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«Ariane».
La niña escuchó el llamado de su madre, esta vez a pocos metros de ella, demasiado. En realidad estaba a dos pasos de su cama: Ariane Narin abrió los ojos aún plagados por el sueño, se los restregó con los puños cerrados y se limpió las legañas. La madre la observaba:
—¿Ya se te olvidó qué día es hoy?
—¡Qué va! ¡Mi cumpleaños! —respondió, aún somnolienta.
—Muy bien —la madre se sentó en la orilla de la cama—. ¡Pero hoy también es un día que esperas hace mucho tiempo, querida!
—¿Por qué, madre? —el sueño de Ariane comenzó a esfumarse.
—Hoy cumples trece años, mi bien. Y trece es un número muy especial.
—¿En serio? ¡Dime por qué este cumpleaños tendría que ser distinto a los otros!
—Claro. Siéntate en la cama, querida… Es hora de contarte por qué tuviste que ir sola aquel día a casa de tu abuela.