubierta de velero.
—Mire esto con cuidado —indicó Kim.
«Como si necesitara que me lo digan», pensó Poole.
El ambiente con gravedad cero de la cubierta de observación de la Discovery estaba mucho más polvoriento que como lo recordaba. Conjeturó que todavía no se había puesto en línea la planta para filtración de aire. Los rayos paralelos del distante, pero aun así refulgente Sol, entrando a raudales por las grandes ventanas, iluminaban innumerables motas danzantes, constituyendo una exhibición clásica de movimiento browniano.
Y ahora, a esas partículas de polvo les estaba ocurriendo algo extraño: alguna fuerza parecía estar comandándolas, alejándolas de un punto central pero, a la vez, haciendo que otras se dirigieran a él, hasta que todas se reunieron en la superficie de una esfera hueca. Esa esfera, de cerca de un metro de diámetro, flotó un momento en el aire, como una gigantesca pompa de jabón. Después se alargó, formando un elipsoide cuya superficie empezó a arrugarse, formando pliegues y depresiones. Poole realmente no se sorprendió cuando empezó a adoptar la forma de un hombre.
Había visto esas figuras, hechas en vidrio soplado, en museos y exhibiciones de ciencia. Pero este polvoroso fantasma ni siquiera se acercaba a la precisión anatómica: era como una tosca estatuita de arcilla, o una de las primitivas obras de arte encontradas en las hendeduras de las cavernas de la Edad de Piedra. Sólo la cabeza estaba modelada con cuidado, y la cara, más allá de toda sombra de duda, era la del capitán de fragata David Bowman.
HOLA, DOCTOR FLOYD. AHORA ME CREE USTED.
Los labios de la figura nunca se movieron: Poole se dio cuenta de que la voz —sí, en verdad era la voz de Bowman— provenía de la rejilla del altavoz.
ESTO ES MUY DIFÍCIL PARA MÍ, Y TENGO POCO TIEMPO. SE ME PERMITIÓ DAR ESTA ADVERTENCIA: SOLAMENTE TIENEN QUINCE DÍAS.
—¿Por qué… y qué es usted?
Pero la figura fantasmal ya se estaba desvaneciendo, su granosa envoltura empezando a disolverse y convertirse de nuevo en sus partículas constituyentes de polvo.
ADIÓS, DOCTOR FLOYD. NO PODEMOS TENER MÁS CONTACTO, PERO PUEDE HABER UN SOLO MENSAJE MÁS, SI TODO SALE BIEN.
Mientras la imagen se disolvía, Poole no pudo evitar sonreír ante aquella antigua frase hecha de la Era Espacial, «Si todo sale bien»… ¡cuántas veces la había oído salmodiada antes de una misión!
El fantasma desapareció; sólo quedaron las motas de polvo, que retomaban sus patrones aleatorios de desplazamiento en el aire. Con un esfuerzo de voluntad, Poole regresó al presente.
—Bien, capitán, ¿qué piensa de eso? —preguntó Kim.
Poole todavía estaba conmovido, y pasaron varios segundos antes de que pudiera contestar.
—La cara y la voz eran las de Bowman: eso lo juraría… pero, ¿qué era?
—Todavía estamos debatiendo sobre eso. Llámelo holograma, proyección… por supuesto, hay muchísimas maneras en que se lo podría fraguar si alguien quisiera hacerlo, ¡pero no en esas circunstancias! Y además, por supuesto, está lo que ocurrió después.
—¿Lucifer?
—Sí. Gracias a esa advertencia, tuvieron tiempo apenas suficiente para alejarse antes que Júpiter detonara.
—Así que sea lo que fuera que hubiese sido, la cosa-Bowman era amistosa y trató de ayudar.
—Presuntivamente. Y esa no fue la última vez que apareció. Puede haber sido responsable de ese «un solo mensaje más», que nos advertía que no intentáramos efectuar descensos en Europa.
—¿Y nunca los hemos intentado?
—Solamente una vez, por accidente, cuando secuestraron la Galaxy y se la forzó a descender ahí, treinta y seis años después, y su nave gemela, la Universe, tuvo que ir al rescate. Todo está aquí… junto con lo poco que nuestros monitores robot nos dijeron sobre los europanos.
—Estoy ansioso por verlos.
—Son anfibios, y vienen en todas las formas y tamaños. No bien Lucifer empezó a fundir el hielo que cubría todo su mundo, empezaron a surgir del mar. Desde ese entonces se desarrollaron a una velocidad que parece imposible desde el punto de vista biológico.
—Por lo que recuerdo sobre Europa, ¿no había muchas grietas en el hielo? A lo mejor ya habían empezado a reptar a través de ellas y a echar un vistazo en derredor.
—Ésa es una teoría de amplia aceptación. Pero existe otra, mucho más especulativa. El Monolito puede tener que ver, de una manera que todavía no entendemos. Lo que desencadenó esta línea de pensamiento fue el descubrimiento de AMT-0 aquí mismo, en la Tierra, casi quinientos años después de su época. Supongo que ya le hablé sobre eso.
—Nada más que vagamente: ¡hubo tantas cosas en las que ponerse al día! Sí pensé que el nombre era ridículo, ya que no se trataba de una anomalía magnética, ¡y estaba en África, no en Tycho!
—Usted tiene toda la razón, claro, pero el nombre ya quedó. Y cuanto más aprendemos sobre los Monolitos, más profundo se hace el enigma, en especial cuando son la única prueba real de la existencia de tecnología avanzada más allá de la Tierra.
—Eso es lo que me sorprendió: habría pensado que, para estos momentos, habríamos recibido señales de radio provenientes de alguna parte. Los astrónomos empezaron a buscarlas cuando yo era niño.
—Pues bien, hay un solo indicio… y es tan aterrador que no nos gusta mencionarlo. ¿Oyó hablar de la Nova Escorpio?
—No me parece.
—Las estrellas se vuelven nova todo el tiempo, claro, y ésta no era que impresionara particularmente pero, antes que estallara, se sabía que N Escorp tenía varios planetas.
—¿Habitados?
—No existe modo alguno de saberlo; las búsquedas radiales no habían captado señales. Y he aquí la pesadilla…
—Por suerte, la patrulla automática de Novas captó el evento en el comienzo mismo… y no empezó en la estrella: uno de los planetas detonó primero, y después hizo que lo hiciera su sol.
—Mi Di… lo siento. Prosiga.
—Ya ve la cuestión: es imposible que un planeta se convierta en nova… a menos que ocurra una sola cosa.
—Una vez leí un chiste morboso en una novela de ciencia ficción: «Las supernovas son accidentes industriales».
—No fue una supernova… pero puede que ése no sea un chiste. La teoría de más amplia aceptación es que alguien más estuvo utilizando energía del vacío… y perdió el control.
—O pudo haber sido una guerra.
—Eso también es malo, y probablemente nunca lo sabremos. Pero como nuestra propia civilización depende de la misma fuente de energía, usted podrá comprender por qué N Escorp a veces nos causa pesadillas.
—¡Y nosotros sólo teníamos que preocuparnos por reactores nucleares que se fundían!
—Ya no más, a Deus gracias. Pero en realidad quería decirle más sobre el descubrimiento de AMT-0, debido a que señaló un punto de coyuntura en la historia humana.
»Haber encontrado la AMT-1 en la Luna ya fue una conmoción suficientemente grande, pero quinientos años después se produjo una peor, y tuvo lugar mucho más cerca de casa… en todos los sentidos de la palabra: allá abajo, en África.