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No había ningún Rey en el Gran Palacio. Al menos ya no lo había más.

Y si eso era una sorpresa para la reina, imagina para los hijos, que habían llegado con el anhelo de encontrar al padre sabio. El reencuentro de la madre desesperada con el hijo que volvía habría sido un momento emocionante, y acaso te extrañe el hecho de que no lo narre con mayor detalle, pues esas descripciones enriquecen la narrativa de los cuentos fantásticos. Me explico: no lo hice sólo porque no haya resultado tan emocionante. No es que el corazón de la madre no latiera de emoción, ya que por algunos segundos aquel fue el reencuentro más importante del mundo.

Lo que diluyó el clímax y aquella sensación fue la mirada de Terra al advertir la macabra piel de Anisio.

No fue preciso que el hombre, el enano ni el trol le explicaran nada. Bastó con que ella lo observara a los ojos, pues ningún disfraz o maldición pueden ocultar la mirada de una persona, aunque se encuentre a medio camino entre ojos de humanos y anfibios.

Una madre simplemente no requiere mucho para reconocer a un hijo.

Así, el feliz reencuentro dio lugar al sentimiento opuesto, y de regreso. Es muy extraño intentar describir su sentimiento, que se alternaba entre el llanto y la risa en forma tan sincera. Deseó ser todavía un hada para curarlo, pero de haberlo sido no tendría un vástago que curar, pues nunca habría sido madre. De repente la locura parecía insatisfecha de buscar sólo a Primo entre aquella familia.

Y como si aquel momento no fuera lo sufucientemente triste ya para Anisio, el príncipe bajo la leprosa piel híbrida llena de heridas, y si ser reconocido por su madre sin saber dónde estaba su padre no fuera algo desesperante, y si saber que una bruja andaba suelta en Andreanne no fuera algo alarmante, ¿qué crees que sintió cuando le informaron que su prometida y amada, la princesa Blanca, estaba en manos de Corazón de Cocodrilo?

Para darse una idea del drama de aquella familia, incluso el Maestre Refunfuñón no se atrevió a emitir el menor gruñido, sobre todo por respeto a aquella madre. Creo que ese día él también comenzó a sentir un poco más de consideración por la raza humana y por la fuerza que necesitaba buscar para resolver el cúmulo de problemas que ella misma trataba de arreglar. No lo admitiría ante nadie, pero el Maestre Enano se sensibilizó con aquella familia real lo suficiente como para evitar juzgarla, e incluso entendió la forma en que el trol ceniciento formaba parte de la misma, pues su sufrimiento era igual de nítido.

Obviamente se resistía a confirmar que no tendrían su ajuste de cuentas cuando llegaran el día y la hora: los enanos y los trols son predadores naturales, y eso quedó establecido desde la creación de sus razas. Por respeto a aquellas personas aceptaría una tregua. Muralla pareció entender las intenciones del enano, aunque también fuera su enemigo declarado. Un pacto silencioso quedó sellado entre los dos, en consideración a aquella familia, y creció el respeto entre guerreros, sobrepuesto al odio natural entre aquellas razas.

Los semidioses de la guerra parecieron enorgullecerse de la postura de aquellos guerreros.

Entretanto, a los príncipes, descanso y almuerzo. Aun en las peores condiciones necesitaban alimentarse bien. Era casi el mediodía, aunque todavía permanecieron en silencio, absortos en sus diferentes pensamientos.

Así los dejaremos, pues ese grupo del Gran Palacio será muy importante, ya que generaba muchas preguntas y rumores entre la servidumbre y los militares que tenían acceso a él. Pero esa importancia sólo se destacará de aquí a algunas horas.

Como siempre han dicho los bardos, «los acontecimientos más importantes se dan antes y después del mediodía».