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El espectáculo había terminado.

Los niños ya salían, también porque había terminado de anochecer y las profesoras de la Escuela Real del Saber no querían que los padres se preocuparan de más. Era lo último que deseaban, y era en serio. Es obvio que aún así, y por más cautela y celo que mostraran las profesoras, los padres se preocuparían de más, como consecuencia de una ciudad en estado de sitio. Por eso muchos ya estaban fuera del circo, a la espera de sus hijos. Te aseguro que tú también lo harías, si tu hijo estuviera fuera de casa, en un reino donde en unas horas sonaría el toque de queda.

Como ya dije, el Circo Gabbiani estaba en Andreanne desde hacía unos días, y desde entonces sólo había cosechado problemas. No logró un buen estreno por su concurrencia con el espectáculo Cazadores de brujas en la impecable Majestad, aunado a una serie de tragedias que lo siguieron. Para darse una idea, el espectáculo fue el segundo que lograron presentar sin tropiezos. Y también sin ganancias.

Era curiosa la historia de ese circo. Había sido uno de los principales de Arzallum, de esos que paralizaban a las ciudades cuando llegaban, porque el señor Gabbiani sabía manejar espectáculos y lidiar con personas influyentes. ¿Sabes cómo lo aprendió? Por ser uno de los nobles más ricos de su generación. Pertenecía a la nobleza, sí, pero sólo antes de ser el dueño del circo. En aquella época la familia Ricelli continuaba en el poder en Arzallum, y el señor Gabbiani gozaba de cierto prestigio en el Gran Palacio y llevaba incluso las cuentas del Tesoro Real.

El problema del señor Gabbiani, lo que en realidad acabó con su vida, fueron dos características: nada como alcoholismo y ganancias ilícitas, ni cosas por el estilo; muy por el contrario. Lo que acabó con la carrera de ese señor fue su personalidad fuerte, insobornable y honesta, pues eso es un problema cuando descubres que hay nobles que roban al Tesoro Real ante las barbas del rey.

Las consecuencias de tal descubrimiento: intrigas contra su persona, mentiras vertidas en los oídos del rey y la difamación como traidor a la corona en las calles del reino. Gabbiani se despeñó en un hoyo negro sin fin, parecido al estado en que el rey Primo Branford se encontraba conociendo en aquel momento, en el cual las cosas siempre pueden empeorar más de lo que ya están. En poco tiempo no había casi nada que los mantuviera, y cuando digo «los» me refiero a él y a su hija, Liriel Gabbiani.

Fue de ella de quien provino la idea del circo. Era algo barato en aquella época, pues había descubierto un circo fracasado, a punto de cerrar sus puertas porque nadie más quería invertir su capital en ese tipo de espectáculo. Liriel hizo que su padre invirtiera todo lo que había sobrado asumiendo un riesgo que, si las cosas salían mal, los haría pasar hambre. Pero funcionó, pues un hombre siempre da lo mejor de sí cuando sabe que es su última oportunidad.

El circo renació con el nombre de Gabbiani. Entonces la niña Liriel se convirtió en una adolescente, y continuó perfeccionando lo que más amaba practicar desde que tuvo uso de la razón y aún vivía como la hija de un noble: clases de danza y de algo llamado gimnasia rítmica, que mezclaba la acrobacia, estiramientos avanzados y una excesiva flexibilidad. Aprovechando una bendita ultraflexibilidad, no tardó en presentar espectáculos de ese tipo, y con ellos se consagró en los escenarios armados bajo las tiendas.

A su vez, los nobles que habían hecho caer al señor Gabbiani no se entrometieron en la nueva profesión de su enemigo, pues creían que resultaba ideal ver al noble derrotado terminar su carrera convocando payasos a una pista. Era la perfecta visión de la decadencia, al menos desde la óptica de esos nobles corruptos, que gustaban incluso de asistir a los espectáculos sólo para exhibir una gran sonrisa en las graderías más caras. Pasaron algunos años, y el dolor de ver su nombre manchado como traidor fue acabando poco a poco con el lado emocional del buen señor.

Pronto, un tiempo después de ver el renacimiento del circo que había comprado, el señor Gabbiani, infelizmente, falleció a causa de su profunda tristeza. Y entonces parecía que el circo moriría una vez más. En esa época Liriel tenía quince años. Y fue a esa edad cuando asumió por sí sola los negocios, impidiendo que el circo se extinguiera de nueva cuenta. También se convirtió en la estrella principal y llegó a dominar el trapecio con números impresionantes, sin la red de protección.

En el momento actual, un año y medio después, aún era la estrella y el corazón de aquel circo. Solía tener un carisma increíble con los niños, que la consideraban linda con sus cabellos rojos lisos hasta los hombros y su mirada que parecía no enfocarse en nada y en todo al mismo tiempo, como es típico en la gente de ojos claros. También los adolescentes adoraban ir al espectáculo a causa del carisma de Liriel, aunque ellos tuvieran ideas distintas a las de los niños en cuanto a lo que definía a una persona con carisma.

Y era esa misma Liriel Gabbiani la que se estaba secando los cabellos en su camerino con una toalla, tras finalizar el mismo espectáculo en que los padres se adelantaran a las profesoras en las salidas. Aventó la toalla sobre una silla. Abrió el cajón de un tocador para buscar un peine. Miró el espejo… Y abrió los ojos de par en par al sentir aquel puñal en el cuello.

—¿Tienes algún otro truco, bruja? —preguntó Snail Galford, el dueño de esa voz, así como de aquel puñal.

La Sombra había atrapado al Fantasma.