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–Toma —dijo Jamil, Corazón de Cocodrilo, al Maestro Sombra y le arrojó una bolsa con trescientos reyes, que era mucho dinero en aquella época y aún sería bastante hoy.
—¿Para qué es tanto dinero? —preguntó con sorpresa el aludido.
—Oí decir que eras muy competente para hacer ciertos trabajos antes de perderte en el liderazgo de este grupo patético. —Jamil no tenía escrúpulos en relajarse de vez en cuando con Sombra y su grupo, más aun después de haber eliminado a casi todos sus rivales, los Fantasmas, y sitiado a un reino entero tras haber pasado sólo algunos días en la ciudad. Y por más que el Maestro Sombra se irritara, no podía ignorar que su liderazgo con respecto al de Jamil era equiparable al equilibrio que existe entre un pitbul y un basset hound.
—Ahórrate tus palabras. Sí, hice muchos trabajos antes de liderar a este grupo, pero ya no estoy al día con ninguno.
—¿Ya te diste cuenta de que en esa bolsa llevas trescientos reyes? Creo que esa cantidad será suficiente para hacer una excepción. Créeme, en verdad me gustaría que me hicieras un servicio.
—¿Y por qué quieres que sea yo?
—Porque oí decir que eres malo…
—¿Y qué servicio deseas que te haga? —preguntó, curioso, el disfrazado.
—Una eliminación.
Sería mentira decir que el Maestro Sombra no se sorprendió mucho con la propuesta. En realidad, al inicio de su «carrera» hacía ese tipo de «servicios» y se le consideraba uno de los mejores en el ramo, pero hacía tanto tiempo que no volvía a estar «en activo», que pensaba que en verdad se había jubilado de ese tipo de «trabajo».
—Sea quien sea el infeliz, imagino que te habrá perjudicado al punto de querer pagarme esta suma. ¡Antiguamente, por una cantidad semejante te habría ofrecido un «paquete» por la familia entera! —y lo decía con sinceridad—. Cuéntame, ¿qué te hizo?
—Tuvo la osadía de intentar embaucarme —la cara de pocos amigos de Corazón de Cocodrilo fue suficiente para que el Maestro Sombra evitara hacer más preguntas sobre el asunto.
—¡Entiendo! —desistió—. Pero me parece que rechazaré el contrato. Desde que asumí la jefatura del grupo dejé de realizar estos servicios menores.
—Qué pena. La víctima era el último de los Fantasmas. —Corazón de Cocodrilo siempre sabía qué decir y cuándo decirlo. Por eso era un líder. La sentencia sacudió al Maestro Sombra. Jamil se dirigió a la salida mientras remataba—: Y yo todavía pensaba en darte una gratificación de doscientos reyes extras, de acuerdo con la historia que me contaras después…
—¡Está bien, maldito, lo haré! —cedió el Maestro Sombra, mientras Jamil sonreía sin volverse, con la certeza de que aquello sucedería así—. ¿Quién es él?
—No es él, ¡sino ella! —y Jamil permaneció de espaldas, sin volverse en ningún momento, hablando sólo por encima del hombro—. Mira bien dentro de la bolsa y encontrarás los datos que necesitas. No me importa cómo ni con qué lo hagas. Sólo cerciórate de que se arrepienta por haberse atrevido a intentarlo. Hazla sufrir. Hazla implorar.