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–¿Comprenden? ¿O por qué creen que Jamil Corazón de Cocodrilo necesitaría materiales tan distintos? —Sabino dirigía la reunión en la Sala Redonda, que parecía no tener para cuándo acabar.

El rey miró al señor con un gesto de desdén, pero no era ese su verdadero sentimiento. En verdad estaba seguro de que Sabino siempre resolvía las cosas, y era precisamente por eso que lo encontraba gracioso y hacía aquella cara ante ese espectáculo particular que al viejo señor parecía gustarle hacer antes de revelar sus casos.

—¡Fácil, señores! —continuó Sabino—. La verdad es tan simple y obvia, que sólo confirma el pensamiento anterior. ¡Jamil y sus piratas están aquí detrás de una bruja, y los tan raros y diversos materiales que buscan no son otra cosa que los instrumentos necesarios para la realización de un ritual!

Una vez más se hizo el vocerío entre los consejeros.

—¡Callados! —bramó el rey, y eso ya se estaba volviendo una costumbre—. Pero dime sinceramente, Sabino, ¿qué tipo de ritual podría exigir un pirata de una bruja?

—¡Pues muchos!

—No vas a decir que hablas de un ritual de amor, profesor —dijo, burlón, el consejero Púrpura. Y todos los demás también sonrieron.

—¡Tal vez eso sea lo más indicado para ti, consejero Púrpura! —y los hermanos Hanson soltaron una risa de esas en las que se expira hondo y se intenta contener, pero que resultan más fuertes que la propia voluntad—. Me refiero a rituales de fuerza, desgracia y muerte.

—¿Crees que puede intentar un ritual contra su majestad? —preguntó el consejero Negro, que por cierto no se había reído de la broma del Púrpura.

—Es posible. Todo es posible cuando se involucran brujas y piratas.

—¡Me lleva! —y ahora no tengas duda de que el que dio, fue el puñetazo más fuerte de todos los que Primo había descargado en aquella mesa. El ruido fue tan alarmante, que María dio un salto al frente y se contrajo del susto—. ¿Será esto un pozo sin fondo? ¡A cada momento aparece una noticia o una nueva información que apenas empeora lo insoportable! —se exaltó.

Y tocaron a la puerta. Tres veces.

—¿Qué hice tan grave para que esté ocurriendo todo esto? —continuó Primo.

Y otra vez tocaron a la puerta.

—Y tras enfrentar una guerra entera contra esas malditas aberraciones, ¿ahora descubro que existe otra viva, en mi ciudad, para hacerme vudú?

Por tercera vez tocaron tres veces a la puerta.

—¡Que alguien abra esa maldita puerta, antes de que yo mismo ahorque a quien desea poner a prueba mi paciencia! —el rey ya estaba completamente sin control.

María Hanson, que se hallaba de pie, corrió y abrió las puertas de la Sala Redonda. El mismo sargento estaba allí, con una expresión que transmitía que era el último lugar al que le habría gustado regresar.

—Disculpe que vuelva a interrumpir, su majestad, pero debo informarle que… —el sargento sudaba frío.

—¡Dilo ya antes de que te mande a la horca, sargento! —bramó Primo—. ¡Finalmente llegamos al fondo del mismo pozo! ¡Ninguna noticia que me des empeorará aún más mi situación!

—Bien —el sargento tragó en seco—, lamento mucho informar, pero es mi deber comunicarles, su majestad y consejeros reales, que acabamos de saber que Jamil, Corazón de Cocodrilo, tiene en su poder a la princesa Blanca y a la reina Rosalía, Corazón de Nieve.

El Rey hundió el rostro en las manos.

«Maldito pozo sin fondo».