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Axel no estaba en la vivienda. Ni siquiera en la aldea. No pienses que eso no tenía un motivo; en verdad, se hallaba tan apartado de la tienda armada por el viejo mohicano sólo porque ese indio parecía tener los místicos y míticos dominios de las antiguas magias de las leyendas indígenas. Cierto, todavía no parece una buena respuesta para explicar el porqué de una lejanía tan grande y tienes razón en esperar una explicación mejor detallada.
Sucede que, tras decidir ayudar a aquellos dos príncipes en una situación tan importante para el reino, un Maestre Enano refunfuñón resolvió que no dejaría que aquellos dos monarcas «patéticos e incoherentes», para usar un eufemismo, solucionaran solos cualquiera que fuera la vehemente amenaza contra Arzallum, pues temía que de ser así el reino estuviera perdido. Por eso determinó ir con ambos para verificar con sus propios ojos si la presencia de un Maestre Enano no era necesaria.
Cierto, sé que aún no es una buena explicación y que no se ha respondido a nada, pero hacia allá vamos. Presta atención al hecho de que la comitiva no sólo estaba formada por los dos príncipes, sino también por un trol ceniciento. Y los príncipes ya se habían dado cuenta del esfuerzo sobrehumano que ambas razas hacían para no atacarse hasta la muerte. Con base en esa información, y tomando en consideración que el viejo indio mohicano Dulan explicó que la parte más importante de una «transferencia de éter» era la concentración, entonces imagina cuánto debían estar apartados uno del otro.
Ahora sí espero que estés satisfecho con la explicación respecto de las razones del trol para estar lejos, más allá de donde los sentidos naturales del Maestre Enano lo alcanzaran. Pese a sentirse incómodo con la mera existencia de aquel ser, Maestre Irritado lograba relajarse lo suficiente para ser guiado por las palabras en lengua erdim del viejo mohicano y alcanzar así el estado conveniente para la transferencia de la materia, llamada por los sabios «teletransportación», y por los mohicanos «transferencia de éter» —tú puedes llamarla como quieras.
Media hora después Axel Branford y el trol ceniciento Muralla entraron en una tienda vacía, sin un mínimo vestigio de la pareja del enano y el hombre-sapo que debería, o tal vez no, estar allí. En realidad no había vestigios para el humano, tan limitado en sus sentidos, mientras que para el trol ceniciento el olor del viejo Maestre Enano permanecía en el lugar y él podía sentirlo, pero también ignorarlo. Un problema estorbaba allí: Muralla, el trol, no entendía el erdim ni con toda su buena voluntad. Su mente no podía abrirse lo suficiente para comprender que era posible comunicarse en una lengua en que las palabras no necesitaban unirse con armonía para formar una frase, pues cada una tenía una vibración propia y, por consiguiente, un sentido. Si eso ya era algo complicado para una mente humana, imagina entonces para la de un trol.
Al fin y al cabo dio resultado, pues Axel descubrió que, para seres como Muralla, aún era más fácil entender el erdim, porque las mentes limitadas no procuraban buscar artificios para impedir ese entendimiento, como era típico en la mente humana. Muralla no necesitaba abrir ni ordenar a su mente que no se cerrara. Simplemente no ordenaba nada y dejaba que todo sucediera. Quizá no lograría hablar en erdim, pero ese era el menor de los problemas.
Lo importante es que entendía su intención.
—Cierra los ojos —comenzó el indio; el príncipe se encontraba en posición de loto—. Relaja el cuerpo y vacía la mente. En este momento no existen reino ni corona. No existe «yo». No existe «nosotros». No existe nada. Y en este momento tú formas parte de eso.
»Comienza relajando las piernas. Los músculos deben descontraerse. Relaja el abdomen y el tronco. Deja que los hombros se suelten. Inspira, expira y aprovecha al máximo tu respiración. Ahora relaja el cuello. Descontrae la cara. Retira las preocupaciones de tu frente. Ya no posees un cuerpo físico en este momento. Entiende que no estás hecho de esa carne, sino de una energía semidivina.
»Entiende que eres el éter.
»Sólo visualiza el lugar donde quieres estar y mira un portal frente a ti. Ve que tiene tu tamaño y, a través de él, observas el sitio adonde quieres llegar. Tienes la conciencia de que tanto tú como el portal están hechos de éter. Por lo tanto, tú eres él y él es tú. Y si ves al otro lado el lugar donde quieres estar, entonces bastará para que estés allá.
»El portal se encuentra frente a ti. De ti depende atravesarlo.
Axel se dejó guiar e incluso se sorprendió por la facilidad para hacerlo, para abrir la conciencia y sentir en verdad el éter presente en toda composición de la existencia de Nueva Éter. Con todo, lo más impresionante para él resultó la facultad de visualizar lo que le fue pedido. Vio el portal abriéndose, exactamente como en las historias que cuentan los bardos sobre viajeros y hechiceros, y lo atravesó cuando le fue otorgado el libre albedrío, la ley mediante la cual el semidiós Creador no necesita ir en personal al mundo y resolver sus grandes problemas. No hay interferencia, pues existe libertad de elección para las razas que andan por la faz de la Tierra, o por los cielos, o en el fondo de los océanos. Ser bueno o malo se traduce en una elección de cada ser individual y el camino donde sus actos lo llevarán es muy claro. Por eso el derecho a elegir. Y por eso el bien y el mal en disputa por sus puntos de vista.
Pero cuando Axel Branford terminó de mentalizar esas imágenes, ya no había indio ni tienda ni vacío. Estaba en un camino, en la madrugada oscura, mirando algunos metros al frente a su nueva comitiva. Podía ver a Andreanne algunos kilómetros más adelante, y entendió que era hasta allí donde el mohicano podía llevarlos sin agotarse por completo. O al menos eso creyó.
Estaba satisfecho. Ya no había un mamut de guerra adolescente para llevarlos, puesto que dudaba que alguien lograra explicar al mamut cómo abrir la mente. Tendrían que caminar, pero en la mañana llegarían a la ciudad, y no tenía palabras para describir lo que estaba viviendo. Y así como en el caso del mamut, Axel tampoco veía cómo transferir el erdim a un águila-dragón, por lo que conminó a Tuhanny que viajara por los cielos en dirección a Andreanne sin mirar atrás. Sólo le ordenó que alcanzara su velocidad máxima, y con eso se refería a una aceleración muy por encima de lo que cualquier humano imaginaría.
Mientras recordaba y pensaba en su águila-dragón, Axel Branford miró al cielo. Y cuando reconoció los brillantes astros en aquel firmamento, sus pensamientos divagaron y tuvo la certeza de que se hallaba en el camino entre su ciudad y Metropólitan. Digo esto porque el príncipe sonrió y reconoció la estrella que veía de una manera única en aquel ángulo de aquel camino.
Esta le recordaba a María Hanson.
En el cielo de aquella madrugada, la estrella Blake brillaba más intensamente que las demás.